Nunca ha traicionado sus principios y valores ciudadanos. Nunca ha traficado con sus ideas y propósitos ni ha hecho negocio con su voto legislativo. Ha sido inflexible contra los farsantes, siempre levantando su voz en el hemiciclo contra la corrupción y la impunidad, priorizando, no el discursito demagógico, sino el deber de supervisar el manejo de las cuentas públicas. Con todo, no ofende, no difama ni usa la diatriba en el debate. Y por ser Faride Raful incuestionable en su conducta, sus adversarios pretenden bloquear su marcha electoral hacia el Senado con un vulgar chantaje seudo religioso… (¡Cuánta bajeza!).