Todos los que amamos la democracia y apostamos por la estabilidad económica, política y social hemos experimentado profunda tristeza, impotencia e indignación con el colapso de las elecciones municipales del 16 de febrero, sentimientos que, en mi caso, se enumeran en este orden:
1-Mucha pena por el fracaso del voto automatizado pautado para las demarcaciones con mayor complejidad para el escrutinio del voto preferencial. Desde los inicios de esta Junta Central Electoral insistí hasta la necedad para que los actores del sistema político no permitieran que se lanzara por la borda la inversión de la Junta anterior en equipos para el escrutinio automatizado y la captación de huellas. Pedí como nadie que esa experiencia no fuera a la basura, que se hiciera provecho de sus fortalezas y se superaran sus fallas, pero más pudo la enemistad de Miguel Ángel García, director de cómputos, con Roberto Rosario Marquez y el interés de echar por la borda todo lo que tuviese su impronta.
2-Lo ocurrido bien pudo conducir a la suspensión u anulación de las elecciones en los municipios donde se realizaba la votación automatizada, pero protesté y protesto por la anulación del proceso en los municipios en los que la elección no tenía ningún vínculo con las fallas y en la que el proceso marchaba satisfactoriamente, hecho que se produjo a exigencias del liderazgo opositor, pretextando que no podía seguir el proceso si se había dañado donde se encontraba más del 60% de los electores, criterio válido si hubiesen sido unas elecciones presidenciales.
En consecuencia se arrastró al fracaso al 89% de los municipios, 76% de los Distrito Municipales, donde se escogían el 77% de los regidores, 76% de los vocales. Todo suma el 75% del total de los 3,849 cargos que estaban en elección. Miles de millones de pesos del contribuyente, los partidos y los candidatos se convirtienron, innecesariamente, en pérdidas.
3-La confianza en la democracia y la imagen de la República Dominicana seriamente afectadas por el hecho insólito de la anulación total de unas elecciones, lo que aperturaba un espacio de incertidumbre sumamente preocupante.
El proceso no las llevaba todas consigo porque resultaba inconveniente para la mayoría de los partidos participantes, pero era una meta que las dos principales fuerzas políticas debieron estar empleadas en superar, y que con mayor madurez política, rivalidades apartes, pudieron haber pactado la salvación parcial del proceso.
Pero el futuro no se construye con lamentos ni la realidad de transforma con el deseo de que las cosas hubiesen sido de otro modo, el hecho es que fueron anuladas las elecciones municipales y que hay fijadas unas nuevas para el 15 de marzo, que no podemos consentirnos el lujo de que fracasen.
Son altas las sospechas de que el proceso colapsó por descuidos y sabotajes, pero en un ambiente politizado una investigación de la Policía Nacional y del Ministerio Público, matizadas por algunos errores, se atascaba en las dudas, hasta que prendió la luz colocó esa tarea en manos independientes.
Saludo la decisión presidencial que aparta al Gobierno de la investigación y la ha puesto en manos de la Organización de Estados Americanos (OEA), en colaboración con la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES) y la Unión Interamericana de Organizaciones Internacionales. Si hubo manos criminales, y creo las hubo, no deben quedar impunes.
Hay elecciones municipales el 15 de marzo, hay partidos que las seguirán torpedeando, pero el país debe estar primero.