La precipitada escogencia de la doctora Margarita Cedeño de Fernández como compañera de boleta del licenciado Gonzalo Castillo, mas allá de las discusiones jurídico-constitucionales y de la alharaca mediática de quienes le dan avenencia o la cuestionan, podría interpretarse como una inédita confesión de debilidad e impaciencia impropia de una falange política de la magnitud y la proverbial capacidad táctica del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Es cierto que el peledeísmo vive hoy momentos de intranquilidad y desaliento, y también que por ello mismo anda afanosamente en busca de remedios urgentes para las graves y urticantes magulladuras políticas que ha sufrido tras la suspensión de las elecciones municipales del pasado 18 de los corrientes, cifradas específicamente en la impresión generalizada -sea o cierta o no- de que en el aborto de las mismas intervinieron sus manos maestras para evitar la derrota y, sobre todo, en las pacíficas pero vigorosas manifestaciones en su contra protagonizadas en la víspera por jóvenes de clase media (en la Plaza de la Bandera y en importantes centros comerciales), amas de casa (cacerolazos) y personas de todos los estratos socio-económicos que nunca opinaban (medios digitales y bocinazos).
(No se mencionan aquí las actividades antigubernamentales de los partidos y grupos de oposición porque no son nuevas y responden a una postura consabida, aunque sí es dable destacar que la realización de una marcha conjunta de casi todas las fuerzas contrarias al oficialismo “en defensa de la democracia” -pese a las justificadas reservas que despierta la presencia en ellas de reconocidos maleantes y pancistas-, es un peldaño más que se avanza en el marco de la posibilidad de que se aúnen esfuerzos en la primera vuelta o en el balotaje a los fines de lograr el objetivo común de desalojar del Palacio Nacional a sus actuales ocupantes).
La selección de la doctora Cedeño de Fernández, valga la insistencia, deviene hija política de esas circunstancias perturbadoras, en la inteligencia de que la misma no sólo constituye un golpe de efecto que podría desviar la atención ciudadana (puesta hoy en las aludidas protestas, cuya consigna básica apunta hacia la “necesidad” de que el PLD salga del poder), sino que al mismo tiempo contribuye a cohesionar el voto peledeísta y a aprovechar la imagen de potabilidad relativa que las encuestas le atribuyen a aquella. Los integrantes del coro mediático oficialista, con la unanimidad que les caracteriza (debido a que sencillamente se ciñen a un guion que se les suministra para tal objeto), se han encargado de confirmar esa inferencia en las últimas horas.
Además, sabedores de que la doctora Cedeño de Fernández ha tenido siempre su propio nicho de simpatías (atribuible más a sus calidades gubernamentales vinculadas a la políticas de acción social que a cualquier otra cosa), es notorio que los peledeístas se han propuesto nueva vez ostentarla como representación de las mujeres y la juventud madura del país, a la vez que la ofertan en otro norte como interlocutora válida para la seducción o adhesión de militantes descontentos, beneficiarios de los programas sociales del Estado y disidentes hoy agrupados alrededor de la Fuerza del Pueblo (FP). Naturalmente, tampoco se puede ocultar -si nos ceñimos a lo veraz- que tales simpatías ya están mayoritariamente encuadradas dentro de los límites de la fe peledeísta.
La decisión de marras, de todos modos, pese a lucir agraciada y necesaria en el ambiente patéticamente desfavorable en el que se desenvuelve actualmente el PLD (y situando la onda en principio hacia las elecciones municipales de marzo próximo), no deja de ser arriesgada y exhibir perfiles de “táctica de ruleta rusa”, pues de entrada no aparenta ser suficientemente impactante como para hacer que la sociedad dominicana mire en otra dirección, sobre todo porque aunque el parapeto de la prevaleciente sensación de burla y engaño es lo acontecido en las últimas semanas, las expresiones orales, escritas o gestuales de la gente que protesta no se limitan a ello: más bien, ponen sobre el tapete la impotencia y la indignación acumuladas durante tantos años de peledeísmo gobernante y, más aún, la decidida voluntad de procurar su salida del poder.
Igualmente, es poco probable que tenga eficacia fáctica la premisa oficialista de que puede vender electoralmente a la doctora Cedeño de Fernández como abanderada de los intereses de las mujeres y los jóvenes: en el caso de las primeras, lo que mejor demuestra el aserto es que en las protestas abundan las muchachas y los cacerolazos son obras de amas de casas (lo que indica que estas no se han sentido representadas por la actual vicepresidenta a pesar de sus luengos años como parte de la conducción del tren estatal); y en el caso de los segundos, sólo por su edad (en mayo cumplirá 55 años) ella está incapacitada para representarlos, sin hablar de lo que significan en términos de conciencia y racionalidad las nuevas generaciones en el mundo cibernético.
Está por verse, desde luego, también todo lo otro: tratar de erigirse en interlocutora de atracción con los peledeístas disgustados, los beneficiarios de los programas sociales del gobierno y los antiguos conmilitones resulta fácil teóricamente, pero en los hechos presenta dificultades que requerirán ingentes energías y recursos colosales: superar la desconfianza (en el PLD abundan quienes creen que ella puede “alzarse con el santo y la limosna”), convencer a gente con muchas dudas de que su opción electoral será exitosa y demostrar que realmente puede ser “garantía” frente al reconcomio oficialista, aparte de que estará obligada a desarrollar una lucha canibalesca con un líder de la talla del doctor Leonel Fernández (que, además, es su esposo y padre de su hija).
Finalmente, es necesario recordar -porque políticos y comunicadores interesados insisten en olvidarlo- que mantener la misma oferta vicepresidencial, de entrada, podría resultarle al PLD contraproducente en lo atinente a la que hasta ahora han sido su línea nodal de campaña: presentar al licenciado Castillo como representativo de la “sangre nueva” en el escenario partidarista nacional.
Ciertamente, a los peledeístas les resultará bastante difícil explicar cómo es que el licenciado Castillo representa lo nuevo en la política nacional pero su compañera de boleta ha estado veinte años en el gobierno: cuatro como funcionaria palaciega prestada del Banco Central (1996-2000), ocho como Primera Dama operando con fondos esencialmente provenientes del Palacio Nacional (2004-2012) y casi ocho más como vicepresidente de la república y jefa del Gabinete Social de la Presidencia de la República (2012-2020). Ergo: podrá tener mucha “sangre”, pero no de la nueva.
Nada está más lejos del ánimo del autor de estas líneas que problematizar en demasía o relajar el tema, pero de alguna manera hay que decirlo: a menos que se recurra a las artes prestidigitadoras de David Copperfield o a las destrezas escapistas de Harry Houdini, la conciliación de esas dos matrices de campaña -que traducen realidades incontestables- resultará punto menos que imposible.
En suma: la táctica adoptada por el peledeísmo de repetir su candidatura vicepresidencial con nombres, apellidos y aureola puede ser entendible a la luz de las severas contrariedades de empuje y credibilidad que encara hoy, pero también es posible desabrigarla, de manera literal, parafraseando en contrario al inmortal vate nicaraguense: definitivamente, parece que no “está linda la mar” ni para Margarita ni para el PLD.
(*) El autor es abogado y politólogo.
[email protected]