Vivimos en una sociedad en transformación en el plano nacional y en el plano internacional. Esto implica que los valores y principios ético morales también están en tránsito hacia el cambio, unos valores caen y otros pasan a ocupar su lugar, pero en la transición, es difícil determinar cuáles están en aplicación y cuales en desuso.
De ahí la primera dificultad del Presidente en referirse a este tema. La llamada sociedad abierta presenta enemigos conocidos y enemigos desconocidos, en el ínterin, no se sabe quién es amigo y quien enemigo o si el amigo de hoy será el enemigo de mañana y viceversa. A pesar de esto, la gente quiere respuestas.
Si la sociedad tiene un marco constitucional y leyes adjetivas, se supone que, cuando menos, la sociedad debe funcionar, es decir, sus instituciones, sus órganos, deben tener respuestas para los asuntos que son prioritarios. La justicia, el orden, la familia, la ética, la moral, los principios son bienes que pueden variar de un orden social a otro, pero cada orden social posee los suyos propios y, al menos, los propios de cada modelo, deben se operativos, funcionales y no negociables.
En la sociedad dominicana se verifica la existencia de principios y valores poéticos cuya obligación nadie cumple. Es decir, nos encontramos ante una crisis moral mayor que la crisis económica y política a las que todos se refieren olvidándose, como el presidente en su rendición de cuentas, de la enorme crisis de valores que padecemos. La actitud de la doctora Margarita Cedeño de Fernández sobre su aceptación de la candidatura a vicepresidente de la República, por un partido diferente al de su esposo, lejos de presentar un consenso mantiene un disenso que agrieta en lugar de compactar a la sociedad como si esta no tuviese suficientes grietas. El tema adquiere tintes heroicos cuando se la conoce como una publicista de valores que ahora, se presume, no practica.
Obvio, el mundo de la ideología feminista es el que más atiza el fuego en uno y otro sentido. Por otra parte, Faride Raful se encuentra sometida a un fuego cruzado desde otro ángulo no menos polémico: el aborto. Encuentra legionarios en los frentes feministas y en los liberales pero choca de frente con las iglesias de toda laya.
El Presidente de la República hace un discurso de rendición de cuentas que no es realista ni es rendición de cuentas sino la apología de lo que él entiende son sus logros. Al tiempo que ignora la agenda de los jóvenes manifestantes que piden explicación por el sostenido endeudamiento externo del país, por las fallidas elecciones del 16 de febrero, por la impunidad, por la inoperatividad de la justicia y del ministerio público, por la arrogancia oficial, etc. Es decir, escenarios que conducen a repensar el si el país va o no va bien en tales circunstancias. La Torre de Babel parece juego de niños frente al viacrucis moral que padece la nación. Todos hablan pero nadie escucha, todos plantean soluciones en paralelo y ninguna se pone en práctica. Vamos como ovejas al matadero y a nadie importa. Es decir, somos una sociedad disuelta en el mundo individual y el mundo virtual que hoy nos caracteriza, y, a pesar de ello, seguimos reclamando valores, principios, justicia, ética y moral, no sabemos a quién.
Para que el mundo cambie la justicia, las iglesias, las academias y la milicia de una sociedad han de permanecer pulcras, si se desea llegar a puerto seguro. Sin embargo, la irrupción, por ejemplo, del narco tráfico que amenaza con convertirnos en un narco estado no deja de presionar. Lo mismo que la sociedad internacional nos hace reclamos de imposible cumplimiento mientras poco o nada da a cambio. El cambio climático, el mundo del plástico y el coronavirus se nos vienen encima y nada estamos haciendo.
Unos hablan de las virtudes de la sociedad global mientras otros tratan de destruir la globalidad para refugiarse en un proteccionismo impracticable dada la magnitud de los problemas que nos agobian.
Podemos seguir narrando puntos olvidados por el presidente, pero nos conformamos con concluir en que los olvidos pueden haber sido más importantes que lo dicho porque la sociedad espera respuesta de sus líderes en momentos de crisis, las respuestas son preferibles, por difíciles que estas sean, a hablar de logros conocidos y ya rancios. No es necesario profundizar en lo no dicho basta con enumerarlos y el déficits de sinceridad resultante deviene irritante para una generación que le basta con un clic para enterarse de la realidad ocultada con palabras. De ahí la irritación. DLH-1-3-2020