El fracaso de elecciones del 16 de febrero activó la alarma y el mensaje recibido fue que algo andaba mal en la sociedad dominicana.
El ambiente de crisis, derivado de la mala experiencia institucional, levantó a amplios sectores de la sociedad, la mayoría de ellos jóvenes, que comenzaron a reclamar que se investigaran las causas de aquella debacle electoral y a pedir la celebración de elecciones limpias y transparentes.
Como es sabido, la clase política dominicana es muy dada a recurrir a las trampas para imponerse en elecciones. Ocurre, que el ciudadano va ordenadamente a las urnas y al momento de contar los votos aparecen las maniobras fraudulentas, y detrás de ella, viene la crisis.
Elecciones tras elecciones se suceden estratagemas para burlar la voluntad del votante, que antes tiene que atravesar un sin número de manipulaciones que van desde el reparto de prebendas hasta diversos tipos de intimidaciones en busca de vulnerar su voluntad.
La cancelación abrupta de las elecciones municipales del 16 de febrero hizo que apareciera un ciudadano dispuesto a defender su democracia, y bajo esa vigilancia ciudadana, ocurren las elecciones extraordinarias de este 15 de marzo.
Esta vez, es el propio dominicano que parece dispuesto a observar la conducta de los políticos. Y eso tiene un gran valor para la institucionalidad democrática de República Dominicana.
De modo que este domingo el compromiso ciudadano debe ser el acudir masivamente a votar, y a la vez, el ejercer de guardián en defensa del sufragio.
A la Junta Central Electoral (JCE), los miembros de juntas municipales y oficiales de mesas electorales deben de saber que su único deber es cumplir con el deber de contar los votos respetando la voluntad popular.