El glaucoma es la primera causa de ceguera irreversible a nivel mundial pero, desafortunadamente, más de la mitad de las personas afectadas por esta grave enfermedad visual no saben que la padecen. Por esto es necesaria una revisión ocular periódica –anual o según lo indique el especialista– ya que el tratamiento siempre tendrá como objetivo evitar que se siga perdiendo la visión.
La advertencia fue hecha por la oftalmóloga especialista en glaucoma congénito y del adulto, Dra. Katia Cabrero, quien precisó además que, aunque la enfermedad no tiene cura, se puede controlar.
“El glaucoma se produce por el aumento de presión que normalmente tienen los ojos, ocasionando daño al nervio óptico, el cual es una estructura que funciona como un cable telefónico, transmitiendo la información captada por el ojo al cerebro, el cual la interpretará, produciendo así el fenómeno visual”, indicó la especialista del Instituto Espaillat Cabral, primer centro oftalmológico del país en acreditarse HFAP fuera de los Estados Unidos, a propósito de conmemorarse en marzo el mes del glaucoma.
Manifestó que la presión intraocular elevada afecta la circulación sanguínea a nivel del nervio óptico, lo que ocasiona que sus fibras vayan muriendo, por lo que menos información visual podrá ser llevada al cerebro.
“Por lo general, el daño al nervio óptico sucede de forma lenta, progresiva y sin ocasionar dolor al paciente, por lo que la alteración que se produce en la visión se va instaurando sin que la persona se dé cuenta. Por esto se llama al glaucoma ‘el ladrón silencioso de la visión’.
Precisó que aunque existen diversos factores que pueden predisponer a padecer de glaucoma, los de mayor incidencia son: antecedentes familiares de glaucoma, antecedentes de trauma o inflamación ocular, miopía, hipertensión arterial, diabetes, raza negra, y ser mayor de 50 años; sin embargo, la enfermedad puede afectar a personas de todas las razas y edades.
Como parte del examen oftalmológico, el médico tomará la presión ocular, revisará el aspecto que tiene el nervio óptico y, si fuese necesario, realizará un estudio del campo visual (perimetría computarizada), para determinar si existe daño en la visión periférica.
Además, existen otras pruebas diagnósticas modernas como la paquimetría corneal y la tomografía de coherencia óptica del nervio óptico. El conjunto de estos datos definirá si el paciente padece o no de glaucoma, además de cuantificar el daño existente en ese momento.
Cuando el daño visual no es muy importante, el oftalmólogo usará medicamentos en gotas para tratar de reducir la presión ocular. En casos más avanzados se puede necesitar combinar las gotas con la aplicación de rayos láser o, en última instancia, optar por la cirugía.