Los proyectos políticos son, en su totalidad, proyectos sociales, no existe pues el proyecto individual como actividad política. Ciertos individuos adquieren la capacidad de cautivar a las masas pero no lo hacen recurriendo a una retórica de lo individual porque saben que de hacerlo, fracasarían en el acto.
El líder es un catalizador o recogedor de inquietudes sociales que levantadas como discurso son capaces de hacer despertar a un pueblo dormido. A esta capacidad de levitación social llama Hegel demiurgo y la justifica afirmando que los pueblos viven en busca constante de un mesías. Los griegos llamaban demagogo a aquel político que era capaz de cautivar a las masas con discursos irrealizables no solo por poco realistas sino por estrambóticos.
Aunque todos los observadores rechazan al demagogo todos están contestes en que existe, en que su proyecto es viable mientras presenta realizaciones sociales. En Roma se consentían las más extravagantes acciones individuales de sus políticos mientras eran capaces de mantener al pueblo cautivado. De ahí la expresión pan y circo. Pero cuando no hay pan ni circo, el demagogo corre la suerte de Benito Monssolini. Por eso, los antiguos distinguían al tirano del dictador, el primero era aquel usurpador del poder que gobernaba exclusivamente en provecho de su claque y de sí mismo; en cambio, el dictador, era aquel capaz de gobernar para resolver determinados problemas del pueblo y por un tiempo preestablecido.
Si bien Sartori considera que todos los políticos son mendaces, reconoce que los partidos políticos requieren de una estructura que les dé vida propia y una razón que vender al electorado. Es decir, en todo partido subyace una motivación social aunque ésta, en el fondo, en lo que no se ve, sea un engaño, esto es una mentira con la que se embauca al pueblo.
A manera de ejemplo, el PLD quizás sea el proyecto político que se ha caracterizado por hacer el mayor esfuerzo posible por justificar su existencia en una supuesta necesidad de completar la obra de los Padres de la Patria. Su fundador hizo cátedra política con base a esta necesidad, luego hemos visto como sus discípulos han pasado de la misión de un imaginario colectivo aglutinador a una desfachatez rampante que busca reducir, y lo ha logrado, la misión de ese partido, a intereses grupales e individuales muy diferentes a aquellos que le dieron origen.
No se necesita ser un mago para saber cuál será el destino del PLD, el pueblo en las urnas el pasado domingo 15 de marzo, acaba de dar una señal contundente. En tales circunstancias, los partidos buscan recomponerse, sin embargo, la valoración que hasta ahora ha hecho el PLD de su desempeño en el pasado proceso con miras a las elecciones nacionales del próximo mes de mayo, son indicativa de que ese partido no solo es que abandonó la misión de completar la obra de los Padres de la Patria sino que tampoco tiene metas individuales o grupales que llevar a cabo.
Esto es: el PLD se auto define como un partido acabado en el sentido que lo manifiestan aquellos que salieron antes de sus entraña: un cascaron. Están prestos a entregar el poder en la forma en que lo hacían los últimos emperadores vendiendo a mejor postor y último subastador, el trono de Roma a precio vil. Esto es indicativo de que ahí no existe cabeza pensante, hartos de dinero del erario, serían felices con que se les deje irse en paz. Pretenden que apelando a una supuesta actitud democrática que nunca han sentido, pueden ser eximidos de responsabilidad.
Y quizás tengan suerte porque no está claro si quienes les sucedan le harán rendir cuentas al país, lo que sí está claro, es que se saben liquidados porque ya no tienen ningún atractivo que ofertar a la nación. Es decir, han dejado de ser una organización privada de interés público para quedarse amorfo, sin masas y sin ideas. Esto prueba que la actividad política solo tiene sentido si es a la vez acción social. Los partidos son proyectos de y por bien común que cuando abandonan este objeto, pierden su razón de ser y desaparecen como lo han hecho ya en la época pos Trujillo desde la Unión Cívica, pasando por el PRD, el PRSC y ahora el PLD.
El PRM se presenta a los ojos del país, en este momento, como el partido que aglutina el sentir popular contra el hartazgo, la corrupción y la ineptitud morada. Ha de saber que en su momento, si se consuma su propósito correrá la misma suerte si no es capaz de mantenerse como proyecto colectivo. El pueblo es desinteresado al dar su voto, pero no lo es cuando no se le cumple lo prometido, lo acordado. Bien han hecho algunos candidatos municipales hoy electos que han hecho contratos individuales con sus votantes. Esta sería la ruta hacia la consolidación de la democracia. DLH-16-3-2020