Una lectura no sesgada de los resultados arrojados por las elecciones municipales dominicanas del domingo pasado desmiente categóricamente las alegaciones casi triunfalistas presentadas al día siguiente por el Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y, luego, publicitadas con el apabullante perifoneo mediático que es ya su costumbre cuando intenta crear una percepción favorable a sus designios.
En efecto, los datos disponibles sobre los aludidos resultados hasta el momento en que se escriben estas glosas (aún provisionales, pero que ya marcan tendencias irreversibles), a despecho de las intenciones y los deseos del equipo político oficialista, si algo demuestran de manera fehaciente es precisamente que el PLD y sus aliados en esta ocasión han sufrido una estrepitosa caída en su apoyo popular y en su presencia hegemónica dentro de nuestros gobiernos locales.
Por ello, para el observador objetivo desde el principio ha lucido un acto de comedia bufa, a la par que un ejercicio de trastrueque retórico para tontos (ambos quizás hijos de una consuetudinaria propensión al truco y la manipulación alimentada por una racionalidad de glorias en suspenso), el esfuerzo destinado a presentar ante el país como una virtual victoria lo que ha sido una derrota tanto desde el punto de vista político como desde la mira (más fría, pero no menos exacta) de la aritmética electoral.
Es absolutamente entendible que haya gente en el PLD que se sienta estupefacta ante lo ocurrido (pues sus mas conspicuos voceros insistieron hasta la saciedad en que su triunfo estaba asegurado, y abundan por ahí los videos, los audios y las declaraciones que prueban su fiasco), pero no por eso deja de ser mañosa y apócrifa la “línea” mediática ¨bajada” por esa entidad (enrostrada a la nación por ciertos comunicadores y publicaciones con una unanimidad que indicaba su naturaleza) para mostrar el panorama dibujado por los comicios con una comparación absurda de desempeño presente basada en balances generales y no (como es lo correcto y honesto porque cada unidad político-geográfica tiene una población votante distinta y, por lo tanto, un factor de proyección diferente) en los resultados municipales por separado.
En términos de respaldo ciudadano, la verdad tiene una matriz única e indiscutible: esos resultados (pendientes todavía los boletines definitivos en varios lugares) acaban de consagrar al bloque encabezado por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) como la primera fuerza política del país, puesto que lo colocan por encima del que capitanea el PLD (aún aceptando el cálculo de 2.66 por ciento hecho por los estrategas de este último con una proyección que más adelante se demostrará que es matemáticamente fraudulenta) y reflejan un significativo aumento de su nivel porcentual de votación: mientras en las elecciones de 2016 obtuvo un 34.98 por ciento, ahora alcanzó (según el propio partido de gobierno) el 43.27, es decir, experimentó un crecimiento de un 8.29 por ciento.
Paralelamente, esos mismos resultados ponen al desnudo una dramática y considerable reducción de la votación oficialista: bajó del 61.74 por ciento que registró en 2016 hasta un 40.61 por ciento en las del domingo retropróximo (de acuerdo con los datos ofrecidos por el mismo PLD), esto es, tuvo un descenso de 21.13 por ciento. Sólo un ciego, un loco o un embustero (para usar una expresión que popularizó don Juan Bosch) consideraría que una caída de esta magnitud pueda asimilarse como una victoria relativa o reclamarse como parte de un “empate” frente al contendiente que incrementó su votación.
Mas aún: si examinamos específicamente los casos de los municipios de mayor concentración poblacional, los cambios en la votación en relación con la de 2016 también fueron ampliamente a favor de la alianza opositora: en el Distrito Nacional, el PLD bajó 5.53 por ciento (de 37.10 a 31.57) y el PRM subió 17.2 por ciento (de 40.57 a 57.79); en Santo Domingo Este, el PLD bajó 9.01 (de 43.71 a 34.70) y el PRM subió 43.76 (de 16.13 a 59.89); en Santo Domingo Oeste, el PLD bajó 33.07 (de 62.29 a 29.22) y el PRM subió 21.06 (de 31.17 a 52.23); en Santo Domingo Norte, el PLD subió 1.5 (de 51.97 a 53.47) y el PRM también subió 21.82 (de 16.65 a 38.47); y en Santiago, el PLD bajó 3.81 (de 53.43 a 49.62) y el PRM subió 26.93 (de 11.45 a 38.38). Es particularmente notable que en los lugares donde el PLD subió o disminuyó muy poco su votación los candidatos no son de procedencia danilistas.
En cuanto a la presencia directriz en los gobiernos locales, los números igualmente les resultan adversos al bloque del PLD si se juzga en virtud de las expectativas que tenían sus dirigentes: el 4 de febrero de este año, el licenciado José Ramón Peralta vaticinó que esa organización obtendría “unas 260 alcaldías… de las 393 que hay en el país”, según informó la edición de esa fecha del diario “Hoy”. Si se tiene en cuenta que el Comité Político del PLD ha asegurado que ellos habían ganado 174 alcaldías (sin hacer distinción de las municipales y las de distritos municipales), está claro que se quedaron cortos con 86, es decir, con un 33 por ciento de sus pronósticos. Además, si se compara esa cantidad con los 246 alcaldes que respaldaban la reelección del presidente Danilo Medina en 2019 (según declaraciones al periódico “Hoy” ofrecidas el 17 de julio de ese año por Rafael Hidalgo, presidente de FEDOMU, y Ramón Santos, presidente de FEDODIM), la cifra sigue quedando corta.
Desde luego, hay que precisar que cuando el PLD presenta los datos citados sin hacer distinción de las alcaldías de municipios y los directores de distritos municipales no lo hace de manera inocente, sino que el objeto es nuevamente hacer “bulto” con los guarismos y tratar de ocultar la verdad: de los 158 municipios que tiene la república, ellos controlaban 106 y el PRM 32 como consecuencia de las elecciones de 2016, pero tras las del domingo pasado la distribución apunta a que el primero apenas quedará con 62 (para una reducción de 38 por ciento) y el segundo con 83 (para un aumento de 159 por ciento).
Por otra parte, y como ya se ha sugerido, la proyección presentada por los peledeístas de los resultados de las elecciones municipales es engañosa, infundada y tendenciosa, pues descansa en una generalización de las informaciones (en el mejor estilo de la sociología de la mentira tipo Goebbels ) que ignora las bases, los alcances y los límites de las unidades (municipios o distritos municipales) concurrentes: la prospección de una unidad grande no puede equipararse con la de una pequeña porque la curva que describirá en la primera será larga (más votos a ser proyectados y, por lo tanto, mayor aporte al porcentaje final) y la pequeña corta o muy corta (menos votos a ser proyectados y, por ello, menor aporte al porcentaje final).
(En lo concerniente al tema de las proyecciones estadísticas y sus curvas, acaso convenga sugerir al lector no familiarizado con sus reglas y técnicas que, si realmente desea tener una idea clara de cuando son falaces y cuando no, realice una consulta al respecto a algún familiar o relacionado que maneje el tema para que se lo explique con mayores detalles. De este modo podría atisbar con mayor claridad el trasfondo chapucero de las proyecciones hechas por el PLD).
Otro hecho revelador que no se menciona en la declaración emitida por el órgano supremo de dirección cotidiana del partido de gobierno es la gran diferencia entre la cantidad de personas que votaron en sus primarias de octubre del año pasado y las que lo acaban de hacer en las elecciones municipales: según los datos de la JCE, en las primeras hubo 1,795,954 sufragios válidos, y -conforme a lo expresado por el PLD- en los comicios del domingo sólo 1,011,350, lo que indica que tuvo una pérdida de cuando menos 784,604 votantes.
Y los peledeístas le deben al país una explicación sobre esa singular ocurrencia (que habla de una merma en la participación de un 43.68 por ciento) no sólo porque ellos han dicho insistentemente que la Fuerza del Pueblo y el doctor Leonel Fernández no tienen más de un 5 o 6 por ciento de preferencias electorales, sino también porque en el PRM la situación fue justamente la contraria (siempre según las informaciones servidas por la JCE y el mismo PLD): sus votos válidos se elevaron de 382,294 a 1,077,790, para un aumento de 695,496 (casi un 182 por ciento).
Finalmente, hay que insistir en que un asunto manido, y que es válido para todos: si bien los resultados de las elecciones municipales son importantes y reflejan los perfiles locales de las preferencias y los liderazgos políticos (creados en general a partir de las simpatías partidistas, pero muy influenciados por motivaciones comunitarias, amistosas y familiares), no necesariamente pautan el comportamiento del electorado en asuntos como la participación (y de ahí el alto nivel de abstención), las predilecciones nacionales (en las que lo que indican las encuestas de fiar es mejor parámetro) y las adhesiones partidarias (sujetas al nivel de estructuración y siempre permeadas por la atmósfera de rechazo o aceptación sociales prevaleciente).
De todos modos, la realidad expuesta por los comicios del domingo está clara como el agua limpia, y si alguien todavía alberga alguna pequeña duda de que la sociedad dominicana y el PRM le dieron una verdadera “pela” al PLD, sería bueno que vea de nuevo las fílmicas y las fotografías de la rueda de prensa del Comité Político de éste para que compruebe, en imágenes y sin que nadie le cuente, el ambiente de luto prevaleciente y los rostros fúnebres de los participantes en la misma, incluyendo a su candidato presidencial.
(*) El autor es abogado y politólogo.
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