Esta prueba, tan peligrosa y espantosa a la vez, por la secuela de víctimas que provoca, puede dejar algo beneficioso: la renovación del planeta, de nuestro mundo. Han comenzado a verse cambios favorables a la naturaleza en distintas latitudes: Europa, Asia, Norteamérica, Sudamérica, Australia, en fin, en todas partes.
Y en lo que concierne a nosotros, no hay que hacer cálculos para uno enterarse que en estos días de recogimiento por el coronavirus, el Gran Santo Domingo, con todo y la ciudad Capital, está libre de polución. Otras urbes importantes del país también lo están.
Si de algo ha valido la cuarentena ha sido para limpiar las ciudades de la contaminación vehicular, tanto en número de unidades como en el dióxido de carbono (CO2) que de ordinario pulula en el aire, y que tanto daño provoca en los seres humanos.
De seguir las cosas como hasta ahora, es muy probable que para Semana Santa playas, balnearios y centros turísticos estarán libres de vacacionistas, otro duro golpe para la economía de ese sector, que siempre registra en el período lo que se denomina temporada alta.
Por la falta de público, al igual que en las ciudades, esos lugares de manera natural comienzan a ver renovado su ambiente, con aguas cristalinas y sin cúmulo de desperdicios en sus entornos.
Este año el calendario registra la Semana Santa del domingo 5 al sábado 11 de abril . Las medidas anunciadas por el gobierno se extienden por 15 días, incluido el toque de queda en horas nocturnas. Salvo que se tengan que prolongar, se espera que estas medidas concluyan el viernes 3 de abril.
Si es que para entonces el peligro de contagio por coronavirus no haya pasado por completo, resulta cuesta arriba permitir que miles de vacacionistas alisten viaje y se dirijan a lugares de veraneo. Las autoridades deben estar muy pendientes de ello.
Aún cuando el mal haya cedido, esta vez no habrá lugar para las concurridas vacaciones a playas, balnearios y resorts. La situación así lo exige. Además, para los fieles católicos, los templos también están en receso hasta nuevo aviso.
Y es justo reconocer el esfuerzo y dedicación de los miles de facultativos, enfermeras y otros servidores que a diario tienen que vérselas con pacientes infectados por el mal.