Arlette, hoy las campanas tocan por ti.
Y la sonamos con alegría, porque es el repicar de la gloria a una heroina de mil batallas.
hoy que desciende a la tierra, de la cual viniste, te elevamos al más alto pedestal, donde están las mujeres que son símbolos y modelos de patriotismo y dignidad.
Decir Arlette es evocar la guerra de abril y el retorno a la constitucionalidad, con la figura paradigmática de su líder y mentor, el héroe nacional, coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, cuyas cenizas hoy descansan en el Panteón de la patria.
Si quisiéramos conocer a una mujer de la armadura del guayacán, esa era Arlette;
Si quisiéramos conocer el honor y la dignidad hecha mujer, esa era Arlette;
Si quisiéramos presentar a nuestras nuevas generaciones a una mujer que se abrazó a las ideas de su esposo, las proyectó en el tiempo y las convirtió en bandera de lucha por la libertad y la soberanía, esa era Arlette.
No descansó un momento hasta que el país descubriera la verdad de la guerra de abril.
Que el prof. Juan Bosch confiaba plenamente en Fernández Domínguez; que lo convirtió en el líder del movimiento popular y militar para impedir que pereciera la democracia;
Que Fernández Domínguez integró a los coroneles Hernando Ramírez, Francis Camaño, Mario Peña Taveras, Montes Arache, Lachapelle Diaz y muchos otros, para librar la batalla por la libertad y devolver la dignidad al pueblo dominicano.
Arlette se pasó más de 60 años mostrándole al país los hechos, tal y como ocurrieron, incluyendo el momento cruel en que su esposo fue asesinado por la espalda junto a los comandantes Illio Capocci, Juan Miguel Román y otros líderes de la insurrección armada, cuando en.plena guerra intentaron rescatar el Palacio nacional. Soldados de EEUU cumplieron esa misión de asesinarlos.
Ese día, Fernández Domínguez y su grupo se llenó de gloria, porque la muerte eleva los soldados cuando caen en defensa de la patria.
Cada vez que he pensado en abril 65, en Francis y Fernández Domínguez, necesariamente tengo que pensar en Arlette, y todos ellos representan la libertad, la soberanía y la aún endeble democracia que hoy vivimos.
Por eso, me inclino reverente ante su ataúd, como muestra de respeto a una dama que es ejemplo de hidalguía, de nobleza pura ( a su esposo lo asesinaron muy joven, y ella dedicó toda su juventud a desarrollar su familia y a proyectar el legado ético, de consagración y patriotismo de Fernández Domínguez.
A pesar de los nebulosos días que estamos viviendo con el virus, se impone que la bandera ondee a media asta y que se imponga el duelo nacional por tan sensible pérdida.
Están muriendo muchos seres queridos en estos días, y en su momento habrá que hacerle la despedida que merecen.
Dios protege nuestras familias y nuestro pueblo.
Cuando muere una figura excepcional, como es el caso de Arlette, debe sonar la trompeta del respeto, la sirena de la exaltación y elevarla al más alto honor de la inmortalidad.
Nuestro respeto a su familia, a sus 5 hijos y a sus compañeros de lucha.
Gracias Arlette por su legado; por su abnegación; por su entrega total y por ser un modelo permanente para la mujer dominicana.
Su firmeza es como el roble, que al bajar a la tierra se levanta y anda.
Descansa en paz.
Dr José Rafael Vargas
Senador de la República