¿Quiere usted saber la dimensión de la indiferencia e incongruencia humana?, solo tiene que enfocarse en este cuadro.
La humanidad sumergida en el túnel del silencio tratando de escapar de la pandemia del coronavirus, y el extravagante rey de Tailandia, Maha Vajiralongkorn, confinado en un lujoso hotel de Alemania con su séquito y veinte de su harén de mujeres.
Pero su pueblo, al que tiene meses que no visita, está azotado por la pandemia convirtiéndose en el segundo país más afectado del Sudeste Asiático, con 1.651 casos y 10 víctimas mortales.
Mientras la ciencia médica trabaja aceleradamente para crear la vacuna que detenga el Covid-19, millones de seres humanos están infectados o han muertos alrededor del planeta.
Este monarca es el más rico del mundo y actualmente recibe fuertes críticas en las redes sociales por su indiferencia ante su pueblo, aún frente a la actual crisis sanitaria mundial.
Vive su mundo sin importarle la suerte de sus conciudadanos aterrorizados por el mortífero virus.
¿Para qué necesitamos un rey? Son parte de los mensajes difundidos y compartidos por millones de internautas tailandeses que por primera vez cuestionan públicamente la ineficiencia del régimen monárquico.
Es el mundo de la tecnología armamentista que solo sirven para socavar la especie humana, destruir las instituciones y ampliar la brecha entre las élites y los pauperizados.
Ante la crisis sanitaria vigente otras preguntas surgen y reclaman respuestas: ¿Por qué las potencias mundiales son tan rápidas para fabricar misiles y no así en frenar el calentamiento global, responsable del surgimiento de diversas enfermedades?
Crisis Sanitaria
¿A partir del fenómeno devastador que está representando la actual pandemia, podrá la ciencia recibir el apoyo necesario de los países industrializados?
Una cosa es poderosamente cierta, el dinero y el poderío militar no vale nada cuando la sociedad es golpeada inmisericordemente por un virus que en cuestión de semanas ha puesto en jaque las economías, las principales bolsas financieras, los aparatos productivos y la movilidad social humana.
De pronto, todos estamos encerrados en los hogares y en el oscuro horizonte solo alcanzamos a visualizar calles, avenidas, parques y plazoletas desoladas.
El principal protagonista de la civilidad, el ser humano, está postrado en el escondite, aterrorizado por un poderoso enemigo silente al que todavía la ciencia no sabe cómo combatir y vencer.
Probablemente esta pandemia que desde ya es considerada como una de las más letales de las últimas décadas, obligará a la humanidad a una redefinición sobre su propósito y destino inmediato.
El poder del dinero está ahora suplantado a un segundo plano porque estamos inmerso en una coyuntura de supervivencia, donde el verdadero poder es nuestra espiritualidad, la convicción de sentirnos protegidos por Dios y a la espera de que la ciencia descubra la cura definitiva del coronavirus.
Aislamiento Social
Sin movilidad social, compelidos a permanecer encerrados en el hogar, nuestra principal base de sustentación en estos momentos es la familia, la solidaridad y unión familiar.
A seguir luchando hasta que tengamos el aliento por la vida, a vencer ese obstáculo que entorpece nuestro tránsito y sociabilidad colectiva.
Los jóvenes de hoy deben aprender a valorizar el sacrificio de sus padres, de aquellos sobrevivientes de anteriores virus y pandemias esparcidos por el mundo.
Tal vez, a partir de ahora tengamos un liderazgo político más responsable, que no juegue a minimizar el poder destructor del coronavirus o de otros que en el futuro surjan, como lo han hecho los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro; de México, Andrés Manuel López Obrador y de Estados Unidos, Donald Trump.
La sociedad merece protección; y no desaliento, temor y confusión. El pánico en este mundo de la informatización puede ser más letal que el impacto de un misil de ultra generación.
Los profesionales de la medicina que luchan tenazmente por socorrer a las personas afectadas del covid-19 y que ponen en peligro sus propias vidas merecen respeto y admiración de toda la sociedad. Es justo que en su momento sean recompensados con mejores salarios y protección.
Articulo de Manuel Díaz Aponte