La crisis de salud mundial que nos azota tiene un claro y urgente horizonte, ¿sustituir el modelo económico neoliberal por otro que priorice al ser humano?
En estos momentos cada nación está luchando por sí sola para superar la Covid-19 que nos golpea inmisericordemente.
Si la población no tiene salud ninguna empresa puede seguir operando porque el activo más importante de la historia de la humanidad sigue siendo la gente.
Las siglas del G7, integración de las siete economías más grandes del planeta, por sí solas siempre se levantaron erguidas como moles indestructibles.
Pero también, ¿qué harán los países del G20 como disposiciones inmediatas para encarar esta enfermedad no tan solo en sus respectivos territorios, sino además globalmente?
Cada año los organismos financieros como el Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) nos hablaban de su fortalecimiento y crecimiento continuo.
Nadie se imaginaria que el orgullo todopoderoso de las potencias mundiales rodaría estrepitosamente a un abismo, cargado de muertes y desolación.
Muchos menos que el centro financiero y comercial más poderoso del planeta, Nueva York, se convertiría en un fantasma.
Ahora Nueva York “sí que duerme”, obligado por las circunstancias sanitarias sus habitantes contemplan atónitos desde los balcones de sus edificios el cierre de centros comerciales; la Quinta Avenida desolada y el emblemático Wall Street en tinieblas.
El temible Coronavirus está sacudiendo a todos por igual, naciones ricas y pobres lloran a más de 75 mil fallecidos y un millón 350 mil casos de contagio en 191 países o territorios.
¿Cómo asimilar que los sistemas sanitarios de las siete economías más industrializadas y poderosas del planeta estén de rodillas ante este frenético virus?
¿Tercera Guerra Mundial?
¿Será el COVID-19 antesala de la Tercera Guerra Mundial?, por lo menos en lo económico los expertos pronostican circunstancias aterradoras por pérdidas de millones de empleos, caída del aparato productivo, desabastecimiento global y una incertidumbre generalizada en la psiquis humana.
Un posible derrumbe de la economía mundial debido a la pandemia que estremece el planeta impactaría sensiblemente a las superpotencias, cuyas economías creíamos “blindadas” para afrontar una adversidad como la prevaleciente.
Por supuesto, todavía no se puede predecir con exactitud cuál sería la magnitud de la crisis económica que se pronostica de “muy severa”.
Evidentemente que el capital mundial, los organismos financieros y las principales instituciones económicas tendrán que diseñar estrategias urgentes, y a corto y mediano plazo para afrontar este extraordinario reto.
Lo primero es evitar una hambruna global, que se crean los incentivos para retomar la producción de alimentos, apertura de empresas, generación de empleos y facilidades para los micros, medianos y pequeños empresarios.
Que el dinero como sistema de cambio no tenga un fin esencialmente especulativo y acaparador para que fluyan los recursos en manos de la mayoría de la población mundial.
De hecho, el FMI y la Cepal proyectan que de reducirse a un 5% el ingreso medio de la población activa de América Latina por la actual crisis sanitaria, la pobreza extrema crecería de los 67,5 millones actuales a 82 millones.
Los ingresos de muchos países latinoamericanos entre ellos, República Dominicana, provienen de las remesas y el turismo.
Primer Mundo: ¿salud de calidad?
El sistema de salud del primer mundo luce terriblemente golpeado por el Coronavirus, ejemplificado en China; Japón, Corea del Sur, Italia, Francia, Alemania, España, Reino Unido y Estados Unidos.
Desde que se propagó el primer caso de Coronavirus en Whan, localidad situada al norte de la República Popular de China, el mundo se mantiene en vilo a la espera de la vacuna que cure la enfermedad.
La prioridad ahora es enfrentar el virus y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha solicitado a los gobiernos de países miembros del G20 acelerar la fabricación de materiales y equipamientos médicos para hacer frente a la pandemia de COVID-19.
Si los estragos que se anticipan llegaran a destruir la economía mundial, sus efectos inmediatos repercutirían no solamente contra las naciones más pobres, sino además en las economías de las denominadas naciones del primer mundo.
Las organizaciones financieras mundiales están en la obligación moral de aplicar alternativas que no perjudiquen a las economías menos desarrolladas. Es hora de la solidaridad y de condonar las deudas que tienen nuestros gobiernos con acreedores internacionales.
Hacia el 2018 la deuda pública de República Dominicana era de 36.568 millones de euros, equivalente a 50,46% del PIB.
En más de cuatro décadas economistas y líderes políticos latinoamericanos han demandado la condonación de esos empréstitos, algunos de ellos, contraídos durante la guerra fría escenificada por EE.UU. y la antigua URSS.
Muchos de nuestros países fueron incentivados a compras masivas de armas para protegerse ante un eventual conflicto de dimensión mundial.
Otro factor generador del aumento de la deuda externa en la región es la corrupción administrativa por el desvío de recursos prestados a los gobiernos para programas de incentivos a la producción y de planes sociales.
Confinamiento
Los lúgubres días de confinamiento han cambiado la vida a los seres humanos en medio de la incertidumbre que genera escuchar y ver continuamente tantas noticias negativas.
La economía digital será la tabla de salvación en el futuro inmediato aunque en muchas regiones con niveles de pobreza y analfabetismo es un serio reto.
Millares de hogares en el mundo no tienen acceso a la tecnología ni al Internet, es decir, tener una computadora en el hogar es un privilegio en naciones subdesarrolladas.
Otro factor que trasciende en la presente crisis sanitaria es la falta de liderazgo para afrontarla, y se aprecia que no existe en este momento unidad de acción entre las potencias mundiales respecto al grave problema que afecta a la humanidad.
El liderato de Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania no ha dado señales de buscar alternativas conjuntas que contribuyan a terminar con esta inédita pandemia.
Se quiere culpar a China por la expansión de la coronavirus y ello no contribuye en nada si pretendemos una solución integral de todas naciones bajo las orientaciones científicas de la Organización Mundial de la Salud y especialistas de la Organización de las Naciones Unidas.
Estados Unidos y China no deberían retomar la vieja disputa de su guerra comercial, porque con la pandemia existente estaríamos en la puerta de un serio conflicto de escala mundial.
Es hora de solidaridad y protección de toda la población que habita este planeta.
Alrededor del 40% de los habitantes en el mundo carecen de agua potable en sus hogares y ante la agresividad de la COVID-19, evidentemente que todos estamos seriamente amenazados.
No se trata solamente de proteger a los países ricos frente a esta terrible enfermedad sino por igual a los más pobres de todos los continentes.
O nos salvamos todos o nos “jodemos” todos, porque aquí en verdad, el capitalismo “salvaje” esta vez no podrá salirse con la suya.
Articulo de Manuel Díaz Aponte