La experiencia política, de las últimas décadas, indica que la diferencia de un partido de gobierno y uno de oposición es precisamente que uno está arriba y el otro abajo. Las ideologías desaparecieron, pero también fueron sepultados los principios éticos. ¿Qué me dice a mí que el PRM no se convertiría en otro PLD en el hipotético caso de ascender al poder?
¡Claro el señor Luis Abinader es un empresario transparente! Y como él en el PRM hay otras tantas excepciones, pero dejémonos de cosas, todos los demás son dominicanos con los mismos defectos y virtudes que los peledeístas. El escenario político dominicano está lleno de individuos inescrupulosos. Y los grandes partidos dan prioridad a los corruptos, desfalcadores, contrabandistas e incluso narcotraficantes, a los que juramentan como “empresarios exitosos” y de inmediato los sientan en la mesa de honor.
Y esos son los sujetos que ostentan los cargos públicos o potenciales candidatos a ocupar las posiciones relevantes de llegar al poder, porque los candidatos asumen compromisos al recibir aportes millonarios de esos delicuentes. Un candidato que se respeta no le coge dinero a un delincuente. Y todo el que da dinero —máxime si se trata de millones de pesos— es a cambio de algo.
Sin embargo, el problema no sólo es propio de los partidos grandes. La única diferencia entre un partido chiquito y uno grande, salvo excepciones como APD, AP o Dominicanos por el Cambio, es matemática, es decir, el número de militantes. El grueso de los partidos chiquitos se suman a los grandes procurando una buena tajada del pastel. Nadamás. Pues tampoco se observa difencia ideológica ni ética. Las condiciones que ponen los chiquitos a los grandes es de ministerios, direcciones y cargos diplomáticos.
En este país, incluso, el tener un partido chiquito es una empresa rentable. Y el que tiene uno pide oro para la venta. Pues siempre hay individuos, que dinero les sobra, que buscan una sigla para lanzarse a la Presidencia de la República, con el supuesto objetivo de “acabar con la corrupción y hacer un mejor país”. ¡Válgame Dios!
A veces mientras más pequeño es el partido mejores dividendos genera, sino que le pregunten a Miguel Vargas Maldonado, a quien siempre, un grupo de adulones del PRD, ofertó como un empresario exitoso y ahora se descubre que su mejor empresa es el PRD. Guido Gómez tiene razón cuando dice: “Miguel Vargas quería un partido chiquito para hacer negocios grandes”. Ante esa realidad, gente con dignidad le han dado “un adiós para siempre a la política dominicana”.
La política dominicana no sólo está matizada por la falta de ideología y carencia ética. Súmele la demagogia de los candidatos en cuyo discurso predican una cosa y al llegar practican otra. “La humanidad tiene una moral doble. Una que predica y no practica y otra que practica y no predica”.
Pero el peor defecto que puede tener político alguno es la ingratitud. Nadie apunta en su agenda los favores recibidos, regularmente se memorizan. “El más ingrato es el que olvida los favores”, dijo Séneca.