La llegada de esta epidemia del coronavirus ha puesto al mundo en una situación que nunca antes había vivido en toda su historia. Que la humanidad completa haya tenido que encerrarse en sus casas, aislarse socialmente, no salir de sus hogares, para evitar que ese virus le afecte y pueda provocarle la muerte, es algo impensable e increíble. Hasta que se vive. Como lo estamos viviendo.
Pero esta cuarentena y aislamiento ha provocado en los hombres que tienen un matrimonio y una familia, algo todavía más sorprendente y complicadamente difícil, sobretodo si ese hombre no asume la condición de un verdadero hombre.
Tradicionalmente se define a un hombre como aquel que manda en la casa, que decide todo en su hogar, que tiene varias mujeres o queridas además de su esposa y quien, por lo general, no le gusta pasar tiempo en su casa compartiendo con su esposa o sus hijos. Esa visión de lo que es un hombre, está totalmente alejada de la verdad.
Para los que hemos asumido a Jesús como nuestro Señor y Salvador, un verdadero hombre no es aquel que tiene mucho poder, fama, dinero o muchas mujeres en su lista de conquistas, sino aquel que tiene a Jesús como modelo y guía de su vida, que es solidario, humilde, respetuoso de los demás y que tiene una sola mujer, a la cual debe amar, respetar y entregarse plenamente a ella. La Biblia lo establece con profunda claridad, cuando en Efesios 5:28 afirma lo siguiente: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”.
Para los hombres tradicionales esta nueva situación de cuarentena es un reto que no saben ni pueden asumir. Entienden este tiempo como un encierro obligatorio con sus mujeres, con las cuales nunca o casi nunca han compartido más de una horas.
Y a eso agregamos el hecho de que, al no tener servicio doméstico en sus casas, ellos tienen que compartir los oficios de la casa con su mujer. Para muchos hombres eso es demoledor y denigrante. Para ellos es muy duro tener que ponerse a fregar, planchar, trapear, atender los niños o cocinar.
El hombre tradicional cree que el hogar y las tareas propias de la casa son responsabilidad de las mujeres. Y como no hay trabajadora, eso debe hacerlo la esposa. Y están totalmente equivocados. Por eso, esta cuarentena tiene a a los hombres tradicionales al borde del abismo.
En mi caso particular esta cuarentena ha sido muy especial. En primer lugar, he podido llevar a la práctica todo lo que pregono en la conferencias de matrimonios. He compartido las tareas del hogar, he fregado, limpiado, trapeado, he acompañado a mi esposa Zinayda a preparar la comida, he compartido juegos familiares con ella y hemos gozado juntos un montón.
Y algo todavía más especial: Hoy 25 de abril, es el cumpleaños de Zinayda. Y lo he aprovechado para planificar una bellísima celebración acorde a la realidad que vivimos, con sencillez pero mucha emoción, en la casa, los dos solitos, mirándonos a la cara, sin bullicio ni nadie más que nos acompañe, sin montaje de escenografía ni orquesta de fondo. Solos ella, yo y Dios. Y el mayor regalo que le daré es prometerle ser un verdadero hombre por siempre y garantizar que Jesús sea quien dirija nuestro matrimonio y nos permita ser felices para siempre, como en los cuentos de Disney.
Euri Cabral
Economista y Comunicador