La pandemia del COVID-19, Aunque algunos países han tenido un relativo éxito en su contención, reduciendo las contaminaciones y las muertes, estamos muy lejos de su erradicación definitiva. Todo lo contrario.
Hay países, como Haití, donde apenas comienzan a sentirse los efectos de la pandemia. El panorama de la enfermedad en ese país, presentado en varios artículos publicados en el periódico Le Nouvelliste, por el Dr. Jean William Pape, copresidente de la Comisión de Gestión Multisectorial Covis-19 haitiana, es dantesco.
El Dr. William Pape dice: “En el mejor de los casos, Haití tendrá millones de infectados, cientos de miles de hospitalizados y miles de muertes en los próximos meses. Entre finales de mayo y agosto”.
“Si sucede lo peor, el aumento en los números puede pasar de tres millones y medio de portadores del virus a ocho millones y más y aumente las hospitalizaciones y las muertes”.
“No tenemos mucha gente mayor, pero sí mucha gente joven con comorbilidades”.
Hasta aquí las declaraciones del Dr. William Pape.
(comorbilidad: Coexistencia de dos o más enfermedades en un mismo individuo, generalmente relacionadas.)
Como podemos ver, el panorama futuro en esa nación no es para nada halagüeño.
Con el agravante de la siempre precaria economía estatal, el grave problema de desnutrición de la población en general, la pobreza, el hacinamiento, la falta de agua e higiene y el casi inexistente sistema sanitario en ese país.
Esto es algo para alarmarse. Las autoridades dominicanas deben tomar muy en serio estas declaraciones y no desmayar en el efectivo trabajo sanitario y social que se ha venido haciendo y poner énfasis en los 326 kilómetros de frontera que tenemos con Haití.
Compartir con esa nación lo poco que tenemos, pues es peor tener una avalancha de millones de personas tratando de buscar, en nuestro país, no solo trabajo, sino también alimentos y salud.
Pero, viendo un escenario un poco más amplio, si extrapolamos esta perspectiva desde Haití hacia África, el continente de la pobreza, con una situación económica y sanitaria muy similar a la de los haitianos, pero con una población de 1200 millones de personas, estamos ante una escena horripilante.
55 países, incluyendo los isleños, tratando de sobrevivir en esas condiciones, puede desencadenar en conflictos bélicos, internos e internacionales, de impredecibles consecuencias.
Nunca, en la historia de la humanidad, habíamos estado ante la disyuntiva de elegir entre la economía y la salud.
La mayoría de los líderes mundiales están haciendo malabares, para ver si encuentran un punto de balance, donde no se afecte ninguna de las dos. O, en el mejor de los casos, que el daño sea el mínimo posible.
Ante este futuro que ya está pasando de castaño a oscuro, preparémonos a auto condenarnos, sin haber cometido ningún delito, a prisión domiciliaria, por el tiempo que dure desarrollar una vacuna contra esta terrible enfermedad.
Del lado positivo, tenemos noticias de que ya en China y Alemania se está probando una vacuna en humanos y la universidad de Oxford, en el Reino Unido, acaba de hacer lo mismo, inyectando dos pacientes voluntarios.
Del lado tragicómico, en los Estados Unidos, como el agua y el jabón destruyen el letal virus, se está hablando de inyectar pacientes, con detergente líquido.
¡Cosas veredes amigo Sancho!
Que, dicho sea de paso, esta frase no aparece en el Quijote.