Durante los ocho años del gobierno de Danilo Medina han desaparecido, en los distintos puntos cardinales de la geografía nacional, unos 500 programas radiotelevisivos y casi todos los periódicos locales.
Más que por disposiciones del jefe del Estado, la fosa ha sido cavada principalmente por tres espantajos: el anticipo del 18% del Itbis, la revolución tecnológica y el coronavirus, pero -si no reacciona a contravientos-, parcializados pudieran adjudicarle la paternidad de ese lastre histórico.
En 176 años de vida republicana, poquísimos gobiernos se han animado a incentivar a la prensa. La mayoría la ha hostigado, comenzando por los absolutistas: Pedro Santana en su cuarto mandato (1858-1961) proclamó, jactanciosamente, que el país estaba libre de periodistas y abogados. Fusiló, lúgubremente, a Félix Mota Veloz, a quien consideró el primer mártir de la prensa por su ideal patriótico.
Tanto el “Marques de las Carreras” como Buenaventura Báez clausuraron periódicos, propinaron golpizas y exiliaron a editores y redactores. Ulises Heureaux (Lilís) además de los encarcelamientos y deportaciones, acribilló a otro mártir: Carlos Báez Figueroa, en tanto que en sus 30 años Rafael Leónidas Trujillo ejecutó y desapareció a 30 miembros de la prensa (uno por año), más fue responsable de 33 heridos, golpeados, arrestados y desterrados por oposición política más que por el ejercicio periodístico.
Sin embargo, la publicidad y la asistencia estatal a las publicaciones por algunos gobiernos han sido demasiado relevantes para la cultura, la democracia y la economía.
1.- El héroe restaurador y presidente constitucional Gregorio Luperón se encaramó como el visionario prístino de aliciente a los órganos impresos cuando por el decreto 1849 del 4 de mayo de 1880 dispuso, desde Puerto Plata, una subvención de 40 pesos mensuales para cada medio escrito.
A partir de entonces, las imprentas comenzaron a trabajar de día y de noche. Sólo en una década (1880-1890) surgieron más de 150 periódicos y revistas, entre ellos los cuatro primeros diarios: El Telegrama (1882), Diario del Ozama (1883), El Eco de la Opinión (1885) y Listín Diario Marítimo (1889). También, en 1883, fue fundada la primera Asociación de Prensa, presidida por Francisco Gregorio Billini, quien el año siguiente asumió la Presidencia de la República.
2.- El 21 de noviembre de 1914, el presidente doctor Ramón Báez dictó el decreto 5380, con un único artículo: “Quedan otorgadas franquicias postales a la prensa nacional”, para “facilitar su cometido”, cuando eran lentos los instrumentos de transporte: mulos, barcos y ferrocarriles, y apenas llegaban los primeros vehículos de motor.
Para emitir el decreto, el jefe de Estado, hijo de Buenaventura Báez, consideró que “la prensa, además de ser un agente de cultura, es el órgano natural de la opinión pública para vigilar el ejercicio del mandato confiado por el pueblo a los ciudadanos a quienes se han delegado las funciones de poder”.
En la capital, San Francisco de Macorís, Salcedo, La Vega, Moca, Santiago, Puerto Plata, San Pedro de Macorís y Azua fueron publicados 25 periódicos, más los que circulaban desde años anteriores, como el Listín Diario.
3.- El de Joaquín Balaguer fue el primer gobierno de la etapa democrática que otorgó exoneraciones de aranceles, derechos de aduanas, tasas y otros impuestos de importación e insumo para la impresión de periódicos, libros y revistas, maquinarias y equipos y para el funcionamiento de cines, productoras fílmicas de documentales y noticiarios.
El 23 de mayo de l978, dictó el decreto número 773, mediante el cual “se declara de interés nacional la institución de planes de retiro, jubilaciones, pensiones y seguros en las empresas periodísticas y en todos los medios de comunicación del país, siempre que los mismos beneficien a todos los trabajadores de dichas empresas, sin excepciones y que la división de las cargas y financiamientos necesarios para ponerlos en ejecución sean divididos bipartidamente entre patronos y trabajadores. Esos planes tendrán su propia personalidad jurídica”.
Para emitir el decreto, el mandatario estimó que “es política firme del actual gobierno cooperar con todo cuanto asegure el bienestar y la seguridad social de los ciudadanos”.
El 13 de junio de 1978, Balaguer dictó el decreto número 793, mediante el cual “se exonera de todo tipo de aranceles, derechos de aduana, tasas y otros impuestos de importación y de consumo la importación de las maquinarias, equipos, materiales y otros insumos que sea necesarios para la instalación y funcionamiento de los medios de comunicación social, incluyendo productoras fílmicas de documentales y noticiarios para televisión y cine”.
El primer ejecutivo de la Nación entendió, para emitir el decreto, que “la existencia de medios de comunicación con una economía sólida es la mejor garantía de expansión de la cultura popular y la forma más efectiva de asegurar al pueblo dominicano, mediante una prensa pluralista, su derecho a estar informado”.
Lamentablemente, algunos propietarios abusaron/defraudaron esas sanas iniciativas y, como derivación, las castraron.
Cuando en el 2012 Danilo Medina ascendió las escalinatas del Palacio Nacional, en el país existían más de 100 órganos escritos nacionales y locales (incluidos 9 diarios), unas 100 empresas formales publicitarias y de relaciones públicas; más 130 canales televisivos abiertos y del cable, más de 400 emisoras (AM y FM) de radio, ambas con unos 800 programas, y cerca de 200 periódicos digitales. Estos últimos son los únicos que han crecido profusamente, falseando y plagiando a diestra y siniestra por el déficit ético-profesional de sus mentores, y en su inmensa mayoría operando sin rentabilidad financiera.
¿Cuántos se han desvanecido en las implacables guillotinas citadas en el parágrafo primero, o sobreviven ahora aguardando la muerte?
Esos medios, que generaban unos 50 mil empleos, pagan impuestos, agua, luz, Itebis y otros servicios al Estado; ayudan a dinamizar el comercio y son sustentos de la democracia a través de las denuncias, las exposiciones y las orientaciones. Ellos mantienen vivas a compañías adyacentes y de soportes, como las imprentas, productoras de comerciales y documentales, diseño gráfico, monitoreos, medición de audiencias, vallas comunes y digitales, relaciones públicas, promoción de ventas, organización de eventos, entre ellos los artísticos; bajantes de andamios, letreros, rotulaciones, murales, señalización, exhibidores, etc.
En la globalizada y competitiva sociedad de la información, la sobrevivencia financiera mediática se torna más versada, por el predominio de negocios y oligopolios transnacionales, con diversificación temática (entretenimiento, espectacularidad, inadvertidos mensajes subliminales, etc.) y convergencia tecnológica. A los medios tradicionales les aplastan, además, el alto precio de los anuncios/avisos, los elevados costos operativos y los impuestos, y a los emergentes o digitales el bajo importe de la tarifa publicitaria.
Para revertir la posible contraindicación de sepulturero mediático en el epitafio de un desempleo nunca visto, Danilo Medina puede sumarse, como presidente democrático, a los escasos mandatarios dominicanos que legítima y colectivamente han estimulado a los medios y, como muestra de tolerancia, incluir a los críticos más agudos a su gestión gubernativa, en el marco de sus planes para reactivar la economía y a las Pymes apaleadas por el virus.
Sugerencias en favor de los órganos, especialmente medianos y pequeños: quitarles el inconstitucional anticipo y bajar el Itbis, asignarles parte del pastel de la imprescindible publicidad estatal y facilidades para la adquisición de insumos productivos. Las exenciones y otros incentivos amparan para la prevalencia, pero con los registros de proveedores y estrictas supervisiones y evaluaciones por sus asociaciones representativas, porque siempre existirán los insaciables y transgresores de las leyes.
Lo contrario sería colocarnos en la cercanía del ciclo cuantitativo más horroroso de la prensa nacional: el de la Anexión a España (1861-1865), en que en limitados espacios físicos circularon apenas cuatro diminutos periódicos. Entonces tendremos que analizar, sesudamente, los paralelos y perjuicios fatales mediáticos entre la economía de guerra y la economía pandémica del 2020.