Por Jesús Rojas.-En el contexto de la geopolítica mundial no hay casualidades. El surgimiento de la pandemia que atenaza al mundo apunta cada vez más su origen a un laboratorio de investigación virológica en Wuhan, China. Jamás nadie imaginó que un minúsculo virus llegara a golpear la existencia de millones de seres en una escala y con una ferocidad sin precedentes en el planeta, según el globalista y exsecretario de Estado, Henry Kissinger.
A cuatro meses de su accionar, sin asomo en el horizonte de cuándo terminará la pesadilla china, en la práctica estamos en confinamiento forzado/voluntario en las propias casas, millones sin empleos, negocios cerrados y miles de personas impedidas de dar su adiós póstumo a un familiar, mientras la economía se tambalea, y las industrias del turismo, aérea y de cruceros paralizadas en el mundo.
En tanto, millones de servidores públicos en la primera línea de defensa, médicos, enfermeros, policías, soldados, y otros héroes anónimos se juegan la vida por los demás. Mientras, el mundo se estremece con el conteo fúnebre. Tampoco existe una respuesta única a esta debacle que aflige a la humanidad, en medio de cuarentenas, distanciamiento social y negocios de vacunas.
¿Acaso son estas las reglas del nuevo orden mundial para no contagiarse? ¿Crear pánico y desesperanza con un virus que tiene una tasa de mortalidad de 3.7 por ciento? Por sus efectos secundarios, nos inundan con el “quédate en casa”, “lávese las manos”, “use alcohol 60 por ciento”, “cero apretón de manos”, “ni besos ni abrazos”, “cumpla la cuarentena”, “respete el toque de queda”, mientras las garantías constitucionales y los derechos humanos se debilitan.
Parece ser la manera más cruel de fomentar pánico y desasosiego entre la población. Refleja aspectos poco conocidos en el mundo democrático de un totalitarismo de Estado, típico de una dictadura política, ideológica, militar e industrial en un sistema mixto de enclaves económicos y control social, tan bien conocido por el “camarada” Xi Jinping y sus planes de dominio mundial.
La base de doctrina militar de la República Popular de China, RPC, se sintetiza en el libro “Guerra sin restricciones: el plan maestro de China para destruir a América” , escrito en 1999 por los coroneles Qiao Liang y Wang Xiangsui, de la Fuerza Aérea del Ejército de Liberación Popular (PLAAF), texto de amplia referencia en los instructivos subversivos prohijados en Caracas, La Habana, La Paz y Managua.
Las amenazas de China al mundo incluyen el debilitamiento de los valores democráticos, el desprecio de los derechos humanos, la obstaculización del tránsito indo-pacífico, la falta de respeto a los derechos territoriales y la ignorancia del derecho internacional, según concluyó en 2018 el Diálogo de Shangri-La, la principal cumbre anual de defensa de Asia.
Como indicara al principio, nada es casualidad en la geopolítica mundial. En sus afanes hegemónicos, el gobierno chino ha dado varios sobresaltos con esto de los virus y las pandemias. Primero fue en 2009, con el virus de la gripe aviar, (H1N1). Luego, en 2003, el virus del Síndrome Respiratorio Agudo (SARS); y en 2012, con el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, (MERS). Ahora es Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS.Covid-2) y sus terribles consecuencias.
La jerarquía del PCC debe una respuesta responsable al mundo. De no hacerlo, dada su naturaleza autocrática y antidemocrática durante más de setenta años, las consecuencias llegarán tarde o temprano. El futuro no será muy halagüeño si el mundo libre optara por enviar el mensaje equivocado a la dictadura militar-industrial-ideológica del comunismo chino.