Por Balbueno Medina.-En este momento en que las cifras en torno a la incidencia del COVID-19 en nuestro país, parecen ser alentadoras hemos visto que la desesperación se ha venido apoderando de diversos sectores de la población, sin que estos se hayan detenido a medir las consecuencias que nos dejaría la reactivación colectiva de las actividades cotidianas.
El gran cumulo de desinformación con la cual está siendo bombardeada la población dominicana, a través de las redes sociales y medios de comunicación irresponsables, han alentado la desesperación y la incertidumbre que sienten muchas personas, que agobiadas por la situación económica y el cansancio que provoca el encerramiento en casa, han querido salir a las calles desafiando las medidas que se han tomado para contener la pandemia.
Esa sensación de ansiedad y reacción iracunda de una parte de nuestra población, encuentran sus explicaciones en las defunciones que se han producido como consecuencia del alto consumo de bebidas alcohólicas y los apresamientos que se han realizado a miles de personas en diferentes localidades del país, sin que las acciones emprendidas para contener estos desafueros hayan tenido resultados positivos.
Por lo visto, las muertes que se registran en el país por el consumo de bebidas adulteradas, más de 200, y los apresamientos por encima de los 40 mil, nos indican que en la República Dominicana estamos luchando contra dos pandemias diferentes, el Covid-19 y la desobediencia de los que no han querido acatar las medidas para enfrentar la peste mundial.
Ante todo, lo que estamos viviendo y percibiendo por las informaciones que recibimos del mundo exterior, en la Republica dominicana debemos manejarnos con absoluta cautela y adoptar las medidas en el momento que consideremos conveniente al interés general para evitar el retroceso en el avance que se ha logrado en el combate del COVID-19.
Cada país tiene sus propias costumbres y modos de vivir, no debemos mirarnos en el espejo de ninguno de ellos en particular, es nuestra responsabilidad obrar como dominicanos y tomar las medidas en base a la marca dominicana, porque nuestra cultura tiene su propia identidad.
Por el hecho de que en Suecia o cualquier otra nación sus autoridades hayan tomado medidas adaptadas a su forma de vivir y cultura, no debemos imitar esas medidas en la Republica dominicana, porque son países con niveles de cultura y de vida muy diferentes e institucionalidad totalmente apuestas.
Sigamos haciendo lo que nos ha dado buenos resultados y si las condiciones lo permiten vayamos produciendo la apertura de manera gradual y en la medida en que las circunstancias nos permitan mantener el control de esta pandemia que ha puesto al mundo de patas arribas.
Lo que nos ha sucedido como país, con esta pandemia es significativo, si comparamos nuestra población con las cifras que arrojan los resultados del COVID-19, cuando casi alcanzamos la cantidad de 400 fallecidos y el contagio de cerca de 9,000 personas que viven amenazadas por esa pandemia.
Lo recomendable es no hacer caso a quienes, por apetencias particulares o interés de lucro personal, mantienen bajo presión a las autoridades para que produzcan una apertura a destiempo que nos llevaría al fracaso total, en perjuicio de la sociedad dominicana.
El COVID-19, es tan real como en sus inicios y todavía continúa cobrando la vida de muchos seres humanos en diferentes países del mundo y en la Republica dominicana, aunque ha avanzado en los centros urbanos de mayor población, no ha podido penetrar a comunidades de extrema pobreza de la región sur, situación que podría cambiar si se produce la reapertura que algunos interesados en llenar sus arcas de dinero han venido planteando a las autoridades.