El tema es recurrente. No lo inició el británico Thomás Robert Malthus (1766-1834) con su teoría sobre el constante crecimiento de la poblacional, en tanto la tierra, con recursos naturales limitados, es la misma, razón por la cual las pandemias, guerras, terremotos, y otras catástrofes, eran necesarias para mantener un equilibro. Carlos Marx, padre del socialismo científico dijo que tal teoría era un plagio, pues muchos otros pensadores, con anterioridad, habían esbozado pensamientos similares.
Más adelante, Lenin, líder de la revolución proletaria rusa, estableció que el desarrollo de las fuerzas productivas creaban las riquezas necesarias para la supervivencia en condiciones satisfactorias de la especie humana. El materialismo histórico-dialéctico fue contundente en su repuesta a la tesis mathusiana.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha denunciado en más de una ocasión los planes de los sectores más poderosos económica y políticamente del mundo, de reducir la cantidad de humanos a través de la planificación familiar, teoría de género, guerras fratricidas utilizando armas de destrucción masiva, la ciencia y la tecnología.
El profesor Klaus Schwab, fundador y director del Foro Económico Mundial en su obra “la cuarta revolució0n industria” señala que el mundo cada vez necesita menos humanos porque la inteligencia artificial, la robótica y la automatización los van desplazando. ¿Qué haremos con tanta gente en un mundo que no las necesita? –Se pregunta-.
El aumento de la población no se detiene. Pronto seremos más de 9 mil millones de almas, dice, en tanto las tecnologías avanzan a un ritmo inimaginable desplazando el trabajo de miles de millones fruto de la automatización, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la robótica, etc., lo que permitirá que la gente sea cada vez menos productiva y que al mismo tiempo viva más de cien años. (¿?)
El argentino Andrés Oppenhaimer, en su libro “¡Sálvese quien pueda!” nos hace una radiografía dramática sobre el desarrollo de los países ricos; describe cómo funcionan ya cadenas de hoteles, restaurantes, etc., sin humanos. Carreras como la medicina, el periodismo, el derecho, entre muchas otras, -advierte- van camino a su desaparición o especialización tecnológicas.
José Ignacio Latorre, de física cuántica de reconocimiento mundial, escribió un libro titulado: “Edita para máquinas” donde se pregunta si estamos preparados para la inteligencia artificial por las consecuencias que acarreará a los humanos. Mantiene la tesis de que las máquinas serán mayoría porque harán todo el trabajo, por lo cual deben ser dotadas de una “ética humana”, lo cual –desde mi punto de vista- sería una locura porque la ética de los humanos nos ha conducido al holocausto que ocurrirá más tarde o más temprano. (Recuerden la película de ciencia ficción “Yo, Robot”, del 2004 protagonizada por Will Smith)
Hay una bibliografía –amplia y profunda- sobre el tema. El desaparecido físico Stephen Hawking advirtió que la inteligencia artificial era un error, y que probablemente sea el último de la humanidad. (No estaba lejos de la verdad, como van las cosas).
El mundo del mañana –que es el mundo de hoy- ha cambiado. Es otro totalmente distinto al que conocimos hace apenas unos años. Y no nos damos cuenta. La brecha que separa a países desarrollados de los países atrasados y pequeños como el nuestro, es cada vez mayor, por la falta de visión de nuestros gobernantes, incapaces de ver más allá de sus mezquinos intereses. No es “sálvese quien pueda”, es sálvese quien más invierta en educación, ciencia, tecnología de cara al futuro.
No hay que asumir la teoría malthusiana, ni mucho menos. La humanidad produce lo necesario para una población mucho mayor que la actual. La ciencia y la tecnología son aliados de la humanidad –no sus enemigos-. Somos nosotros, los hombres y mujeres de carne y hueso, los que hemos creado y desarrollado las ciencias, no para ponerlas en contra, sino a favor.
Pero los grandes capitalistas, el uno por ciento de la población, que tiene todo cuanto le falta al 99%, como dice Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, que en su última obra propugna por un “capitalismo progresista” en la “era del malestar”, quieren que seamos menos, mucho menos ya sea a través de la sexualidad, los tsunamis, ciclones, tornados, guerras, pandemias, terremotos y el diluvio que ahoguen pueblos enteros. Quieren entre el mar y se lleve dos o tres mil millones de hombres, mujeres y niños, primero a los viejos, como yo.