Con razón se ha dicho que el ajuste global esta vez la hizo el COVID 19 junto a la manipulación de la pandemia desatada.
No fue necesario recurrir al FMI y al BM para aquello de la política de shock económico y ajuste estructural neoliberal o neoconservador.
Pero este ajuste ha sido mucho más drástico: ha sido un ajuste brutal en tiempo record.
Estamos ante una parálisis de vastas aéreas de la economía capitalista mundial, seguida de despidos de centenares de millones de asalariados en todo el planeta, empobrecimiento de enormes contingentes de cuentapropistas y numerosas quiebras pequeñas, medianas y micro-empresas.
La pandemia, tratada con procedimientos y directrices rígidas por una OMS bajo influencia de los grandes corporaciones de la salud y otras ramas asociadas, aplicados en gran medida con el mismo patrón a realidades sociales diferentes, ha tenido mucho que ver con la magnitud y la prolongación de esos estragos económicos; montados además sobre los efectos socialmente degradantes de la estrategia neoliberal del gran capital aplicada en la últimas décadas.
A su vez, las consecuencias de esta parálisis económica han sido volcadas sobre el mundo del trabajo y la exclusión social, y sobre las estructuras empresariales más débiles, donde quiera que está reinando ese capitalismo endurecido.
Todo esto ha sentado las bases para un reordenamiento de la dominación capitalista con un mayor grado de concentración de riquezas, precarización del salario, gigantesca una exclusión social, incremento de la productividad y elevadas ganancias capitalistas… a costa de la subsistencia humana.
Con razón el tema despierta justificada sospechas al darse tal orquestación en cascada.
· ¿De una fase neoliberal a otra?
Si el fracaso o el éxito de un sistema o modelo determinado se mide por el grado de bienestar y felicidad que es capaz de generar para la colectividad humana, se puede hablar del fracaso total de la receta neoliberal.
Pero esa realidad, traducida en penurias sociales y vulnerabilidades estructurales, no permite afirmar que para la cúpula capitalista estadounidense –todavía la más poderosa del ya decadente imperialismo occidental- el neoliberalismo ha dejado de ser útil para su intensa gravitación al interior y al exterior del territorio de los EEUU.
Tampoco quiere decir que la estrategia neoliberal desplegada desde el siglo pasado -facilitada por el derrumbe de la URSS y de los regímenes similares de Europa Oriental- haya sido definitivamente derrotada; pese a las significativas impugnaciones populares escenificadas en su contra a escala mundial.
Por el contrario, en el contexto de esta multi-crisis, hay evidencias de que la cúpula capitalista estadounidense y sus principales centros de poder político-militar parecen inclinarse por imponer, en sus ya más reducidas áreas de influencia, un reordenamiento general que implica el despliegue de una nueva fase de la estrategia neoliberal; mucho más brutal que la anterior y en medio de mayores dificultades para sus promotores.
Aunque por inercia intelectual es frecuente equipar esa determinación imperialista a la imposición de “un nuevo orden mundial”, lo cierto es que por la emergencia de Rusia y de China como grandes potencias con otras racionalidades y por la creciente pérdida de hegemonía y fuerza de los EE.UU en no pocas regiones del planeta (incluida Nuestra América, en menor medida que otras regiones), esto asume las características de misión imposible.
Sin embargo, no es sabio menospreciar el impacto destructivo de esa determinación del poder imperialista estadounidense, esto es, los enormes daños que podrían ocasionar los zarpazos propios de su decadencia y de su prolongada crisis senil, en vertientes donde conserva mucho poder y en países y zonas bajo su control; dada su voracidad, su poderío militar y recursos tecnológicos.
Y esto es válido para no pocos países de nuestra América, donde el repliegue de su poderío todavía se hace sentir con bastante intensidad, motivado no solo por la cercanía, sino sobre todo por el valor de nuestros cuantiosos recursos naturales para prolongar su existencia y garantizar su consumismo dispendioso; muy útiles, además, para volver sobre la economía real, luego de entrar en fase de agotamiento su modelo financiero-especulativo.
· Otra vez el endeudamiento eterno, otra vez el impenitente dúo FMI-BM.
Encargado el COVID 19 de este ajuste brutal de dimensión global, descargado el funesto dueto FMI-BM de ese trabajo sucio, de nuevo se recurre a sus oficios para jugar su rol en el terrero del empleo del endeudamiento a granel para reabrir las economías desplomadas y atar a sus respectivos Estado al plan imperialista de matriz estadounidense.
Ese plan incluye privatizar en mayor grado los Estados, financiando con nuevos préstamos internacionales gran parte de sus menguados presupuestos; sustituyendo ingresos fiscales con inyecciones externas de dólares prestados, supliendo sus enormes déficits con deudas a futuro, bajo la gendarmería de FMI y las ordenes del Banco Mundial. A nivel de Gobierno Central, instituciones descentralizadas y Alcaldías.
Colonizando más que nunca antes los Estados, traspasando sus decisiones al poder de los acreedores o prestamistas; y reactivando la economía a imagen y semejanza de los interventores y sus socios privados.
Esto es parte de la nefasta racionalidad del gran capital, ahora extremada; que implica salvar su afán de lucro y de acumulación de riquezas aunque se hundan los pueblos; cargando el peso aplastante de la depresión sobre la fuerza de trabajo,
En esa dirección se proponen potenciar aún más lo militar y la guerra como negocio y medio de exterminio, manipular lo viral con iguales fines, saquear ferozmente la naturaleza (especialmente los recursos mineros imprescindibles para las tecnologías de punta), y emplear a fondo la productividad que implica la aplicación de esa tecnología para precarizar salarios y prescindir en mayor proporción del trabajo humano.
Y no podían faltar dentro de esa racionalidad perversa las implicaciones de la sentencia del funesto Henry Kissinger afirmando que la clave está en la “despoblación del planeta”.
· EE.UU con la palanca del endeudamiento en sus manos.
No es un secreto que EEUU en este periodo está obligado a una sobre-oferta de dólares, de ahí el interés de manipular la depresión para endeudarse más y endeudar más a los demás, usando el endeudamiento como arma de sometimiento.
Le sobran papeletas sin respaldo en dólares y ahora sin respaldo en la compra exclusiva del petróleo en moneda estadounidense, con mayores riesgos de un desplome significativo de su poder mundial como medio de cambio.
En tiempos pasados, EE.UU, bajo chantaje militar, le planteó Arabia Saudita asumir el compromiso de vender petróleo solo a base de dólares y extender la medida a la OPEP. Así logró re-apuntalar en términos relativos la hegemonía de su moneda durante un tiempo.
Sin embargo, esa situación acaba de quebrarse.
China ha entrado audazmente en ese mercado con su YUAN y logró que países como Rusia, Irán, Venezuela… acepten romper el monopolio del dólar en esas transacciones Y está claro que a China el poder imperialista estadounidense no le puede hacer lo que le hizo al Irak de Sadam o la Libia de Kadhafi.
El dólar desplazado en esa dimensión por el yuan, bastante destartalado por cierto, abunda en la RESERVA FEDERAL de EEUU. No es necesario prender las rotativas.
Va en declive, pero todavía sigue siendo útil para engañar bobos y entrampar lacayos, gobiernos y Estados serviles.
De todas maneras, estos reordenamientos imperiales -sumamente drásticos por las exigencias que siempre impone el agotamiento de una determinada dominación y hegemonía- si bien puede servir para reforzar controles y sometimientos a plazo corto, generalmente no logran detener la decadencia de un sistema internacional cada vez más debilitado y con fuertes adversarios.
Menos aun impedir la insubordinación de pueblos abusados de tal manera.
La necesidad del cambio podría generar la posibilidad del mismo, siempre que la irrupción de multitudes indignadas pueda estar acompañada de fuerzas conductoras y propuestas alternativas al orden mundial enfermo y a sus expresiones nacionales contaminadas y en deterioro.