Nadie sabía quién sería el compañero o compañera de boleta del candidato presidencial del PRM, Luis Abinader.
Surgieron nombres como el de David Collado, Jesús Feris Iglesias, Milagros Germán, José Ignacio Paliza y Josefa Castillo, entre otros y otras. Todos muy buenos, de larga trayectoria pública.
Cuando Luís escogió a Raquel Peña nadie sabía quién era. Algunos me dijeron que era un grave error, que había que seleccionar a una persona bien conocida, que sumara votos, no una desconocida. –A esa no la conocen ni en su casa- me comentó una vieja militante del PRM. Yo me hice la misma pregunta. Estaba desconcertado. Llamé a mi hija Amanda Adames (la vi nacer y crecer) y le pregunté si la conocía. –Claro, es chulísima. Pura chispa trabajando. No descansa. Para mí fue un privilegio trabajar con ella en la universidad. Ella es una verdadera gerente- me comentó.
Hice otra llamada y pregunté quién era Raquel Peña. –Oh, Juan, pero tú la conoces bien hace años. Ella es la hija de Leocadio, donde fuimos muchas veces con el presidente Hipólito Mejía- No me diga esa vaina. ¿La hija de Leocadio? ¡Claro que la conozco! Fue ahí cuando caí en cuenta. Fue cuando le puso rostro al nombre. Llamé a Luís y le dije que había hecho una buena selección, que Raquel tenía la condición: Mujer de familia, educadora, innovadora que tras la muerte de su esposo y de su padre emprendió el camino de recuperar los bienes patrimoniales y echar hacia adelante como empresaria. Raquel, -le dije- es una mujer de muchos méritos, será una compañera, una aliada, no una competencia política. De ella no tendrás que cuidarte la espalda. Te ayudará mucho en cuestiones de Estado. Además –le dije- no solo es trabajadora, es honesta, no va al gobierno en busca de dinero. De eso puedes estar seguro.
Luego la llame y la felicité por su escogencia y me puse a su disposición. Me respondió con mucha alegría agradeciéndome el gesto de llamarla. No la he vuelto a ver desde entonces, pero hemos mantenido la comunicación a través del móvil y de las redes.
He seguido su trabajo político desde que fue señalada. No se equivocó Luís. Raquel es una mujer ejecutiva, que cree en los resultados de la investigación y del trabajo. Las metas para ella son muy importantes porque el ser humano, la empresa o la compañía que no tiene metas a corto, mediano y largo plazo, es como un velero que el viento arrastra en medio del océano. El Estado es como una empresa, pero de todos, una empresa del pueblo que debe ser manejada como tal, pero con transparencia y honestidad.
Raquel Peña no es una pescadora de río revuelto, ni una oportunista que desea escalar posiciones a costa de los demás lanzando zancadillas, ni colocando trampas para que los otros caigan en el vacío. Cree en el trabajo en equipo. Por eso ha sido exitosa, cree en el talento de los demás, por eso se ha convertido en una empresaria próspera. No es casual que Raquel Arbaje, la esposa de Luís, -también empresaria- , lo apoyara en la selección de Raquel Peña, como mucho entusiasmo.
Hoy el país sabe perfectamente quien es Raquel Peña y de lo que es capaz como mujer que ha sabido levantarse de los golpes que la vida le ha dado, arrebatándole a dos seres tan queridos como el padre de sus hijos y a don Leocadio, su padre. Hoy sabemos que ella vale por sí misma, que irá al Estado a servir, no a servirse, como lo han hecho los que han gobernado el país por 20 años.