Por José Francisco Peña Guaba.- En casi 20 años de alianza del BIS con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), aprendí a conocer la mentalidad tanto de la dirigencia como de la base peledeista.
Nuestro papel dentro de la coalición nos ayudó en ello y nos permitió obtener favorables resultados, innegables, que están ahí: primero, en el año 2000 el BIS le sumó a la bolsa electoral de la estrella amarilla casi 50 mil votos, que fueron los que hicieron la diferencia para llevar al PLD al segundo lugar en esas elecciones; segundo, aportamos 100 mil votos en el 2004 y logramos traer casi todos los partidos y grupos políticos de apoyo al partido morado; tercero, el Bloque Progresista en parte es obra nuestra bajo las instrucciones de Leonel; cuarto, durante la crisis que se produjo entre Leonel y Danilo para el 2015 se quedaron sin intermediarios válidos, pues todos los dirigentes del PLD se habían radicalizado en uno u otro lado, de manera que, prevalido de nuestra buena relación de amistad con el Presidente y de nuestra hermandad con Leonel, logramos el acercamiento si bien nos tomó más de dos meses, lo logramos, hasta que cerramos un acuerdo establecido en 15 puntos que firmaron los miembros del Comité Político y que después refrendó el congreso del PLD.
Aunque mis orígenes vienen del PRD, ante nuestra responsabilidad en el crecimiento de esta alianza ganadora de 6 procesos electorales de forma consecutiva, creemos conocer un poco la mentalidad de los miembros de la tolda morada.
A fuerza de creerse diferente el peledeísta construyó un nuevo estilo de hacer, ver y actuar en política. Pareciere que los peledeístas no eran dominicanos, porque los morados crearon un accionar que los separó y diferenció notablemente de los demás integrantes de la clase política.
Personalmente entiendo que eso tiene que ver con el proyecto y criterio organizativo de Juan Bosch. Él sabía que necesitaba construir un partido de cuadros pero que estos, a su vez, tuvieran un mínimo de nivel educacional y, concomitantemente, no podían ser de los estratos sociales más bajos, económicamente hablando, para que no le crearan una presión de solicitudes de ayuda al partido, como pasaba en el PRD.
Así fue, con agudeza, que el Profesor construyó el PLD con profesionales y estudiantes de las clases medias, con un criterio claro de metodología organizativa. Se estableció un riguroso procedimiento de identificación, autenticación y masificación. Era el claro discernimiento de que la calidad traería la cantidad, así lo hicieron.
Mi visión es que estos pasos se realizaron en etapas definidas: la identificación, que fue el proceso de construcción, ocurrió del 1973 al 1981; la autentificación, de 1982 al 1989 y, la masificación, inicia después del 1990.
El peledeísta no será muy efusivo pero si comprometido, responsable con las tareas asignadas por el partido, no mezcla su vida personal con el activismo partidario. Por eso tienen pocas relaciones primarias entre ellos, no se ve en el PLD el compadreo y la canchanchaneria que históricamente se observó en el perredeismo. Claro, como en todo hay sus excepciones.
De una disciplina férrea, en el peledeismo existían los rangos y se respetaban. Era como en los partidos modelos de izquierda, los del Comité Central, los oficiales superiores y su Comité Político, el generalato. Un “CP” era un semidiós dentro de los peledeístas.
El peledeísta de carrera u ortodoxo, llamémosle así, es bien formado, correcto en el vestir, riguroso en las instrucciones partidarias, formal para hablar, con aguda visión de los procesos sociales, sectario en los intereses de su organización y, de tanto ganar, son los que mayor vocación de poder tienen. Es que tienen claro el sentido pragmático de lo conveniente.
Con la llegada de Danilo han tenido que manejarse con cuidado para no ofender al jefe de turno, discretos, de poco hablar del tema, han desarrollado el sentido de la auto-protección, no se van a exponer innecesariamente pero, no lo duden, silenciosamente harán los que les conviene.
Reconocen las condiciones de sus compañeros Leonel y Danilo. Ven como el líder a Leonel, el orador, el carismático, el intelectual, el internacionalista, la “mina de oro” de la que hablaba Don Juan. En Danilo, el organizador, el dirigente, el conocedor de su dirigencia y de las bases, el estratega y armador. Pero cuando tú le pones a escoger a los peledeístas entre Leonel y Gonzalo, eso es una distancia de la tierra al cielo. Ellos lo saben, todos lo saben, pero, a fuerza de ser miembros del partido oficial, se han convertido en gobiernistas.
Sin embargo, su condición de compromisarios de los intereses gubernamentales no los hace tontos. Saben que están a punto de perder todo lo que han construido. Con la calmada actitud de quien se sabe en medio de la guerra, su quietud no se puede mal interpretar.
La gran disyuntiva qué hay en todos los niveles desde las altas esfera hasta la base es cuál posición se impondrá, si la que quiere la cúpula palaciega, que a presión quiere que todos hagan lo que no les conviene o, por el contrario, la decisión inteligente de proteger los intereses de la mayoría con Leonel. Sé que es difícil lo que viven hoy los dirigentes, los militantes y simpatizantes del partido morado, porque la presión, el chivateo y la cancelación por cualquier mínimo movimiento que realicen están a la orden del día.
Las opiniones están hoy dispares, puedo equivocarme pero, la dirigencia y militancia que yo conocí debe actuar con sabiduría popular y van a votar por el gallo que ellos entienden puede ganar la pelea; el mismo que ha ganado muchas otras, no por un gallo manilo que no ha ganado ninguna.
Es innegable que los peledeístas, por estar en el gobierno tantos años, han desarrollado un olfato único para visualizar y comprender dónde está la posibilidad de triunfo. Esto, sumado a su alta vocación de poder, nos augura ¡que habrá un voto en masa por Leonel!
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