La manecilla del reloj nos indica que vamos inexorablemente a un encuentro con la historia. Este cinco de julio la dignidad y el decoro tendrán la oportunidad de romperle las alas a la corrupción, al despilfarro de los recursos públicos y a la impunidad.
Esa misma corrupción culpable del estrangulamiento y sepultura de la esperanza de muchas gentes, que agobiadas de necesidades primarias optan por un trozo de salami, un pedazo de pan o un galón de gas propano.
Pero en las urnas todos somos iguales, tenemos el mismo poder de decisión que los demás para determinar quién será nuestro presidente; vicepresidente, diputados y senadores.
El pueblo hablará el domingo 5 de julio de este 2020 eligiendo democráticamente a sus nuevas autoridades entre miles de hombres y mujeres optando por un cargo electivo.
Un escenario electoral singular bajo un protocolo nunca antes registrado en el país, antecedido por la pandemia del Covid-19, que ha matado a millares de personas alrededor del mundo.
A la hora de ejercer el sufragio, ¿podremos recordar aquellos mensajes visualizados, musicalizados y en discursos de los jóvenes que en febrero levantaron nuestra conciencia en los alrededores de la sede principal de la Junta Central Electoral?
Hermosa acción para repudiar enérgicamente el boicot de las elecciones municipales; demandar el respeto a las normas democráticas, exigir el cese de la corrupción en la administración del Estado, impunidad y rechazar las pretensiones de alterar la constitucionalidad en el país.
El Voto Popular
Ahora es el voto popular que hablará por todos y según la mayoría de las encuestas efectuadas hasta el momento el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, obtendrá la victoria en primera vuelta.
El discurso renovador que proyecta una imagen de cambio está alrededor de Abinader y su plan de gobierno se identifica con un modelo de inclusión basado en incentivar la productividad, participación empresarial y de políticas sociales que dignifiquen a la gente.
La generalidad de los dominicanos estamos convencidos de que el saqueo de los bienes estatales y la delincuencia son las dos principales preocupaciones de la sociedad dominicana. Por eso, reclama un sistema judicial independiente del Poder Ejecutivo, capaz de llevar tras las rejas a los ladrones de “sacos y corbatas”.
No se trata de retaliación sino de imponer la Ley, ejerciendo autoridad en un régimen de consecuencia que permita la consolidación de nuestras instituciones apegados a los principios de la decencia, la ética y el interés colectivo.
El gobierno que logre enfrentar y castigar la corrupción en el país se casará con la gloria, una vieja aspiración que retranca las posibilidades de ampliar el abanico de protección a los más vulnerables.
En esta época de la “covidianidad” donde la pobreza se ha incrementado es fundamental imponer la honradez en el manejo de los fondos públicos.
El Banco Mundial prevé que en América Latina el número de pobres podría incrementarse en 35 millones de personas por la pandemia.
Ello obliga a los gobiernos a ser cautelosos y transparentes en la conducción del Estado y la utilización de los recursos del erario público.
Credibilidad Vs. Transparencia
A lo largo de cincuenta años de democracia representativa consolidada en el país, muchos de nuestros políticos han hecho fortunas ocupando funciones como síndicos; legisladores, ministros, directores generales, vicepresidente y presidente.
¿Cuál de los aspirantes a la Presidencia de la República es el menos cuestionado desde el punto de vista ético?
¿Quién proyecta una imagen de confiabilidad y transparencia para conducir las finanzas del Estado actualmente? Esas interrogantes son importantes analizarlas previo al votante sufragar en las urnas.
De las tres opciones presidenciales más importantes, sólo el aspirante presidencial del PRM, se ha comprometido independizar la justicia del aparato gubernamental designando para tales fines a un “fiscal independiente”.
Que haya menos políticos mañosos, corruptos e inescrupulosos en el manejo de los dineros de la colectividad es una aspiración de nuestra sociedad.
Hay que evitar aupar a quienes nos enrostran sus riquezas a costa del sudor y sacrificio de personas pulcras que trabajan intensamente para llevar el sustento a sus hogares.
Una sociedad donde la honradez sea un valor que defina el buen comportamiento de los políticos sí que es urgente construir, como lo viene enarbolando insistentemente el audaz abogado y dirigente del PRM, Guido Gómez Mazara en diversas investigaciones sobre las riquezas que exhiben políticos que aspiran conducir los destinos nacionales.
A diferencia de países como Perú, Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador y Guatemala que han sometido a la justicia a ex presidentes y otros funcionarios por corrupción, en República Dominicana nadie ha sido procesado ni siquiera por el escándalo de los sobornos millonarios pagados por la multinacional ODEBRECHT.
Un informe difundido a comienzo de este año por Transparencia Internacional (TI) coloca al país entre los más altos niveles de corrupción en el planeta con una puntuación de 28 sobre 100. De hecho, ocupamos el lugar 137 de 180 naciones estudiadas.
El votante tiene en sus manos el gran poder de decidir quién gobernará este sufrido y desigual país en el periodo (2020-2024).
Artículo de Manuel Díaz Aponte