Por: José Francisco Peña Guaba.-El 5 de julio desnudará los múltiples intereses que se presentan en las elecciones presidenciales y congresuales, a corta distancia ya. Pareciese que solo está en juego el Poder Ejecutivo y que, al igual que en el 2000, este es un tránsito normal de la alternancia democrática en donde a los partidos les toca estar un tiempo en el Gobierno y otro tanto en la oposición.
El precedente de la entrega del poder a Hipólito no originó mayores escarceos, salvo porque algunos exfuncionarios públicos fueron enviados por un tiempo a Najayo, entre ellos algunos connotados dirigentes peledeístas. Pero no hubo, entre perredeístas y peledeístas, mayores contratiempos. Los errores cometidos por los blancos desde el gobierno fueron tales que en solo 4 años los morados volvieron a subir las escalinatas del Palacio Nacional.
Aunque la obra institucional, social y de infraestructura de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) es inmensa no se puede negar, sin pecar de parcializado, que existe en la sociedad un hartazgo que le ha dado paso de manera espontánea a las ansias por “el cambio.”
Es natural que así sea. La ciudadanía está cansada de las mismas caras y de que los espacios de participación sean de la exclusividad de un único grupo. La gente se cansa hasta de lo bueno y hay que admitir, por tanto, que por lo menos la mitad de la población está cansada del peledeismo gobernante.
Si no fuera por la compleja situación que se presenta hoy día pudiéramos decir que esto, como fiesta de la democracia, no es más un evento natural de la sociedades democráticas, excepto porque aquí se está produciendo un enfrentamiento muy particular.
Veamos: en la parte política, los peledeístas están más definidos con la izquierda pero, contemporizan con la derecha empresarial. El Partido Revolucionario Moderno (PRM) es un partido de origen revolucionario pero, se identifica hoy con los postulados del sector conservador, por eso tiene un apoyo importante en la clase alta y mayoritario en la clase media.
La visión modernista del PLD contrasta con la propuesta más identificada con los sectores que más le apoyan, los sectores populares, por eso es que los peledeístas actúan con mayor independencia que los perremeístas frente a los detentadores del gran capital.
Pero aquí se ha incubado un diferendo social importante, porque los izquierdistas del PLD son de origen humilde y sus cabezas principales de nacimiento en el lejano sur, mientras hoy los del PRM salen de familias acomodadas, apellidos no tradicionales e incorporados a la política de una vocación popular orgullosa de la negritud de su líder inmortal.
Mientras la base de apoyo popular del PLD está en los barrios, la del PRM de hoy está en las capas medias y en los barrios elegantes. Solo fíjense los manifiestos cacerolazos, dónde se producen.
Esta diferencia de la composición social de apoyo y votos entre las principales alternativas electorales son rivalidades de gran calado, porque están ya en el cuerpo social dominicano. A diferencia del pasado “los blanquitos” están en la oposición, “los morenitos con el gobierno.”
Tienen su explicación: los peledeístas han armado una batería de programas asistencialistas para los sectores vulnerables de la sociedad y toda su política económica está dirigida a proteger y beneficiar los sectores populares. Esa marcada discrepancia es una realidad que muy bien supo explicar la prestigiosa politóloga Rosario Espinal.
En adición existe una lucha hegemónica internacional que se lleva al plano local. El PLD siempre se ha manejado con mucha independencia frente a los dictados del Norte, en correspondencia con sus orígenes.
Aperturaron las relaciones diplomáticas con Cuba, por muchos años coincidieron con el eje del gobierno venezolano y, sin duda lo más transcendente de la política exterior peledeista, fue el rompimiento de la relaciones con Taiwán y la apertura con la República Popular China, lo que ha hecho suponer un viraje de apoyo de los halcones norteamericanos a favor del candidato perremeista, en contraposición a los intereses de la 2da. potencia mundial, que se acomoda a relaciones cercanas con el gobierno dominicano.
Todo esto nos hace indicar que se está incubando una crisis política, social y de escala internacional, que la convierte en un problema de no tan fácil solución. Los de la oposición que somos parte del proyecto que encabeza Leonel Fernández, estamos preocupados por la deriva que asume el proceso electoral. Por eso, hemos sostenido que lo mejor que le pudiese pasar al país es que la mayoría ciudadana apostara por la experiencia y la capacidad simbolizada por el tres veces Presidente.
Estos comicios deberán probar cuán fuertes son los cimientos sobre los que está edificada nuestra democracia. Si podemos superar estas dificultades, si logramos escoger a las nuevas autoridades dentro de un marco de concordia y respeto a los valores democráticos, los dominicanos estaremos probando la fortaleza institucional que hemos construido durante los últimos años.
Solo la aceptación de las reglas del juego democrático puede contener los probables desaguisados que traten de cometer el gobierno o la oposición. Recojo las opiniones vertidas recientemente en un programa de televisión por la Lic. Rosario Espinal, para quien la clase media, atosigada por la voracidad fiscal del gobierno y por la ausencia de políticas de fortalecimiento para la misma votarán por el PRM; los pobres y sectores vulnerables, beneficiados por los programas asistenciales, votarán por el PLD y por Leonel. Al final reconoce los análisis de tan enjundiosa politóloga que cada clase o sector vota a favor de quien represente sus intereses.