Se acerca la hora de la decisión.
El mandato de tu conciencia en bien de la patria amada obliga a ser certero en tu escogencia.
Vayamos con disciplina, puntualidad y fervor a elegir a quienes tendrán la responsabilidad de conducir la nación dominicana por los mejores senderos.
El sagrado deber ante el terruño amado, su presente y futuro inmediato, es una invitación inexorable frente al sacrificio de los forjadores de nuestra nacionalidad, la familia y nuestros antecesores.
Participemos con entusiasmo y alegría en esta gran fiesta de la democracia sin responder a las mezquindades, las triquiñuelas y las apetencias personales matizadas por la arrogancia y la eternización en posiciones electivas, exhibidas por quienes no han respondido positivamente ante el cumplimiento de sus auténticas responsabilidades.
República Dominicana merece y requiere continuar siendo una hermosa nación, libre, soberana y verdaderamente democrática, sin manipulaciones, sin raterías politiqueras y al margen de la esclavizante corrupción y la perversa impunidad, que procura sumergir en la más espantosa miseria a hombres y mujeres laboriosos, ejemplarizantes y dignos de mejor suerte.
Este próximo domingo, sin tiempo que perder, peregrinemos en orden y con civismo a las urnas electorales para luego de una reflexión profunda y serena, reventarlas de votos críticos y sensatos para devolver la fe y la esperanza a un pueblo heroico y decoroso tal y como ha sido el sueño de sus patricios inmortales.
La decisión es ahora, el tiempo apremia, la patria nos llama, votemos por y para la historia, demostremos al país y al mundo que somos un pueblo bondadoso, indomable y decoroso que sabe castigar al malvado y laurear al pudoroso.
A elegir pues…