Más del 48 por ciento de los ciudadanos en capacidad de votar decidieron no hacerlo este domingo 5 de julio de 2020, a pesar de que la media tradicional es de no más de un 30 por ciento de abstencionistas, la razón, a simple vista, parece fácil: el Covid-19.
Ciertamente, el Covid-19 es un elemento no depreciable del por qué un porcentaje dejó de ejercer el sufragio, pero no en una proporción tan elevada. Cuando nos adentramos en este razonamiento descubrimos otros factores en tanto y cuanto desencadenantes de abstención electoral. A manera de ejemplo, se pueden mencionar: la ausencia de opciones creíbles, la ausencia de ofertas motivacionales o de conexión, por ejemplo, con los primeros votantes y la chabacanería electoral, la promoción con base al clientelismo político, la no presencia de ofertas electorales de alto contenido populista o doctrinario, etc.
Muchas opciones no eran creíbles por variadas razones, por ejemplo, Leonel Fernández, centró su campaña en la captación del voto peledeista sin que haya constancia de que logró su objetivo, más bien, muchos simpatizantes del PLD se sintieron desmotivados pues saben que un voto dividido no tiene posibilidad de ser exitoso en términos de votaciones para retener el poder y tampoco deseaban votar por el señor Gonzalo Castillo. Para este segmento su voto carecía de objeto, por tanto, se abstuvo; igual ocurre con el voto femenino, este tradicionalmente se inclina hacia el líder de Villa Juana, pero dada la situación con la admiradora de Chayanne, se generó una situación en la que el voto femenino pro Leonel no se sintió motivado a votar. Y, a la inversa, el voto machista, por la misma razón, quedó desmotivado. Añádase a esto, el punto de vista religioso, para este segmento, nunca despreciable en términos de votos, no hubo motivación entre ninguno de los candidatos.
El voto joven, no vio nada atractivo en Leonel porque este candidato no conectó con la juventud, siendo el mejor posicionado para incorporar en su boleta a dignos representantes de los manifestantes de la Plaza de la Bandera o bien de jóvenes en la franja generacional de los 20 y 40 años, decidió no hacerle ninguna oferta motivacional concreta ni de integrarlos. Se limitó a pretender arrastrarlos tras de sí, cosa que en pleno siglo XXI, no funciona entre los wawa ni entre los popis. Así, lo muestran los resultados electorales, donde se nota que el partido Alianza País, fue el único incluir en su boleta a un representante de este segmento.
El voto ideológico tampoco tuvo una representación electoral adecuada en Leonel ni en ningún otro candidato, pues las izquierdas están también atomizadas esta vez presas del degaste generacional que les impide conectar con la juventud. Esto tampoco fue aprovecho por Leonel a pesar de ser el aspirante con mayor condición integracionista. Pero no se dio cuenta de que en el siglo XXI, no basta con la oferta, debe existir integración por intermedio de los elegibles no hay pues representación sino participación directa o nada.
En el caso de Gonzalo Castillo, la situación es calamitosa, este candidato perteneciente a la generación de lo que Quevedo llamo “Poderoso caballero es Don dinero”, realizó una campaña centrada en ofertar dádivas directas e indirectas a la población votante más vulnerable, pero olvido el viejo adagio de que “músico pago músico que no toca”. Es decir, el presupuesto nacional estuvo a su servicio, es el voto oficial y todo lo que implica poner la maquinaria del Estado al servicio de un candidato, sin embargo, los números muestran que el dinero, sin que el candidato posea otras cualidades, no es suficiente. Esto es, el clientelismo es un componente importante pero no lo es todo. Sobre todo, en un partido como el PLD donde una fuerte tradición adversa a este tipo de práctica, no ha podido ser sacado del imaginario del peledeista ni del votante peledeista. El resultado está a la vista: Danilo Medina ha pasado al zafacón de la historia como estratega político, pues se confió en principios autoritarios en momentos en que la humanidad se adentra en el siglo XXI, época marca por la información cruzada y del receptor activo. Tratar a un pueblo indómito como un rebaño de ovejas no fue acertado.
La opción victoriosa, ha sido, como se sabe, la de Luis Abinader. Pero no estamos ante una victoria de este candidato sino ante un voto de hartazgo que buscaba de manera desesperada una vía para salir del danilismo encontrando en Abinader la ruta liberadora. Resulta curioso observar cómo leonelistas y danilistas mutuamente se acusan de engreídos, de prepotentes y de insensibles. La respuesta se la ha dado el pueblo rechazando sendas ofertas electorales.
De ahí que, siendo Luis Abinader la representación más auténtica de la voluntad popular, su gobierno ha de ser defendido a capa y espada de la incursión de conspiradores que solo buscan confundir al pueblo con sus apetencias desmedidas.
El país tiene ahora la oportunidad de avanzar hacia formas más democráticas de gobernar consolidando la democracia municipal, en primer orden e institucionalizando el país, de forma tal, que el autoritarismo sea erradicado y que las consultas refrendarias y plebiscitarias junto a la democracia deliberativa, sean el Norte de su gobierno. De no ser así, los sectores autoritarios desplazados se recompondrán y le harán difícil la gobernanza porque intentarán asirse como el diablo a la cruz, a la abstención electoral como elemento de presión y de la representatividad de que carecen porque, no se olvide, la abstención es superior a la votación obtenida por el candidato ganador, así como la votación del ganador es superior a los votos obtenidos por sus competidores en la jornada electoral que acaba de concluir.
Templanza para buscar adhesiones que amplíen su legitimidad dentro y fuera del mundo del partidarismo político, en el marco de la sociedad civil y los mejores ciudadanos, son sus desafíos más allá de la pandemia y de la crisis económica. DLH-8-7-2020