Permitimos que el Partido de la Liberación Dominicana gobernara durante 20 años, 16 de manera ininterrumpida, sin mayores contratiempos, sin grandes jornadas de luchas populares, sin pobladas, ni insurrecciones en las “escaldas montañas de Quisqueya”, y sin detener el marco jurídico constitucional.
Durante esos años la economía creció, es cierto, ¿pero, a qué precio? Esa bonanza de la que tanto nos hablaron no llegó a los sectores marginados, a los pobres, se quedó entre los grandes, incluyendo los funcionarios y dirigentes del grupo que nos gobernó. La corrupción no se detuvo en la puerta de ningún despacho, hasta donde sabemos. El endeudamiento exagerado e irresponsable sirvió, entre otras cosas, para llenar los insaciables bolsillos de los depredadores que se “alzaron con el Santo y la Limosna”, que no fueron al Estado a servir, sino a servirse impunemente con la cuchara grande, a “comer con su dama” y con su amante.
A pesar de Odebrecht, que otorgó más de cien millones de dólares en sobornos, de los mil y un escándalo de corrupción, de haber cogido más dinero prestado que ningún otro gobierno en la historia, no hicimos prácticamente anda. Nos fuimos hartando poco a poco, soportando abusos, atropellos, corrupción, impunidad, violencia callejera, sicariato, narcotráfico y micrográfico a la vista de todos.
El PLD navegó 20 por las aguas tranquilas del mar político que incluyó dos modificaciones de la Constitución, sin que se produjera un tsunami, un terremoto, un ciclón o una revolución, hasta que finalmente el partido se dividió tras los intentos del “Trujillo del siglo 21” por reelegirse y la imposición de un candidato a través del fraude en las primarias. Las condiciones se dieron para el cambio que encabezó el hoy presidente electo, Luís Abinader, que ganó los comicios con casi un 53%. Una proeza, sin dudas, porque Danilo Medina gastó miles de millones de pesos para tratar de que su títeres fuera electo presidente. No lo logró. Todo el Estado se volcó en favor del Penco. El pueblo dijo “basta ya”. El dinero no pudo comprar la conciencia de la gente que cogió todo cuanto le dieron, pero votó en contra. Una lección inolvidable para los partidos y los gobiernos.
Luis Abinader no se ha instalado en el Palacio Nacional. Para la toma de posesión falta poco más de un mes. Será el 16 de agosto. La población tiene que confiar en las nuevas autoridades y darle un voto de confianza. Permitirle subir las escalinatas hasta su nuevo despacho junto con la vice, Raquel Peña. Que salgan los decretos designando a los nuevos funcionarios y anunciando las primeras medidas. Hay que tener paciencia, dejarlo llegar y actuar. El nuevo presidente necesita tiempo, revisar las facturas sin pagar, ver como están las arcas del Estado, etc. Eso no se hace de la noche a la mañana.
Algunos sectores quieren ver “sangre”, que de inmediato los ex funcionarios vayan a la cárcel. Tampoco es tan fácil. El presidente no mete a nadie tras las rejas, lo hacen los fiscales y los jueces, es decir, es una responsabilidad del sistema de justicia. Luis cometió el error –digo yo- de prometer un procurador general de la república independiente. Más que el procurador, lo que necesitamos es desmontar la estructura judicial corrupta que el PLD formó profesionalmente y designó en los puestos para lo que de seguro vendría después de abandonar el poder. Esos fiscales y esos jueces difícilmente envíen tras las rejas a quienes les agradecen las posiciones que hoy ocupan, y que están protegidos por la ley que ellos mismos elaboraron y aprobaron.
Producir esas transformaciones, crear otro modelo, requiere de mucha voluntad política. (Recordemos que durante el gobierno de Hipólito Mejía fueron sometidos a la justicia y encarcelados funcionarios importantes del gobierno de Leonel Fernández y todos fueron puestos en libertad). Eso no puede volver a suceder. Los expedientes tienen que ser bien instrumentados para que no caigan en el vacío, sean archivados, para que de verdad se haga justicia y los corruptos vayan a la cárcel y sus bienes mal habidos incautados.
No creo que políticamente sea correcto amenazar el nuevo presidente de volver a las protestas si en “enero no hay un preso”. Así no puede ser. Recuerden mis queridos amigos que el PRM llega al poder en medio de una pandemia que deja centenares de muertos y miles de contagiados. Igualmente el país sufre una grave crisis económica. El Covid y la economía son dos pandemias. La peste morada es la otra. Estoy de acuerdo con las protestas, pero no como un deporte. Voy a la Plaza de la Bandera todas las veces que haya que ir. Incluso voy más lejos, mucho más. La gobernabilidad no está garantizada después de agosto. Luís encontrara un país en quiebra, sin dinero para pagar la nómina, ni resolver la crisis sanitaria. No será fácil. Dejemos que Luis por lo menos caliente la “silla de alfileres”, que comience sus planes junto al equipo de hombres y mujeres que lo acompañaran en la difícil tarea de recuperar el país, económica, ética y moralmente. Démosle tiempo. Si no funciona, si no hace lo prometido, entonces sí, todos a la Plaza de la Bandera, al Parque Independencia y donde haya que ir, pero mientras tanto, permitámosle que llegue al poder y que trabaje honradamente, como creo que lo hará.