Es costumbre, cada mañana, recibir en nuestro lecho conyugal la siempre expresiones de fraternidad y ternura de Mila Marie, la nieta más pequeña con que cuenta la familia.
Hablamos de un verdadero regalo hermoso de Papá Dios, quien al empezar el día llega a pedir la bendición del Divino Creador y a cautivarnos con su candidez y sus espontáneos comportamientos.
Hace uno días, con sus exclamaciones típicas al penetrar al aposento, súbitamente empuja la puerta para de inmediato exclamar:
– Buen día, ..ción papá Triffolio..!! Mírame cómo estoy..? Qué te parece..?
La inquieta niña nos hizo reír a carcajadas al tiempo que obligó, con su inusual aditamento, a que pensáramos serenamente sobre la preocupante y dolorosa situación que actualmente vivimos a consecuencia de la pandemia conocida como coronavirus.
Mila Marie había hecho presencia con una llamativa mascarilla que cubría gran parte de su rostro angelical y una amplia ¨piyama estampada¨ que arropa la mayor parte de su cuerpo.
La conmoción fue inmediata aunque, admitimos, trajo consigo a nuestro pensamiento la necesidad apremiante de reflexionar profunda y sosegadamente sobre la terrible y espantosa crisis sanitaria que nos ha tocado soportar.
La preocupación como abuelo de Mila Marie se hizo más acentuada cuando la expresiva niña nos respondiera, al momento que le solicitamos signar en nuestro rostro marcado por el discurrir del tiempo, tal y como era su costumbre diaria, su sonoro y energetizante beso mañanero.
– Papá, no puedo… vengo de las calles y te puedo contagiar..!! Mira mi mascarilla.
Admitimos que aquellas oportunas y válidas expresiones, acompañadas de la ingenuidad de la niñez, nos dejaron perplejos, sobre todo, porque de inmediato fuimos compelidos a reflexionar sobre los estragos psicológicos y conductuales que viene dejando como huellas indelebles en la población infantil del país y el mundo el funesto coronavirus.
Aquella respuesta, que desde un principio la asimilamos como un rechazo ejemplarizante, rápidamente, se convirtió en un llamado a hacer mayor conciencia sobre la abrumadora realidad sanitaria en que estamos subsistiendo y a no pretender continuar patrocinando una interacción humana a espalda de las medidas de emergencia que establece la denominada cuarentena.
Mila Marie, con su exclusión coyuntural involuntaria pero oportuna, amorosa y paradigmática, ante el afecto y el amor filial, apremia a constantemente tener presente que ¨ante un problema común, la solución somos todos¨.
Es una sabia y singular invitación a asumir una responsabilidad urgente y colectiva de los miembros de sociedad dominicana, sin miramientos de sexo, edad, color, religiosidad, procedencia o afiliación política, si en verdad procuramos vencer, a corto o largo tiempo, las devastaciones humanas que viene causando el Covid-19 y que cada día se expresan de manera alarmantes y aterrorizantes en el incremento de las cifras sobre los infectados y fallecidos que las autoridades de salud ofrecen a través de los medios audiovisuales.
La pertinente reacción de Mila Marie, con apenas tres años de feliz existencia, no tolera evasivas.
El mandato del presente implica todos juntos y de no ser así, nadie, absolutamente, nadie está seguro.
Sostener lo contrario, no es más que una ilusión, una quimera o una terquedad que al final podría transformarse en una horrorizante pesadilla nacional, tal y como tiende a perfilarse.
El rechazo ejemplarizante de nuestra nieta adorada, Mila Marie, no lo echaremos al zafacón del olvido, su reacción ha sido y será un mandato de valoración permanente y de agradecimiento eterno.
Por esa y otras razones, lo compartimos esperanzados en que no caerá en saco roto. Ya veremos…