La histórica abstención electoral de alrededor del cincuenta por ciento (50%) de los ciudadanos aptos para ejercer el sufragio, tiene a más de un observador inquieto, pues la pregunta del millón es ¿Quiénes fueron los que dejaron de votar? Obviamente, no fueron los del PRM, tampoco fueron los del PRD, ni los reformistas, ni los del PLD, dejaron de votar los leonelistas porque se dejaron seducir por la campaña pro polarización que pusieron en marcha los estrategas del PRM y del PLD, actuando por separado, pero con el mismo propósito: bloquear el voto hacia el hijo de Villa Juana.
De esos abstencionistas, se debe restar, el histórico treinta por ciento (30), un porcentaje para el covid-19, pero en su mayoría es voto de Leonel. En palabras diferentes, el votante pro Leonel seducido por la campaña hacia la polarización dejó de ejercer su derecho al voto al considerarlo inútil dada la polarización entre los otros dos contendores. Dejó de votar, además, porque no deseaban ir a segunda vuelta, pues obviamente, si se aumentaba el caudal de votos del partido verde, la segunda vuelta resultaba obligatoria.
La realidad es que la Fuerza del Pueblo (FP), no tuvo tiempo de articularse en una parte significativa del territorio nacional debido al poco tiempo de su reorganización como al hecho de que su comando o dirección de campaña lució solitario, es decir: no se estructuró como equipo operativo con presencia en la totalidad del territorio nacional, lo cual no significa que su labor haya sido deficiente sino que no hubo tiempo físico para articular dicha estructura.
Su principal activo político, su recurso humano principal, tampoco tuvo tiempo de realizar una campaña institucional y sistematizada por todos y cada uno de sus candidatos al Congreso Nacional por la política de alianza emprendida, como por el déficit organizacional presente en una maquinaria electoral que todavía no es un partido político propiamente dicha sino una facción desprendida del PLD que busca afanosamente posicionamiento, pues su experiencia de octubre cinco le dejó anonadado y luego el tiempo electoral resultó insuficiente para reaccionar, pues siempre estuvo sometido a la posibilidad de ser excluido del proceso electoral por las maniobras de su organización madre y, por qué no decirlo, porque algunos de sus dirigentes, todavía en el último minuto de la campaña, creían en una reconciliación que nunca llegó.
Ese proyecto político carece de una identidad propia porque ha asumido un rol ideológico que lo ciñe a la juventud revolucionaria de la alta pequeña burguesía de los años sesenta del siglo XX, cuando Manolo Tavares dio sentido épico al movimiento 14 de Junio; a la vez, posee un líder de centro derecha que no acaba de girar hacia la izquierda ni hacia la derecha, pues en ambos litorales cuenta con adeptos que, al parecer, entiende podría perder con un giro brusco hacia cualquiera de esos extremos. Lo cual demuestra que los políticos dominicanos no han entrado al siglo XXI, esto es: siguen aferrados al esquema izquierda derecha que data de la Revolución Francesa de 1789, cuando el momento político exige un líder del siglo XXI, un líder que conecte con los milenials no sobre bases ideológicas, no sobre la base de representarlos sino con base a un programa integrador y que, a la vez, sea participativo. Pero, sobre todo, que sea capaz de interpretar y asumir las inquietudes de ese sector que para 2024, podría ser electoralmente mayoritario.
También, la disparidad de que la esposa del candidato de la Fuerza del Pueblo, militase y fuese candidata de un partido competencia del de su esposo, creó una confusión evidente dentro del ámbito de género femenino y masculino, pues este proceso solo podía ser entendido dentro de sectores feministas radicales que en términos de votos son una minoría exigua. Por lo que el voto femenino masivo no se decantó por el líder verde.
Por otra parte, los denominados aguacates no jugaron ningún papel favorable a la Fuerza del Pueblo en el proceso. Estos siguieron atados a la ley de hierro de la pequeña burguesía conservadora nacional que retrata Marx en su Manifiesto Comunista y que fue la pasión analítica de Juan Bosch: actuaron como verdaderos oportunistas. Este grupo enriquecido tanto en los gobiernos de Leonel como en los de Danilo, se pavonea en la sociedad como nuevos ricos con toda la carga conservadora que ello implica es decir aborreciendo las posturas liberales y de izquierda y pretendiendo codearse con la burguesía y la oligarquía con la falsa pretensión de creerse parte de ellas. Les encanta el discreto encanto de la burguesía y se erigen en paladines del capitalismo y ven en los movimientos sociales verdaderas herijías contra el sistema que ahora, con el nuevo estatus que les brindó su paso por el poder, dicen defender.
Este comportamiento ha caracterizado el ejercicio gubernamental del peledeísmo, donde siempre primó la acumulación originaria parasitaria y el desenfreno junto al uso alegre de los fondos públicos hasta llegar al boato. Situación que le granjeó una conducta de auto suficiencia que los condujo, de un lado, a perder el apoyo del empresariado porque entendían que poseían recursos incluso superiores a lo de cualquier oligarca nacional con varias generaciones acumulando y, de otra parte, y como es propio de este sector, menospreciaron a las capas medias, bajas y muy bajas de la misma pequeña burguesía, al pretender que estas no tienen valores ni principios, por tanto, podrían ser presas fácil del clientelismo político ora con dinero, ora con regalos manifiestamente instrumentalistas de estos sectores. Resultando que estas capas expresaron mediante el voto, que si poseen valores y que no son comprables.
Los aguacates se apegaron a estas características de la pequeña burguesía y jugaron un papel miserable tanto para el Penco como para Leonel porque a las masas les fue difícil entender cuál era su comportamiento político real, pues jugaron a dos cabezas y, si por momento se definían, lo hacían en favor del Penco, pero este tampoco les creyó entonces su rol electoral quedó marcado por el oportunismo político y ahora se observa, como estos aguacates, cargan también con la derrota del danilismo. Y, pero aun, continúan con un proceso de marcada incertidumbre sobre su definición política a presente y a futuro.
Estos son partes de los elementos que condujeron a la derrota de la maquinaria política mejor organizada y con mayor vocación de poder que ha tenido el país pero que al asistir dividida a un torneo electoral con el líder en un partido y una cúpula anacrónica con un candidato también anacrónico, esta condena a desaparecer.
Finalmente, la conducta de Danilo, donde el odio superó al frio razonamiento político, hizo el resto. Obviamente, Danilo no queda solo, queda acompañado del Comité político, órgano que mostró un oportunismo fuera de serie. Pero estos temas podremos tratarlos en otra oportunidad. DLH-21-7-2020