El Artículo 37, de la Constitución de la República, establece que: “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte…” Es un texto que se inscribe en el atraso, donde se impuso la presión de las iglesias, pese a tratarse de un aspecto científico.
El aborto propiamente dicho no debía aprobarse ni aparecer en ninguna normativa jurídica, porque sería una forma de estimularlo, pero las tres causales han sido analizadas por médicos de diferentes especialidades y por sicólogos, coincidiendo todos en su justificación.
Ese mismo artículo constitucional pudo precisar salvedades, como la violación sexual, el incesto, la malformación del engendro y la exposición de peligro de muerte de la madre al parir.
Hay una vieja máxima que dice —la cual escucho desde que era chiquito—: “No es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar”. Y le pregunto de inmediato a los “pastores evangélicos” que se oponen a las tres causales: ¿Qué harían con una hija embarazada, fruto de una violación por un miembro de la misma familia, con un producto deformado en su vientre y peligro inminente de muerte al dar a luz? ¿La dejarían morir? ¡Mentira, no la dejan morir!
“La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica y otra que practica y no predica,” dijo Bertrand Russell. Y esa doble moral empieza con muchos supuestos pastores evangélicos, algunos de los cuales estuvieron haciendo campaña sucia en contra del licenciado Luis Abinader, presidente electo de la República.
Para muchos de esos pastores la corrupción pública y la impunidad, que han alcanzado niveles extremos en nuestro país, conforme a Transparencia Internacional, nunca han sido problemas, pero se aferran a una concepción distorsionada y aberrante sobre el “derecho a la vida”.
Oponerse a las tres causales es un gesto de crueldad, en la medida en que se esté consciente de sus consecuencias. Y mediante el chantaje acusan de ateo a todos los partidarios de esas alternativas excepcionales en el marco de la prohibición constitucional del aborto.
Las tres causales involucran asuntos médicos, sicológicos y éticos; aprobarlas no implica un comportamiento de carácter religioso. Ser ateo o no para nada es vinculante al tema.
En ese texto, del Art. 37 de la carta magna, lo ilógico se impone a la razón. Lo ideal sería reformar la ley de leyes para enmendar ese error, pero ¿quién se atreve a sugerir algo similar con los traumas que tiene la población dominicana con las modificaciones constitucionales, porque las últimas cuatro se han hecho no solo para solucionar problemas políticos sino, además, en respuesta a apetencias personales?
Hay un Código Penal elaborado, el cual contiene las causales, que solo habría que reintroducirlo a las cámaras, aprobarlo y promulgarlo, pero esas excepciones del aborto podrían ser rechazadas por el Tribunal Constitucional.
Si no fuera por ese impedimento constitucional el nuevo Código Penal estuviera en vigencia, un documento actualizado. Inclusive el presidente Danilo Medina tuvo la intención de promulgarlo, pero las presiones de las iglesias le tumbaron el pulso, un hombre que tenía en mente, en ese momento, optar por un tercer período, lo que no podía hacer, deduciendo su pensamiento, con las iglesias en contra.
¿Qué hizo Danilo Medina? Lo observó, regresó a las cámaras legislativas y el Código Penal cayó en un punto muerto, por lo que todavía tenemos que regirnos por el que se elaboró en el año 1884, es decir, el cual se remonta a las primeras décadas de la fundación de la República.
La inclusión del texto del Artículo 37 de la Constitución de la República, la cual se hizo en la reforma del 2010, fue un complaciente gesto de la clase política gobernante del momento con las iglesias, sobre todo con la Iglesia Católica.
Y esa prohibición del aborto, sin hacer salvedades de ninguna índole, no es problema para muchos políticos, porque resuelven con dinero (tanto en el país como en el extranjero) y simultáneamente le hacen el juego a las iglesias, pese a estar conscientes que es un problema científico y no religioso. ¡Qué Dios les bendiga a todos!