Por Andrés Cañizález.- CARACAS, 4 Ago 2020 (IPS) – Cada época pone de moda palabras o frases. La de este momento es la palabra pandemia, obviamente coronavirus y covid-19. Pero junto a estas palabras florecen las especulaciones y pronósticos sobre el mundo pospandemia. Abundan notas y comentarios sobre cómo será la vida cotidiana o la economía una vez esté controlada la epidemia. Es decir, cómo viviremos en la pospandemia.
Me detengo brevemente en ese ejercicio prospectivo. A la luz de lo que vivimos hoy, toda la humanidad, justamente el esquema de predicciones y pronósticos está seriamente amenazado. Nadie, absolutamente nadie, podía prever las dimensiones que tendrá la actual crisis sanitaria global cuando se celebraba la navidad y nos deseábamos lo mejor para este año 2020.
Una vez que podemos en su lugar el ejercicio predictivo, en el sentido de que resultó ineficaz para que nos imagináramos lo que vendría, es difícil dar por sentado alguna proyección hecha desde el aquí y el ahora sobre cómo será el mundo pospandemia.
En realidad, no tenemos idea del mundo que nos espera. La incertidumbre reina en todos los ámbitos de la vida social.
Partiendo de estos puntos, planteo acá tres dimensiones que a mi modo de ver deberán caracterizar el ejercicio periodístico pospandemia.
En primer término, y sin duda alguna, cobra una importancia capital el periodismo especializado. En países del Sur no hemos tenido muchos referentes o figuras destacadas en el periodismo científico o el periodismo de salud.
Una vez que se haya controlado el coronavirus será urgente la formación de periodistas en temas científicos y sanitarios. Desde el contexto especifico de América Latina, Asia o África ello está revestido de urgencia.
La propia pandemia que tiene en este momento una silenciosa pero despiadada guerra sobre cuál será la primera vacuna que salga al mercado, en una batalla que envuelve a farmacéuticas y gobiernos, reta al periodismo para darle una cobertura apropiada y en su justa dimensión a lo que vaya sucediendo.
Necesitamos periodistas capacitados en temas de salud pública, epidemiologia, infectología, vacunación, y el etcétera es largo. Los periodistas no van a sustituir a los médicos y especialistas, pero deben tener una preparación mínima para hacer las preguntas correctas y colocar en el contexto adecuado lo que expresan autoridades sanitarias, personal de salud y las propias personas afectadas.
Así como abogamos por un periodismo que sea capaz de interpelar al poder político o al poder financiero, hoy el mundo necesita de periodistas con la formación necesaria para interpelar al poder sanitario, eso incluye a los ministerios de salud de los países, a las organizaciones internacionales especializadas y obviamente al mundo corporativo de la salud.
También urge un periodismo de soluciones. Esta práctica periodística de colocarse en los zapatos de los ciudadanos y brindarles información práctica ha quedado en evidencia, en el actual contexto, como un asunto de absoluta necesidad.
Imaginemos medios de comunicación, que en un país en el cual se acabó la data oficial, brinden información sobre las farmacias de las ciudades principales con sus números de teléfonos, en el cual se encuentren consejos prácticos para hacer frente a problemas domésticos, o sencillamente se brinde información sobre las consultas psicologías o jurídicas que las universidades ofrecen de forma gratuita como parte de su servicio social.
Se trata nada más y nada menos que ponerse al servicio de la ciudadanía. Allí radica uno de los desafíos que siempre ha rodeado al ejercicio periodístico.
Esto me conecta con un último aspecto. Un periodismo en la pospandemia, así como en plena epidemia, debe ser un periodismo humano. Parece una perogrullada, pero es capital que medios y periodistas entiendan que la esencia de su trabajo es el ser humano. Las personas están en las dos puntas del hilo de una historia periodística, al inicio siendo la fuente o el protagonista de lo que se cuenta, y al final siendo el público que lee, escucha o ve.
Y en medio está el periodista, otro ser humano que tiene el privilegio de unir las dos puntas de ese hilo.