Nicolás Maquiavelo es reconocido como el pensador de Estado que mejor conoció a los hombres que hacen política porque logró desentrañar el hecho de que los políticos actúan en política como los hechiceros, es decir, ocultando sus reales intenciones.
A este efecto, usan camuflajes para encubrir sus propósitos hasta dar el zarpazo en que aparecen como realmente son, esto es conforme a los intereses y las pasiones que determinan su actuación política. Nunca se llega a conocer un hombre hasta que no se le ve poseyendo poder. De ahí la famosa frase “quieres conocer a mundito, dale un carguito.”
Los hombres públicos que actúan bajo la influencia de sus pasiones personales llevan sus naciones y sus proyectos políticos a la ruina. El caso más famoso quizás sea el de Marco Antonio de quien se dijo perdió el trono de Roma y casi hace sucumbir el imperio romano debido a la pasión que sentía por Cleopatra. Es también Maquiavelo quien llama a distinguir entre pasiones e intereses personales y la denominada razón de Estado. Esta última, es positiva, las anteriores son siempre nefastas.
Esto nos dice que el maquiavelismo es anterior y posterior al florentino considerado padre de la ciencia política. Un ejemplo diferente es el de Napoleón Bonaparte sus pasiones nunca lo distrajeron de su condición de político con ideales a concretar, a pesar de los muchos enojos que le presentó su amada Josefina.
Quizás sea Robert Green quien mejor ha representado la actuación de los hombres en política, pues, para este autor, la mentira es el eje cardinal de todo político. Esto es: el deber de mentir, de faltar a su palabra ha de ser la característica de todo político, pero no distingue pasiones e intereses personales de la razón de Estado. Sin embargo, todo lo hasta ahora dicho, corresponde a una determinada época de la humanidad donde, a decir de Carlos Marx, la lucha de clases, esto es: la explotación del hombre por el hombre, crea determinadas relaciones socio-productivas que obligan a los hombres a luchar por sobrevivir en un mundo altamente competitivo en el que se tira a matar.
Pero con el arribo del Estado liberal, esta cosmovisión empieza a cambiar y a aminorar los conflictos de la sociedad clasista; emergen los valores, los principios y las normas de convivencia sociales como garantes de una ética pública que, a decir de John Rawls, conduce al mejor de los mundos posibles sobre la base de un nuevo contrato social donde la equidad es el valor supremo. Hasta que Isaac Berlín truena indicando que el valor supremo de “ese mundo posible” es la libertad. Es entonces cuando Karl Popper plantea que ambos tienen razón, pero que en este contexto, existe una sociedad abierta con múltiples enemigos que de no ser detenidos, podrían acarrear serios daños al orden social. No es de extrañar que bajo esta lógica, la crucifixión de Jesucristo quede justificada lo mismo que la condena a tomar la cicuta de que fue objeto Sócrates. Pero la idea de la paz perpetua de Emmanuel Kant termina imponiéndose. De modo que los principios y valores hacia la armonía social superan a la razón de Estado como a las pasiones e intereses personales.
Es obvio que, en este contexto, tanto Leonel Fernández como Danilo Medina, son perdedores frente a la historia, pues sus pasiones han superado a sus respectivos deberes. Leonel porque desde la confrontación entre Jaime David y Danilo no comprendió, como si lo entendió Balaguer, que la historia y su propio futuro, estaban del lado de Jaime David. Al errar en su cálculo entendiendo que era más conveniente a sus propósitos continuistas apostar por Danilo cometió un error que, a la postre y andando en el tiempo, haría sucumbir al todopoderoso instrumento político conocido como PLD del cual dependían todos.
Las enseñanzas no aprendidas son las que apuestan no por las pasiones humanas, no por las luchas de clases sino por valores, normas y principios de convivencia social. En palabras diferentes, el tránsito de Estado liberal a Estado social conlleva una recomposición o transformación que ya ha advertido Samuel Huntington son complejas en las sociedades en transformación, pues implican un cambio de valores que se deben observar si se pretende mantener vigencia política. Este error no es nuevo en los políticos, en plena Revolución Francesa, la historia nos muestra a Roberspierre sucumbiendo ante la “Era del terror” que el mismo construyó.
Por tanto, se equivoca Andrés L. Mateo cuando concluye que Leonel es el último caudillo. Como bien muestra la teoría de la fenomenología, la historia no es lineal, la política tampoco, puesto que la historia es narrativa de momentos conclusivos mientras que la política renace con cada día. Es vida cotidiana, es acción humana colectiva e individual constantes por lograr el bien común que decae cuando las pasiones e intereses individuales o grupales superan el interés colectivo. Como bien lo indica Lenin en su libro “Un paso hacia delante, dos pasos hacia atrás.”
Dicho en otros términos, nadie quita que mediante la auto crítica, Leonel, sea capaz de superar sus yerros, el problema serio lo tiene Danilo, pues una cosa es un error de cálculo y otra muy diferente una pasión no controlada. El odio visceral conduce siempre al fracaso. Sobre todo en la cultura judeocristiana, donde el perdón y la reconducción del yo, conducen a la redención de aquellos que mediante la confesión de que fallaron, renuevan sus vidas al conseguir el perdón. Obvio, si Leonel persistiese en considerarse infalible, estaría en problemas. José Ingenieros en su Hombre mediocre, clasifica a los hombres en varios grupos sosteniendo que solo aquellos que persiguen la gloria son capaces de superar sus pasiones. En cambio, Giovanni Sartori considera que el hombre de partido es siempre letal, siempre anida intereses egoístas, los idealistas son muy raros y escasos, por tanto, es muy difícil separarlos del camuflaje con que se presentan. De ahí la necesidad de que el poder límite al poder como refería Montesquieu o que la institucionalidad democrática establezca límites al poder de los políticos basado en la legalidad administrativa.
No se debe olvidar tampoco, que Leonel es el arquitecto del Estado social, muy a su pesar, pero, como se sabe, es un individuo con una gran capacidad analítica, y, si pasase a criticar el “Programa de Gota”, podría de nuevo entrar en pelea. Sobre todo, si se toma en cuenta que Luis Abinader está obligado a escoger un opositor valido para su gobernanza y, de no escoger Leonel, podría entramparse en sus propias redes. Esto así, porque su opositor ha de ser alguien en capacidad de adaptarse a los necesarios cambios que desea implementar el nuevo gobernante. Algunos opinan que el planteo de una nueva reforma constitucional encubre la posible rehabilitación de Danilo Medina, lo cual, de ser cierto, sería un craso error.
Una reforma constitucional envuelta en la búsqueda de un fiscal independiente, es un palo encebado, que podría resultar contra producente para su propiciador. La eliminación política de Danilo es producto de la constitución que él mismo se dio. Cuando Don Hipólito decidió reintroducir la reelección, para abrirse paso, lo único que obtuvo fue habilitar a Leonel. Destapar esa caja de pandora es jugar con un fuego cuyas llamas pueden destruirlo todo. Lo que sería indicativo de que todavía desconocemos quien será el último caudillo. DLH-31-7-2020