No admite discusión el peso específico y predominante del turismo en la economía dominicana. Representa más del 20% del Producto Interno Bruto y proporciona empleos a más de 350 mil personas.
Además del encadenamiento con casi todos los sectores productivos del país. Es decir, la mayoría de los sectores productivos dependen de la industria turística para colocar sus bienes y servicios.
Argumentar sobre la importancia de la industria turística para la República Dominicana sería llover sobre mojado.
Me propongo en este humilde artículo hacer algunas propuestas que pienso podrían dimensionar el sector turismo en este momento de crisis por la pandemia del Covid-19.
Si el merengue fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) por qué no aprovecharlo como atractivo turístico. Sacarlo de los resorts y derramarlo en las calles, contagiar de la alegría característica de los dominicanos a los turistas que no visitan a través de la música que nos representa.
Lo que sugiero es dejar la palabrería y emprender un plan de rescate del merengue, sobre todo el típico, y ponerlo al servicio de este sector generador de divisas y empleos.
Construir plazas en diversos puntos de la capital y el país donde los conjuntos de perico ripiao deleiten a los visitantes locales y extranjeros con su contagioso ritmo. Representaría un atractivo para el turista y además una fuente de ingresos para esos pobres músicos, que en la mayoría de los casos mueren de necesidad.
Además del merengue, también se podría utilizar como atractivo turístico a la bachata, también declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Establecer lugares donde los visitantes puedan tomar una lección acelerada de baile de bachata y merengue.
A mi humilde juicio, la diversificación será la clave del éxito en estos momentos en que el Covid-19 le ha puesto freno a los viajes y al turismo.
Los cementerios, que guardan los restos de los grandes hombres y mujeres del país, deberían ser adecuados y convertido en atractivo turístico, como ocurre en otros lugares.
Quizás un proyecto mucho más ambicioso, ya que implica grandes recursos económicos y un impacto social, sería desalojar toda la ribera del río Ozama y convertirla en un extraordinario atractivo para los turistas que visitan el país, que podrían desplazarse en embarcaciones o incluso hacer senderismo.
Lo que sugiero es convertir a la República Dominicana es un destino que respire turismo por los cuatro costados. Aprovechar el potencial cultural del que hacemos gala para captar a ese turista que busca vivir otro tipo de experiencia, diferente al sol y playa.
Mirar hacia la rica gastronomía informal en los barrios, naturalmente exigiéndole niveles de higiene. En fin, permitir que el turismo derrame sus beneficios a amplios sectores de las comunidades, y convertir a cada ciudadano en un efectivo aliado, defensor, de la industria turística.