En buen dominicano Luís Abinader es un hombre “jodón”; alguien a quién le gusta que las cosas marchen en orden, que se respeten las normas y los protocolos, que ninguna acción esté alejada de la ética y la moral. El que lo conoce, lo sabe, el que ha trabajado en sus empresas no tiene dudas de que así es. Hay que andarle fino.
Sus secretarias y asistentes saben cómo actuar en cada momento. Las reglas no están escritas, pero existen. Algunas de ellas, que tienen años acompañándolo en tareas privadas, sociales y política los saben. Les cuento, es una indiscreción, pero no importa. Para un día festivo, no recuerdo si día de las madres, un amigo muy cercano al hoy presidente Abinader les hizo un regalo, al enterarse, Luís las obligó a devolverlo aun sabiendo que no había nada pecaminoso, ilegal o que se pudiera mal interpretar.
Ellas no aceptan regalos, ni prebendas, no hacen uso de su posición privilegiada frente a él para hacer favores que no estén transparentados. Así era el “viejo” José Rafael, así es el hijo. Más de un militar, de un socio o compañero de oficina y trabajo ha sido suspendido, cancelado o echado del puesto por acciones que considera indecorosas. Así se manejará en el gobierno.
Durante los años que su partido se mantuvo en la oposición, las empresas familiares no hicieron negocios con el gobierno. No le vendieron una funda de cemento, no recibieron un peso como subsidio a la O%M. no es que esa sea la familia más seria y honorable del país, no lo sé; de hecho ni siquiera lo creo, pero lo que sí sé, es que los valores pesan demasiado en el accionar de Luís Abinader.
En los días que tiene dirigiendo el Estado ha dado señales de trabajo, capacidad y honradez. Ha dicho que no tolerará la corrupción en su gobierno, que el primero que se equivoque será cancelado y sometido a la justicia. ¡Y lo hará! De igual manera dijo que los corruptos del pasado gobierno pagaran sus culpas, que los bienes robados serán incautados y los culpables terminarán en la cárcel. ¡Y lo hará!
Hace apenas unos días prohibió, tajantemente, que los funcionarios acepten regalos en efectivo o de cualquier naturaleza, de particulares o empresas, públicas o privadas. De la misma forma advirtió que las declaraciones juradas de bienes tienen que hacerse en el tiempo que establece la ley, y, ¡por fin! el que no lo haga será cancelado de manera ipsofacta. ¡Y lo hará!
Esas disposiciones no le gustaran a mucha gente de su propio entorno que creyeron que llegarían al poder a repetir lo que hizo el PLD, que se robó el país. ¡Se equivocaron! La mayoría de los funcionarios de los gobiernos del PLD no hacían declaraciones juradas y si lo hacían eran falsas, adulteradas.
En conversaciones privadas en su casa siempre me dijo que cumpliría su palabra, que sus promesas no se las llevarían el viento. Confío en sus buenas intenciones, en su actitud, en su disposición. Quienes los acompañan tienen que seguir su línea de pensamiento y su práctica, o terminarán distanciándose y perdida la amistad. El Estado no es una piñata, ni un botín de guerra.
El Estado no es una fuente de enriquecimiento de los políticos, que dicen una cosa y hacen otra. Se justifican así mismos diciendo que “una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín”. ¡Espero que no! El dinero del Estado es del pueblo, no de dos o tres delincuentes con saco y corbata. Los que invirtieron millones de pesos en la campaña pensando que lo recuperarían con acciones corruptas, saben que tendrán que ajustarse a las leyes. Luís Abinader pretende predicar con el ejemplo. Mientras sea así me tendrá a su lado.
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