Indudablemente que lo acontecido en la República Dominicana tras la celebración de unas elecciones, primero Municipales y luego Presidenciales, en medio de la peor crisis de salud que se recuerde en la historia de los países de América Latina y el Caribe, es un indicador fehaciente del valor de la bien ganada democracia, además de el empoderamiento de una sociedad civil, dispuesta a todo, para ir detrás de sus objetivos.
Este pasado 16 de agosto, América Latina ha sido el más fiel de los testigos del rumbo de la nueva, (si así queremos llamarle) democracia en el país latinoamericano, la que todos muy bien sabemos, se tambaleaba en medio de señales que no parecieron pasar inadvertidas ni para sus propios ciudadanos, ni para una nación símbolo del respeto a las garantías y la democracia, como lo son los Estados Unidos, ello sin incurrir en la denomina injerencia.
La primera señal que escuché referir sobre la situación en el orden del mejor de los sistemas políticos para salvaguardar Derechos Humanos y libertades de los individuos, para mi asombro, salió justo de la boca de un expresidente en República Dominicana.
Durante un encuentro en Miami al que acudimos a cobertura periodística, Leonel Fernández, mi profesor de secundaria, dijo que “cuando en una nación su gente tenía que hablar en susurro por miedo a que alguien le escuchara, ello era una muy mala señal para la democracia.”
Esto señores, no puedo negar que comenzó a preocuparme un poco más allá de la inquietud propia de un periodista, sobre todo visualizando lo que padecen colegas en Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países donde “informar es un delito”. Me situé en el contexto pleno de una ciudadana común y me quedé analizando la advertencia del exmandatario.
Entonces pasé revista a hechos que acontecían en el país, sobre todo, en el ámbito periodístico, donde hasta colegas fueron sacados de sus espacios por denunciar actos de corrupción, lo que, en un gobierno de respeto a las garantías, hubiese representado más bien, una ayuda a los fines de aplicar los correctivos de lugar, en vez de sentirse “lastimados o lesionados” en los comentarios los que casi siempre estuvieron avalados por presentación de documentación de sus denuncias.
No puedo negarles que la balanza estaba inclinada de un lado más que del otro. Eran más las quejas y denuncias en este plano que el espaldarazo a esas denuncias, que supone debería haber llegado de parte de las autoridades en el mando, para fortalecer el sistema democrático.
Pero cuando una sociedad decide tomar las riendas de su futuro, no hay fuerza política que pueda frenar este impulso. Es así como se produjeron las históricas manifestaciones de la Plaza de la Bandera, desencadenadas por unas fallidas elecciones Municipales, donde hubo todo un teatro, para justificar lo injustificable.
Tras unas elecciones libres, hemos dado un giro de 180 grados literalmente, los dominicanos nos hemos empoderado para consolidar una mejor sociedad y marcando en un momento difícil, un hito en la historia latinoamericana. Estamos recibiendo los aires frescos de un nuevo gobierno que se ha fijado como meta, desarrollar el país y afianzar su democracia. El Gobierno de Luis Abinader, así lo indica.
Con ello, hemos revalidado los ideales que nos hacen una nación libre y soberana en 176 años de Independencia y 157 años de Restauración, somos y seguiremos siendo la gran nación democrática de América Latina, basados en que “la democracia es el gobierno de la gente, por la gente y para la gente”, como expresó Abraham Lincoln.