José Ernesto Oviedo Landestoy (El Gordo Oviedo) ha partido el pasado viernes en Corazones Unidos, tras ser vencido por dos afecciones crónicas y tras el vacío que produce la información del deceso, una oleada de recuerdos atesorados recorre pasillos de la memoria de quienes compartieron con el luchas y afanes.
Proveniente de una familia acomodada de Azua, José Ernesto, se entregó desde sus 16 años a la lucha antitrujillista, a pesar de que su padre fue gobernador de Azua nombrado por el dictador; en los años 60s se hizo militante del Movimiento Revolucionario 14 de junio, y en 1968 ingresa a Línea Roja del Movimiento 14 de junio, hasta su desaparición y nacimiento del Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD), del cual fue fundador.
José Ernesto fue una figura carismática en espacios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en los anos 70s con debates, en torno a los cuales se agolpaban decenas, de estudiantes para escuchar sus análisis, ricamente documentados y expuestos con un delicioso sabor de conocimiento de las geopolíticas internacionales, durante las cuales disfrutaba y hacia disfrutar a todos de sus exposiciones. Tal y como habría proclamado Jimmy Sierra (EPD): “Yo estuve allí”
Quienes presenciamos esos debates, lastimeramente inexistentes al día de hoy, supimos del valor de intercambio de las ideas con un sentido de vivencia, lejos de los espectáculos de controversia televisivos, sin procurar nada mas que exponer ideas y formar criterio con ello a quienes prestaban atención in situ.
De cuanto se ha escrito sobre él, seleccionamos dos contenidos, ambos producidos desde el fondo de los sentimientos y admirables en su presentación:
Jeannette Miller, poeta y Premio Nacional de Literatura 2011, ha producido un texto titulado La muerte no tiene la última palabra:
“Nunca me referí a José Ernesto como "el gordo Oviedo". Para mí fue, desde que tengo memoria, José Ernesto Oviedo Landestoy, el hijo mayor de Bethania y Ernesto, con quien nos prohibían jugar a mis hermanas y a las Villalona, porque decía frases muy adelantadas para esa época, entre las que destacaba: "Cuidado, niñas que vengo lleno de maldad", aprendida de su primo, y luego tío político, Eddy Brea, en esas noches de fiesta en que arrasaban con las quinceañeras que asistían a El Golfito, muchas de ellas esperando que uno de esos dos "gallos", enfundados en etiqueta tropical, las sacaran a bailar.
Luego participó en la izquierda revolucionaria y fue testigo directo de importantes acontecimientos de nuestra historia.
Ahora veo en perspectiva cómo el paso del tiempo lo hizo crecer como ser humano, permitiéndole conjugar su posición política con una formación que muchos ignoran y que abarcaba no solo ideología, sino literatura, cine, filosofía, música… sin que sus conocimientos lo llevaran a adoptar una posición de engreimiento.
Amigo de "todos y todas", José Ernesto, era conocido y querido por personas de distintos niveles y posiciones. La calidad de sus escritos está probada en los artículos que publicó en distintos diarios nacionales.
Sin embargo, dejó inédito un importante libro que trataba el período post-Trujillo, con detalles sobre acontecimientos que todavía no se han dado a conocer.
Amigo de Lula y de Víctor Víctor, admirador de AMLO y de Luis Díaz, José siempre compartía una sonrisa que servía de telón de fondo a los chistes llenos de palabras "inconvenientes" que hacía.
Hace poco me llamó por teléfono para decirme lo mucho que le había gustado mi novela Color de piel. Sus opiniones fueron tan acertadas que de nuevo quedé sorprendida ante una capacidad que se iba descubriendo poco a poco y que me ponía frente a un analista como pocos.
No sé si nuestras coincidencias eran producto de una niñez compartida en San Juan Bosco, de la que todavía guardamos valores esenciales como la verdad, la bondad y una belleza que nace de las dos primeras.
No voy a hablar de nuestras familias ni tampoco de las amistades en común. Solo quiero decir que hoy, que José Ernesto Oviedo Landestoy queda en nuestra historia como un personaje clave para entender la evolución de un país después de una dictadura de 31 años, no solo por su participación y registro de hechos claves que importan a la posteridad, sino por la estatura de una humanidad que fue paulatinamente cambiando hasta llegar a la convicción de que los verdaderos ejes existenciales son la paz y el amor.
Querido hermano, que la luz de Dios esté siempre contigo, pues sabemos muy bien que la muerte no es la última palabra”.
El otro texto es de Arielina Oviedo Landestoy, profesora universitaria de lengua española, gestora cultural y directora del Grupo de Intercambio Literario Café Macondo, que dice: “Con tu particular e inigualable sentido del humor, siempre dijiste que querías llegar a los 70 años, la edad que vivió Ernesto, nuestro padre, y le ganaste con 5 más.
Gracias a Dios, o a la vida, por haberme dado el privilegio de haber sido tu hermana menor, "la montro", como me decías cuando no entendías mi forma de ser.
¡Qué lástima que no se cumpliera la predicción de nuestro hermano Carlos: “No te apures, que él nos va a enterrar a los dos; tú lo verás”, cuando me preocupaba por “tu mala salud de hierro”, ¡como decías!
Me harás una falta increíble.
¿A quién le preguntaré ahora, aquello que desconocía y tú siempre sabías; con quién pelearás por no entender tus letras jeroglíficas?
Descansaste ya de esta absurda vida, que tanto disfrutaste, gozaste y supiste bien vivir.
¡Vete en paz, José Ernesto, hermano admirado y amado!
Tu luz siempre brillará e iluminará nuestras vidas, las de tus hijos, José Carlos y Dilia Virginia, la de tus familiares y las de tus amigos y amigas. Te amaré, mi Gordo. Arielina”.