Con los altos precios a los que han llegado los combustibles, principalmente los de origen fósiles. Carbón, gas natural, petróleo. Los científicos han dirigido sus experimentos hacia los biocarburantes, o sea, los combustibles obtenidos a partir de los vegetales.
Es mucho lo que se habla actualmente de biomasa, biodiesel, etanol. combustibles estos, obtenidos a través del cultivo e industrialización de la palma africana, la higuera, el maíz y la caña de azúcar entre otros.
El gobierno ha anunciado que hay compañías interesadas en invertir en nuestro país, para instalar plantas que procesarán biocombustibles usando, principalmente, la caña y el maíz como materia prima.
Pero como dice un antiguo refrán: “Vísteme despacio que tengo prisa” No nos apresuremos a dar facilidades, casi ilimitadas, a estos inversionistas, sin ponderar el impacto ambiental que esa producción de etanol pueda causar en nuestros ecosistemas.
A finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se establecen formalmente en nuestro país, los primeros ingenios azucareros, los bosques de la parte Este de la República Dominicana fueron talados casi en su totalidad con un doble propósito, el primero, para sembrarlos de caña y el segundo, para usar la madera talada como combustible de las calderas de los mismos ingenios y la de los trenes que se usaban para transportar la caña.
El ecosistema oriental cambio drásticamente.
Los historiadores cuentan de la desaparición de cientos, sino miles, de fuentes acuíferas, ríos, arroyos, manantiales, cañadas etc.
Esta hecatombe ecológica se puede ver en las grandes sabanas de San Pedro de Macorís y La Romana donde las tierras, después de haber sido usadas para el cultivo de la caña de azúcar, perdieron gran parte de su fertilidad y han tenido que sembrarlas de pastos y dedicarlas a la ganadería.
Creando lo que se denomina “Desierto verde”. Si nos vamos a la parte occidental de la isla, los efectos de la “cañaveralización” del terreno en ese lado fueron apocalípticos.
Para que se tenga una idea del espacio que se dedicó al cultivo de esa gramínea y su impacto ambiental en el territorio vecino, vamos a citar al Prof. Juan Bosch en su libro Composición Social Dominicana página 153; “En 1773, en Haití había 723 Ingenios y trapiches, y el número iba a aumentar rápidamente” Para poder mantener en producción tantos ingenios, la cantidad de tierra dedicadas a la caña tenía que ser inmensa.
Todavía, más de dos siglos después, podemos ver las catastróficas consecuencias. Los suelos sembrados de caña pierden en cada cosecha gran parte de su fertilidad, pues al decir de los expertos, por cada tonelada cosechada, se pierden, entre otras cosas, 0.69 Kg. De nitrógeno, 4.5 kg. De fósforo, 1.7 kg.
De potasio, amén de la contaminación de las aguas subterráneas por el uso abusivo de insecticidas y abonos químicos y la consiguiente desaparición de microorganismos.
Reconocemos que somos unos legos en la materia, pero queremos dar la voz de alarma para que nuestros expertos puedan asesorar a las autoridades nacionales, para que no se dejen pintar pajaritos en el aire.
Es mucho lo que se puede hacer, siempre que se tenga conciencia y control de lo que se está haciendo.
Se argumentará que las ganancias que se obtendrían con el etanol serían casi instantáneas, pero conociendo los exiguos salarios que se pagan en los estratos bajos de la industria azucarera, esos beneficios serían muchos para pocos y muy pocos para muchos.
Lo que sí compartiríamos todos por igual, a largo plazo, pudieran ser los perjuicios.
En estos momentos, cuando las más graves preocupaciones mundiales son el calentamiento global y las desapariciones de fuentes acuíferas, causados por la deforestación, sería una colosal irresponsabilidad comenzar a talar bosques para sembrarlos de caña y maíz.
Etanol, biomasa, biodiesel, etc. Son productos que podrían tener un impacto muy negativo en nuestro medio ambiente si no se manejan con cautela. Sugerimos que a estos proyectos se les ponga un letrerito indicando: ¡Peligro, manéjese con cuidado!
Este artículo lo publicamos hace 13 años. Hoy cobra vigencia, a raíz del anuncio del presidente Luis Abinader de utilizar biomasa en Punta Catalina.
Carlos McCoy
Marzo 2007