A veces es bueno hablar o escribir sobre la profesión que amamos, ejercemos o anhelamos conocer a profundidad. La de ser o considerarse periodista es una fascinante, meritoria.
Antes hay que decir que “comunicador” es toda persona que habla o escribe sobre cualquier tema, no periodista.
El periodista es aquel que labora para un medio ajeno o propio, busca informaciones, las redacta o divulga en radio o TV, de modo que el público se entere de lo último que pasa.
Pero no es solo eso. El periodismo es casi un sacerdocio, pues requiere de conocimientos válidos y muy variados; del olfato para descubrir ( y no encubrir) las profundidades de cualquier hecho; de saber que en ningún país es bien remunerado, etc.
El periodista verdadero, respetuoso de la ética, la honestidad y la objetividad, no debe informar solo una parte de cualquier noticia, como no debe compartir el oficio con otros, como negocios comerciales, publicitarios y de cualquier otra índole.
El periodista desde que comienza a formarse en la universidad debe saber que si piensa hacerse rico, deberá caer en bajezas, en “arreglos”, en el “payoleo”, en detrimento del medio para el que labora y para todo el público oyente o lector.
El periodista verdadero no es “amigo”, “enllave” o “enemigo” de ningún funcionario público, pues tan pronto como lo sea dejará de ser el “ojo crítico” defensor de la comunidad.
El periodista que cubre la policía, por ejemplo, no puede “encubrir” hechos pecaminosos, corruptos o violentos de sus miembros. Pero sí es “amigo” del “Jefe”, del “general”, del “coronel”, lo más probable es que calle lo que el público debe conocer, convirtiéndose en un miembro más de la institución.
El periodista verdadero no pide “préstamos” a nadie, y mucho menos a funcionarios o responsables de las “fuentes” que cubre, pues de hacerlo ya no podría criticar lo mal hecho.
El periodista verdadero no debe recibir “regalos”, efectivo, o remuneración alguna por real o supuesta “asesoría” en la fuente que cubre para su medio.
El periodista verdadero no puede darle tanto valor a un visado, como para autocensurarse cuando deba tratar tópicos sobre un país cualquiera.
El periodista verdadero no “chantajea”, amenaza ni “alardea” de tener “datos” para “ayudar” o para “joder” a quien sea.
El periodista verdadero no comparte informaciones con colegas que no han realizado un trabajo investigativo social y esencial.
El periodista verdadero no le teme al “poder”, ni a iglesias, ni a fuerzas militares, ni a potencias, ni a ricos ni a narcotraficantes.
10-09-2020.