No soy un experto en temas de educación y mucho menos en educación superior. Fui profesor de la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD) porque el entonces director de la Escuela de Comunicación Social, Freddy Cruz, entendía que por mis años experiencia en el periodismo podría rendir buenos frutos como docente. No sé si lo logré, aunque arrastraba la experiencia de haber sido profesor sustituto en el liceo de Los Mina y en el desaparecido Colegio Corporán de los Santos.
Ahora que inauguramos autoridades, después de 16 largos años de administración peledeísta, me pregunto si habrá cambios significativos en la política de educación superior.
Escucho decir que tenemos muy mala nota en extensión e investigación y que de las universidades, con honrosas excepciones, no salen buenos profesionales.
No es el tema que en realidad me ocupa, aunque no deja de ser importante.
Por mi experiencia personal, las universidades se han reducido a la mínima expresión y han abandonado algunas prácticas, que no requerían de un gran presupuesto, como eran los grupos culturales y los talleres de literatura. Naturalmente con algunas excepciones.
Los profesores mal viven ganando salarios de miseria, preparando a los futuros profesionales a mano pelada, y cada día se le exige que estén actualizados.
Considero que por ahí habría que empezar para rescatar a las universidades de la crisis en que se encuentran. Dignificar al profesor universitario, mejorando su salario, de forma tal que le permita prepararse para los retos del futuro. Además, de otorgarle otras facilidades que les permitan dedicarse a tiempo completo y sin sobresaltos a la docencia.
Un profesor, donde tuve el privilegio de impartir docencia, ganaba menos que una doméstica, y esa realidad me obligó, lamentablemente, a dejar las clases. No podía cubrir ni siquiera el costo del combustible del vehículo.
Es irracional que un profesor, encargado de preparar a la futura generación de profesionales, gane una miseria de salario y que para compensarlo tenga que pasar muchas horas en las aulas.
Recuerdo que en un claustro de la UCSD el profesor Luis Rojas Fernández se quejó por la falta de un parqueo para los docentes y el rector de ese entonces, de forma airada, rechazó la propuesta.
Por lo menos durante la rectoría del doctor Jesús Castro Marte se hizo realidad el establecimiento de un parqueo para los profesores y a partir de ese momento dejaron de dar vueltas para parquearse.
Junto a otro profesor encabecé la lucha para lograr una mejoría en el pago por hora impartida, para ser jurado y asesor de tesis.
Debo reconocer que el rector Castro Marte fue empático con nuestra propuesta y pocos días después se anunciaron los incrementos.
El tema de los salarios de miseria de los profesores universitarios no parece preocuparle a nadie. No es posible que un docente se pase largas horas en las aulas preparando a los futuros profesionales y tenga menos ingresos que un regidor, que en muchos de los casos son analfabetos.
Además de los bajos salarios, se le exige a los docentes prepararse en costosas maestrías, que finalmente no compensan lo invertido.
La educación superior no va avanzar a los niveles que demandan los nuevos tiempos con los salarios pírricos que ganan los profesores, lo que ha alejado a excelentes profesionales de la docencia.