Entre los meses de marzo a junio del presente año, fueron reportados 293 suicidios de los cuales 197 sucedieron en medio del estado de emergencia declarado por el gobierno dominicano luego de detectarse en el país la pandemia Covid-19.
Los datos se dieron a la publicidad el 12 de septiembre de 2020 por medio del Observatorio de Seguridad Ciudadana, un organismo que se encarga de recabar, consolidar, procesar y analizar la información delictual de la República Dominicana, con la finalidad de orientar, apoyar acciones y políticas de prevención, reducción y control de la criminalidad y la violencia.
Al menos, eso es lo que figura en la declaración de principios, misión y visión de esa entidad que se encuentra bajo la dirección del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, plataforma adscrita al Ministerio de Interior y Policía.
En términos generales, esta cifra muestra un aumento de estos casos cuando se compara con la del mismo período del año pasado, puesto que para esa misma fecha fueron reportados 284 suicidios.
Por tratarse de una estadística oficial, hay que presumir que esos datos son manipulados, acomodados a la actual realidad y al libre albedrío de los intereses políticos de la clase gobernante. Sabemos que por razones políticas, a veces esas cosas no se dicen con las cifras reales o se maquillan para salir del paso.
Existen muchos suicidios a diario, por varias causas, en diferentes comunidades del país, que no se conocen, tal vez debido al silencio de los familiares de las víctimas, que prefieren mantener en secreto esos hechos por conservar el honor, la honra o la vergüenza.
Es más impactante para la sociedad cuando alguien se despoja la vida, que cuando fallece por causas naturales o accidentales. En el primer ejemplo, siempre surgen montañas de interrogantes y comentarios alrededor de la tragedia, sobre todo si el suicida nunca había dado muestras de depresión por crisis económicas, deudas u otras razones.
En enero de este 2020, hubo 45 auto eliminaciones; en febrero 51 y en marzo, que fue cuando se declaró por primera vez el estado de emergencia, se reportaron 38. A partir de ese mes, comenzaron a subir los registros, debido a que en abril se suicidaron 48 personas; en mayo 57 y en junio 54, para un total de 293 casos durante todo el semestre.
De acuerdo al informe del Observatorio, el método más utilizado por las personas para acabar con su vida es el ahorcamiento, con el 69% del total de casos, seguido por envenenamiento y arma de fuego con 14% y 10%, respectivamente.
Los hombres, según señala el boletín, son los más propensos a este tipo de muerte auto infligida con 246 casos (84%), mientras las mujeres con 47 casos (16%) se mantienen como la minoría en este tipo de sucesos.
Naturalmente, en ese recuento oficial faltan los suicidios de muchos adolescentes atrapados en depresiones compulsivas, así como de mujeres y hombres que acaban lanzándose a las aguas del mar Caribe por circunstancias similares.
Las estadísticas que comentamos, por igual, recogen todos los datos concernientes a la violencia, la criminalidad y conflictos de accidentalidad. Revelan que en los primeros seis meses del año en el país hubo 448 homicidios, lo cual, según señala, representa una disminución de un 9% (44 casos) en comparación con el mismo período del año anterior en el cual se registraron 492 casos. La tasa se sitúa en 8.6 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Llama la atención que el reporte indica que esos acontecimientos aumentaron luego de la declaratoria de confinamiento en todo el territorio nacional, aunque aclara que en comparación al mismo periodo de 2019 representa una disminución de 21% en el mes de abril, seguido de un 14% menos en el mes de mayo durante el primer semestre del 2020, sostiene el documento, publicado el pasado lunes 7 de septiembre.
Resalta que las provincias que mantienen una alta incidencia de este tipo de muertes son el Gran Santo Domingo con 25% del total, seguido de Santiago de los Caballeros con 11% (el 9% se producen en las zonas urbanas de la ciudad principal que lleva el mismo nombre) y en tercer lugar, está el Distrito Nacional con el 9% de los casos. Las comunidades La Altagracia y San Cristóbal representan el 5%, y 6% de los hechos a nivel nacional.
Como tiro de gracia, el primer semestre de 2020 hubo un total de 1,222 heridos a nivel nacional, de los cuales 1,052 fueron por armas de fuego y 170 por arma blanca. La tasa para el período analizado se situó en 23.4 lesionados por cada 100 mil habitantes. Menos de la mitad terminaron en muerte.
Independientemente de que pudiéramos estar o no de acuerdo con esas estadísticas, debemos reconocer que los efectos del coronavirus, fruto del encierro obligatorio en el hogar y de otros factores, han disparado las ansiedades en las personas, desatando de paso una secuela de violencia, desesperación, depresiones, impotencia y arrebatos de furia, que se traducen en suicidios, homicidios y femenicidios.
La falta de oportunidades de empleos, los altos precios de los productos de consumos básicos y de las utilidades escolares, la desigualdad social y las elevadas y abusivas facturaciones en los servicios de electricidad, son otros ingredientes incendiarios que alteran el comportamiento de los dominicanos.
Solo hay que salir a la calle para ver cómo se comporta la gente común. Andan aburridos, con las miradas diabólicas que infunden miedo y la lengua siempre en ristre para dar malas respuestas o dispuestos a agredir a golpes.
Por lo que veo, llevamos una bomba de tiempo por dentro, al parecer, con pocas posibilidades de desactivarse. Al menos, por estos meses.