En un show de mal gusto resultó para el electorado norteamericano y el mundo el primer debate presidencial entre el presidente Donald Trump y el candidato demócrata Joe Biden.
Ninguno de los dos dejaron satisfechas las inquietudes de los norteamericanos, que siguen preocupados por el deterioro de la economía, la eliminación del Covid-19, el incremento de la violencia y el racismo en los EEUU.
La primera señal de cómo se iba a desarrollar el debate lo protagonizaron los familiares del actual inquilino de la Casa Blanca –que aspira a la reelección- al llegar como invitados de primera línea, sin mascarillas de protección, a la sala de conferencias de la Universidad Case Western Reserve, en Cleveland, Ohio.
Ivanka y Tiffany Trump, hijas del presidente de los EEUU, ignoraron los protocolos de seguridad contra el Covid-19 que habían establecido los organizadores del debate presidencial entre los candidatos de los partidos Republicano y Demócrata.
Sin embargo, los familiares de Biden, que encabezó su esposa Jill Tracy Biden, llegaron portando sus mascarillas contra el coronavirus, al igual que los más de cien invitados especiales, coordinadores y miembros de la prensa nacional.
El irrespeto a las normas establecidas por la Comisión de Debates Presidenciales lo ganó Donald Trump, por sus constantes interrupciones a las respuestas de Joe Biden y las intervenciones del moderador Chris Wallace, de la cadena Fox News.
Por los temas preseleccionados por la comisión organizadora, y aprobados por los jefes de campaña de ambos candidatos, la teleaudiencia norteamericana auguraba un debate de altura y candente entre los dos aspirantes presidenciales.
Por lo visto, lo menos que quería el presidente Trump era debatir tema alguno. Su intención era imponer sus criterios y defender a capa y espada sus actuaciones como presidente de los EEUU, sin permitir cuestionamientos.
Ante los reportes de las firmas encuestadoras de que Joe Biden le superaba con ocho puntos porcentuales con respecto a la intención del voto norteamericano, se creía que Trump vendría con una estrategia de convencer al electorado de que se merecía continuar cuatro años más en la Casa Blanca.
Como antesala a lo que ya tenía planeado para su confrontación, el gobernante reiteró dos días antes su sugerencia de que Biden debía hacerse una prueba de drogas antes del encuentro, alegando además de que el candidato demócrata supuestamente tiene dificultad de agilidad mental para ocupar el cargo de presidente de los EEUU.
Como respuesta, horas antes del encuentro, Biden hizo pública su declaración de impuestos del 2019 indicando que él y su esposa Jill pagaron $299,346 dólares al IRS el año pasado, algo que Trump se niega a divulgar, por lo que posiblemente estaría violando las leyes del Servicio de Rentas Internas (IRS por sus siglas en inglés).
La sección que rige las leyes de IRS es la 7201, del Código de Rentas Internas, el cual indica que “Cualquier persona que intencionalmente intente de cualquier manera evadir o anular cualquier impuesto por este título o el pago del mismo, además de otras sanciones previstas por la Ley, será culpable de un delito grave y, al ser declarado culpable, será multado con no más de $100 mil dólares (500 mil en el caso de una corporación), o encarcelado por no más de cinco años, o ambos, junto con los costos de enjuiciamiento”.
Ante el temor de que este tema entrara en agenda, el presidente Trump subió al pódium con la intención de descalificar por todos los medios a Joe Biden como candidato presidencial, con insultos e irrespetos y violentando todas las normas establecida para el debate.
El candidato demócrata se dejó arrastrar de esa estrategia, y también entró a lo personal insultando e irrespetando la investidura del presidente de los EEUU, llamándolo payaso y mentiroso.
Con gran astucia, Trump logró que los temas a debatir, como el Covid-19, la economía, la violencia callejera y el aumento del racismo estuvieran cargados de incidencias e interrupciones, evitando así tener que dar explicaciones a su contrincante demócrata y al pueblo norteamericano.
Tres días después del debate en el que se destacó el irrespeto a los protocolos de infección del coronavirus, el presidente Trump sorprendió al mundo anunciando que él y su esposa Melania Trump dieron positivo al mortal virus del Covid-19.
Desde la llegada de la pandemia a los EE.UU. el presidente norteamericano ha sido objeto de duras críticas por ignorar las recomendaciones y protocolos de los expertos para prevenir la propagación de la letal enfermedad.
El Covid-19, ha sido muy letal en personas mayores, y Trump, está en alto riesgo por sus 74 años de edad, aunque los tratamientos utilizados para superar la enfermedad es cada vez mayor, superando la cifra en más de 4.5 millones de recuperados sin haberse descubierto una vacuna especifica contra la pandemia.
Según los últimos reportes, más de 213 mil personas han muerto por Covid-19 en los EE.UU. y el número de infectados sobre pasa los 7.5 millones.
Ante el anuncio, el mundo observa con detenimiento el desarrollo y recuperación del presidente y la primera dama, aunque las conjeturas sobre qué va a pasar y como le afectará en su lucha por ganar la reelección presidencial el próximo 3 de noviembre.