Por Araceli Aguilar Salgado.- El mejoramiento es un derecho y un deber moral, puesto que busca mejorar las capacidades de los seres humanos. Harris
En los últimos 2,2 millones de años varias especies humanas han aparecido y desaparecido, aproximadamente cada 200.000 años. Como vemos, el mejoramiento tecnológico del cuerpo y demás capacidades humanas permanece englobado en el paradigma biomédico.
Los dispositivos tecnológicos son empleados cotidianamente por la medicina. Así nos reencontramos con la propuesta de la medicina como ciencia, que continúa su exitoso tránsito pero que deja a su vez una estela de cuestionamientos éticos, morales y culturales que debe enfrentar la bioética.
Respecto de una eventual reedición del programa de crianza característicamente humanista, como el que pudiera estar produciéndose en nuestro tiempo, representado ahora por el programa transhumanista de pensamiento, que auspicia de manera irrestricta la idea de un mejoramiento humano, con recurso a las implementaciones tecnológicas actualmente disponibles y a aquellas otras que ciertamente lo estarán, tanto en el futuro inmediato como en el mediato. La ciencia actual y las disciplinas como la biología, las neurociencias, la ingeniería genética, la nanotecnología, e incluso a la computación, nos ofrece la oportunidad de “potenciar” (enhancement) o “mejorar” (improvement) radicalmente la especie humana, vale decir, “producir” seres humanos más inteligentes, físicamente perfectos y emocionalmente estables.
Tal sospecha se fundaría en la advertencia de ciertos riesgos inherentes, sobre todo, a las definiciones políticas que cabría adjudicarle al proyecto transhumanista el cual Interviene sobre la base de los avances biotecnológicos la cultura consumista y la comercialización del cuerpo humano y, de este, como vehículo de consumo y la impolítica, el cuerpo como ítem estadístico. El cuerpo humano se convierte en una tecnología y su límite se hace borroso con los animales y las máquinas. Surge la ingeniería genética, la fecundación in vitro, los trasplantes de órganos, los ciborgs, fyborgs, potenciar, la medicina del deseo y la medicina de conveniencia. La tecnología se convierte en la esencia de la medicina, evaluada e informada por expertos tecnólogos equivalente a biotecnologías aplicadas al ser humano.
La Biopolítica trasciende lo molecular y trata la administración del cuerpo visible a nivel molecular. Las tecnologías de optimización tratan, entre otras cosas, de mejorar la memoria, como la llamada jocosamente «viagra para el cerebro». Surgen especialistas en la vida en sí, y la biopolítica se transforma, entonces, en bioeconomía como un ámbito gobernable y gobernado, esta vez, por el mercado, aparece la bioeconomía como capitalización de la vitalidad mientras que la bioética, por su parte, se sustenta en los comités de investigación y comisiones de bioética
Por medio de las tecnologías, especialmente la biotecnología, se ha llegado a la antropoplastia y a las modificaciones del cuerpo humano con las aplicaciones de dispositivos como prótesis, marcapasos, lentes intraoculares, implantes cocleares, y otros más. Somos cada vez menos naturales y nos encaminamos hacia el mejoramiento de nuestras capacidades físicas, psíquicas, intelectuales y cognitivas, adentrándonos en un transhumanismo como preludio a un posthumanismo. Se amplía la preocupación por la producción social de la vida, su evolución y su futuro en la sociedad tecno científica. Se da paso a propuestas pos humanas provenientes de mundos clónicos, biónicos o digitales, y cuerpos perfeccionados.
Las tecnociencias cibernéticas e informáticas, robótica, inteligencia artificial, esta con tendencias posthumanistas. Y, por último, la raíz de la ciencia ficción. El progreso, el perfeccionamiento indefinido de la especie humana relacionado con las ciencias y las técnicas de lo vivo especialmente la medicina son las que deberán permitir liberar las limitaciones impuestas por la organización natural del cuerpo, históricamente Por lo que someter, entonces, al proyecto transhumanista a un reconocimiento respecto de sus implicancias biopolíticas y no abordarlo únicamente desde la precaución bioética fundada en el reconocimiento o el desconocimiento de la dignidad que es cuanto hasta ahora más ha ocurrido, parece una opción completamente decisiva para la reflexión contemporánea; más aún, en tanto el transhumanismo podría representar una extensión inadvertida del poder sobre la vida, ya que está desplegado a partir de referencias persuasivas que impiden detectar los riesgos de control que implica sobre la vida humana, por lo que la biotecnología debe servir para favorecer e incluso potenciar lo propiamente humano: su libertad, no se pueden aplicar a pesar del hombre, por el contrario, exigen siempre respetar el derecho que tiene todo hombre, por el sólo hecho de serlo, a la vida, como a su integridad física y psíquica.
“Urge re-humanizar genes, células; re-humanizar el nacer y el morir. Dar al cuerpo viviente (no al cuerpo objeto) su verdadero sentido, desde los valores de la vida y la salud, tanto como los de la justicia, el bien, la felicidad y la verdad del hombre humano.” González Valenzuela