La democracia dominicana nació de la mano del caudillismo, el caudillo decidía personalmente, el cómo y el cuándo se hacían las cosas y quién debía hacerlas.
Esta época ha sido superada, por un sistema colegiado compuesto por los partidos políticos y ciertos sectores facticos, en el cual, la democracia deliberativa es sustituida por un sistema de consenso cerrado entre los actores antes mencionados, como procedimiento para escoger y seleccionar los integrantes de los órganos que garantizan la vida en democracia de prácticamente todas las instituciones. Llámese JCE, Cámara de Cuentas, Defensor del Pueblo, Tribunal Constitucional, SCJ, etc.
Es lamentable, que los partidos minoritarios antes que impugnar este procedimiento, luchen por ganar el favor de los mayoritarios, a los fines de conseguir colar uno de los suyos en dicho modelo. Por igual, los grupos de presión de la sociedad civil, hacen lo propio. De modo que el sistema colegiado está funcionando ahora como traba contra la democracia constitucional que establece las normas y las reglas democráticas con miras a la institucionalización del país.
Toda escogencia, a cualquier posición pública, relevante o no, se juega con el formalismo legal de rigor, pero con las cartas previamente marcadas. El ciudadano participa solo con el objeto encubierto de legitimar lo que las cúpulas partidarias ya han decidido.
En este escenario, aparece el Congreso Nacional, alegando que esta vez, la pantomima pública que se realiza para, supuestamente, escoger miembros de ciertas instituciones, no será una farsa. Las intenciones pueden ser buenas, pero para acreditarlas, se debe antes preguntar ¿Quién manda aquí? La respuesta es harto conocida, este es un país presidencialista, el Congreso Nacional hace las leyes pero quien gobierna, como monarca sin corona, es el presidente de la república; este mando es con frecuencia compartido con cercanos colaboradores del partido del cual forma parte o con sectores facticos. En otros momentos, se cumplen promesas de campaña porque así es como funciona el modelo. Lo demás es pura palabra. Además, es un sistema que premia pero que también castiga a quienes no se advienen al mismo, como oportunamente admitiera el Joaquín Balaguer.
Ciertamente, el actual presidente, ha dicho y repetido, que lo hará diferente, que permitirá que cada proceso tome el curso democrático establecido en la ley y en la constitución; sin embargo, las presiones son muchas y dentro de las presiones existen tentaciones, prácticas ancestrales y conveniencias políticas e intereses partidarios. Estos intereses se entrecruzan y pasan a jugar un juego democrático de toma y daca: barrilitos, asignación a los partidos, préstamos internacionales hasta llegar a uno para ti, otro para mí. Producto de este juego unos y otros, se tiran los trapos al sol, pero sin que la sangre llegue al río, pues luego el tema se decanta y se pasa la página.
Si el presidente lograre romper estos nulos gordianos, nuestra democracia podría dar un salto cualitativo hacia su consolidación, pero, podría también, desacreditarse. En este último supuesto, se asistiría a un fracaso estrepitoso. El sistema democrático no desaparecerá pero el partido responsable del fracaso será castigado en las urnas.
El tema de las cajas navideñas ya comienza a gravitar, también el hecho de que un sobrino del canciller esté convirtiendo en héroe nacional a Miguel Vargas. Porque se está casi demostrando que fue un niño de teta frente a las imprudencias económicas que ya empiezan a fluir no solo en negocios sino en partidas presupuestales a esa cartera siempre apetecida y otrora refugio de los hijos de la oligarquía, sitial que comparte desde hace buen tiempo con todo tipo de personajes de la farándula y el mundo político.
Esto es: el juego democrático nacional está lejos de ser modélico, es más bien un estercolero que, en definitiva, de no encontrar correctivos de parte de aquellos que deben ser custodia del mismo, podría quedar desacreditado. Cuando esto sucede, adviene alguna forma de populismo, siempre vilipendiado pero siempre presente porque tiene la virtud de democratizar el reparto. El cual, solo recibe críticas reales cuando es empleado para favorecer a los denominados hijos de machepa, mientras tanto, los popis se sirven con la cuchara grande y a eso se llama pragmatismo político e incluso, justicia porque los beatis possidendi se creen con derecho a todo. Ya se sabe que nacen con registro no en el Registro Civil sino con registro en el Presupuesto Nacional.
La alianza público privada no es tan solo la nueva modalidad con que el neoliberalismo aspira a reestructurarse, es también, el modelo justificativo por intermedio de lo que Pierre Bourdieu ha calificado como: títulos nobiliarios de los nuevos tiempos, es decir, ciertas maestrías, ciertos doctorados adquiridos en universidades extranjeras, pasan a convertirse en tickets de entrada al Estado. Lo que nadie se pregunta es ¿qué aporta esa gente al Estado y a la sociedad que no sea una vida parasitaria a expensas del erario?
El gobierno de los popis empieza a envejecer prematuramente, esto obligará a la dirección del PRM y al presidente de la república, a replantearse algunas designaciones, febrero será buena fecha para ello, porque, en verdad, el desempeño de los popis está dejando mucho que decir. Además, se está afectando al sistema, el cual opera con base a un sector privado productivo y a un sector público expansivo. Ahora la contracción viene del sector privado, el cual, está jugando a ser funcionario público. Es decir, se ha creado un emprendurismo estatista. Y eso no funciona. El juego democrático es uno y el sector productivo otro. DLH-20-10-2020