Desde siempre, la historia del ser humano está íntimamente ligada al resto de los animales, para bien o para mal. Obvio, todo dependerá de las circunstancias que les ha tocado enfrentar, en la que ha prevalecido la regla de la sobrevivencia y la ley del más fuerte.
Determinados animales irracionales han sido, y siempre serán, la fuente de materia prima para la confección de ropa y accesorios.
Algunos son importantes medios de transporte, independientemente de la existencia hoy de la abundancia de otras modalidades tecnológicas modernas de trasladarse con más rapidez hacia lugares muy distanciados, como los aviones, trenes, barcos, teleféricos, carros, camiones, bicicletas, motocicletas , aparatos inventados en el trascurrir de nuestra evolución como especie humana.
Actualmente, gran parte de la industria y la economía de las sociedades modernas se basa en los animales, aunque no dejamos de ser crueles con ellos. Ese es un regalo de la madre naturaleza al homo sapiens, naturaleza que el hombre no valora y no respeta porque la desprecia, se burla de ella, la arrabaliza y la depreda cada día.
Si repasamos la historia, sobre todo desde que el hombre vivía en las cavernas para protegerse del frío y las bestias depredadoras, nuestra relación con los animales no es solamente utilitaria, sino que son parte de la coexistencia en la que convergen diversas culturas, mitologías y religiones, así como el arte, la pintura, la escultura, hasta la literatura y la música.
Sabemos que la caza y la pesca han sido las actividades de supervivencia que por millones de años nos ha acompañado.
Sin ganas de ofender, somos degustadores de cadáveres de animales comestibles e incluso de algunas especies que se comercializan en mercados asiáticos, como los perros, reptiles, insectos, gatos, ratas y otros.
Dicen que el hombre ha sido malo desde su aparición en el globo terráqueo. Comparto esa teoría, pues su comportamiento diario así lo demuestran. No tiene límites cuando se trata de de acumular fortunas mal habidas e irrespetar a la naturaleza ni a los animales.
La humanidad es cruel y ha sabido capitalizar la relación con algunas especies, al extremo de domesticarlas y criarlas para su beneficio. Asimismo, ha sacado provecho a la tierra cultivable, la fauna, en fin, al planeta Tierra en sentido general, que flota en el oscuro espacio con océanos de profundidades inmensas y desconocidas.
Como dijo la investigadora Gabriela Frandsen, de la Universidad de Montreal, en un escrito publicado en el 2013, la visión que el ser humano ha reservado al mundo que lo rodea se ha caracterizado por su utilitarismo de los animales irracionales “luego del advenimiento de la modernidad, particularmente, el hombre se ha cortado del resto del mundo, erigiéndose en una clase aparte, situándose por encima del resto del planeta y reservándose el derecho a disponer del mismo. En esta época de cambio en que la ideología moderna se ha agotado y sus sistemas están en crisis, buscamos nuevas formas de concebir la relación de nuestra especie con el resto del mundo”.
Haciendo un descenso un poco más atrás, a la prehistoria, descubriremos cuándo y dónde surgen los primeros hombres, conocidos como homínidos, los primeros primates que andaban erguidos sobre sus miembros posteriores, hasta que surge la escritura y ya se tienen testimonios escritos de lo que sucedió.
El origen de la humanidad siempre ha estado ligado a misterios y aún hoy hay quién no cree en la teoría de la creación desde el punto de vista de la Biblia ni tampoco la del naturalista inglés Charles Darwin, que en el Siglo XIX dijo que el hombre desciende del mono y que fue la selección natural y la evolución lo que dio pauta a su origen. Ha sido la arqueología, la que definitivamente le ha dado la razón a Darwin gracias al estudio de los restos de esqueletos encontrados (creo en esa tesis).
Desde entonces, la relación del hombre, naturaleza y los animales mantienen un vínculo estrecho e inseparable, mientras otros, como el camello, elefante, caballos, mulos y burros, le han servido como excelentes medios de transporte.
Entre esos animales citamos a “las llamas”, muy parecidos al chivo y al ovejo, que eran, y todavía son, muy utilizados en los Andes peruanos para trasladar bienes y como fuente de lana y carne. Estas increíbles criaturas llegaron a América del Sur antes que el hombre e hicieron de las regiones montañosas andinas su lugar en el mundo.
Hace unos 10.000 años, el hombre, habitante de esas tierras, comenzaba a domesticar a este dócil animal que todavía continúa siendo una pieza clave de la economía regional. El prócer cubano José Martí hace una breve mención de esas especies en su libro “La Edad de Oro”.
Sorprende saber las características especiales de “las llamas” peruanas y una de sus cualidades es la gran concentración de hemoglobina en la sangre, motivo por el cual el escaso oxígeno de la alturas no hace mella en su productividad. A esas cualidades se le suma su mansedumbre y cercanía al hombre, condiciones que han servido de gran ayuda. El rigor científico indica que tiene tres estómagos y su flora maximiza la utilización de fibra y proteína, por lo que la crudeza del terreno andino le viene bien.
En la actualidad, las “llamas” son utilizadas generalmente como bestias de carga, pero en el pasado fueron veneradas y hasta adoradas como una deidad.
A pesar de la existencia del transporte por medio de vehículos modernos, este animal, que fuera tan útil y admirado por los incas, continúa hoy día su existencia a lo largo de Perú, Chile, Bolivia, norte de Argentina, Ecuador y Colombia.
Los perros de los Inuit, compañeros de supervivencia de los esquimales, son otras especies que han servido durante mucho tiempo a las culturas aborígenes del Ártico como animal de carga, compañero de caza y de tiro.
Actualmente continúa utilizándose, si bien gran parte han sido sustituidos por vehículos mecánicos adaptados a la nieve. La actividad más económicamente significativa para los perros Inuit es la caza deportiva del oso polar con fines comerciales.
Por último, hay que decir que el hombre también ha aprovechado a los animales para la ingesta alimentaria, no solo para transportarse.
Los productos animales de consumo van más allá de la carne, pues debemos tener en cuenta, además, la leche de varios mamíferos, como la vaca y cabra, así como los huevos de aves de corral, como gallinas, palomas y codornices.
Por igual, no ha desperdiciado la oportunidad de saciar el hambre con apetitosos platos elaborados con animales marinos como pulpos, calamares, almejas, caracoles, ostras, erizos; crustáceos como cangrejos, camarones, langostinos, percebes, centollas; peces como anchoa, atún, corvina, trucha, anguilas, salmón, lenguado, carpas, perico, y un larguísimo etc.
Por lo visto, la interrelación entre el hombre, la naturaleza y los animales se mantendrá mancomunada. Lo que no entiendo es por qué somos tan crueles con esas especies, si fueron creados para nuestra sobrevivencia.
Lo cierto es que la ambición incontrolable e irracional del hombre ha puesto en peligro al planeta Tierra, que más temprano será destruido utilizando armas nucleares devastadoras. Entonces habrá terminado la milenaria luna de miel entre el hombre y los acompañantes irracionales.