“Es fundamental que tanto los países como el sector privado entiendan que el desafío demográfico del envejecimiento de la población implica oportunidades de desarrollo económico y generación de oportunidades laborales y nuevos emprendimientos”: Marco Stampini.
WASHINGTON, 4 nov 2020 (IPS) – El cuidado de las personas que envejecen es una oportunidad para el crecimiento del empleo y de la economía en América Latina y el Caribe, señaló este miércoles 4 un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Para Marco Stampini, especialista en salud del BID “es fundamental que tanto los países como el sector privado entiendan que el desafío demográfico del envejecimiento de la población implica oportunidades de desarrollo económico y generación de oportunidades laborales y nuevos emprendimientos”.
En la región 11,2 por ciento de sus 650 millones de habitantes son mayores de 60 años, pero en 2050 ese segmento de la población será de 25,5 por ciento, según cifras del BID.
Con la edad, destacó el reporte, aumenta la posibilidad de ser dependiente, es decir, de necesitar apoyo para realizar actividades diarias como comer o darse un baño, y en América Latina y el Caribe ocho millones de personas se encontraban en esa situación en 2015.
Para el año 2030 serán 27 millones, y ellas y sus familias impulsarán la demanda de servicios de cuidado, debiendo enfrentar cambios de rutina con cuidadores formales e informales, asistencia domiciliaria o en residencias de adultos mayores.
Ese escenario de aumento de la demanda de servicios de atención puede enfrentarse a una reducción de su oferta, la cual se basa principalmente en el apoyo informal de las mujeres.
En Argentina, por ejemplo, 77 por ciento de las personas mayores de 60 años con dependencia para realizar actividades básicas de la vida diaria reciben ayuda habitual de un familiar, y solo 16 por ciento de un cuidador especializado o un empleado doméstico no especializado.
En Costa Rica más de 300 mil personas (seis por ciento de la población) prestan apoyo frecuente a algún familiar o amigo para realizar actividades básicas o instrumentales de la vida diaria, y en la mayoría de los casos la persona que cuida es cónyuge, hijo o hija.
En la región ocho de cada 10 cuidadores son mujeres.
El desafío de atender las demandas de servicios de las personas mayores supone una oportunidad para generar empleo e impulsar el consumo y el desarrollo económico.
El reporte del BID presentó algunos ejemplos, como el de Mario, un viudo de 89 años en Costa Rica cuyos dos hijos ya murieron, quiere permanecer en su casa y su nuera Norma, y sus nietos, quienes le ayudan, viven a 60 kilómetros de distancia.
Por su casa han pasado numerosos cuidadores, la mayoría informales. Las malas condiciones laborales hacen que la rotación sea alta. Y cada vez que un cuidador dice adiós, vuelve la difícil búsqueda de alguien que pueda apoyar a una persona con dependencia, respetando sus derechos y su autonomía.
Norma se pregunta qué pasará si algún día ella misma necesita asistencia. Un programa del BID, que diseña un sistema de atención a la dependencia para Costa Rica, valoró las condiciones de salud de Norma y en sus computadoras encontró 28 por ciento de posibilidades de necesitar apoyo.
En Uruguay está el caso de Delia, de 55 años, que se ha mudado con sus padres mayores de 80 y su rutina comenzó a girar exclusivamente en torno a limpiar, cocinar y asistir a sus padres a tiempo completo. No solo añoraba tiempo libre sino que ella misma empezó a sufrir problemas médicos por las tareas incesantes.
Uruguay se convirtió en 2015 en el primer país de la región en desarrollar un Sistema Integral de Cuidados, que incluye subsidios para contratación de asistentes personales y teleasistencia, y fue una solución para Delia, beneficiada al contar con la ayuda de dos asistentes personales.
Los beneficios de contar con sistemas nacionales de atención a la dependencia son evidentes, según el BID, pues quienes necesitan apoyo se favorecen de un mercado que ofrece servicios de calidad mediante recursos humanos profesionalizados.
Quienes brindan apoyo informal, en especial las mujeres, podrán beneficiarse de una distribución más justa de las tareas domésticas, pudiendo acceder al mercado laboral, y los trabajadores formales se benefician mediante la profesionalización del sector y el establecimiento de reglas claras.
Pero además, cuando las personas mayores gozan de buena salud, pueden ser más productivos, consumir más y contribuir a la economía de los países. Según los cálculos del BID, el consumo por parte de las personas mayores de 60 años en la región será en 2030 al menos 20 por ciento mayor que en 2015.
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