SANTO DOMINGO, RD.- Resiliencia es una palabra de origen latín, utilizada inicialmente en el campo de las ciencias sociales, pero extendida al uso general como ejemplo de la capacidad que tiene el ser humano para sobreponerse a experiencias o circunstancias adversas y prepararse para enfrentar situaciones de igual o mayor envergadura.
Cuando se habla de resiliencia, se puede pensar no solo en la respuesta adecuada para superar hechos traumáticos personales como la muerte de un ser querido, la pérdida de una pareja o el despido inesperado de un empleo, sino también en la actitud para convertir una limitación de cualquier naturaleza en una oportunidad.
Ejemplo de resiliencia es el compositor alemán Ludwig Van Bethoven, quien logró sus mejores creaciones musicales después de quedar totalmente sordo; o los casos del pueblo Judío, y de Alemania y Japón, protagonistas de ominosas circunstancias históricas, de las cuales lograron emerger para convertirse en referentes extraordinarios.
Un espacio para el libro
Aunque es eventualmente tarde, me permito solicitar a mi amigo y ministro de Educación, Roberto Fulcar y a las autoridades responsables del Plan Escolar 2020-2021, considerar la posibilidad de insertar o apoyar en términos prácticos una asignatura de inducción a la lectura en el programa docente del año.
Se trata de comprometer a los estudiantes de cualquier ciclo o nivel con la lectura de un libro o material escrito para presentar una valoración sobre el tema abordado, un día a la semana.
Ese componente incorporado al plan de educación a distancia o presencial, supervisado por los profesores, los padres o los hermanos mayores, podría convertirse en una experiencia enriquecedora del año escolar, generando un círculo virtuoso de impacto directo en todos los actores del proceso educativo.
En caso de que formalmente no se pueda incorporar esta sugerencia al recientemente iniciado año escolar a distancia, recomiendo a las familias interesadas que valoren la posibilidad de habilitar un espacio dentro o fuera de la agenda de estudios para poner en marcha un plan de lectura junto a los muchachos de la casa.
Entiendo que la lectura inducida con la excusa de la compleja anormalidad provocada por la pandemia del Covid-19, podría operar como un oportuno recurso de resiliencia para compensar el grave trastorno del programa escolar impuesto por la actual crisis.
Es bien sabido que la lectura como afición o disciplina puede influir más en la formación de un joven que todos los cursos y especialidades académicas que puedan proveer las posibilidades económicas de una familia.
Como no soy experto en el tema, sino más bien un ciudadano militante y comprometido, comparto a continuación un fragmento de un artículo de la profesora mexicana Marisela Vital Carrillo, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, que aporta buenas razones a los argumentos con que pretendo justificar esta propuesta: