La nueva Junta Central Electoral (JCE) goza de buena prensa porque los seleccionados no tienen tacha. Ha sido una buena escogencia. Al margen de la JCE en sí, existen otros temas que forman parte de las cosas que se ven y de las que no se ven en política. Resulta que desde la toma de poder del PRM y la ascensión del presidente Luis Abinader al solio presidencial, en el PRM existe lo que se denomina en politología indefinición de liderazgo. Es decir, se pasó de un esquema organizativo de partido de oposición a partido en el poder. Luis era el candidato y Paliza el presidente del partido, bajo ese esquema, Paliza estaba por encima del candidato junto a otros líderes de la cúpula del partido y el caso particular de Hipólito mejía en su calidad de ex presidente de la república y líder político con arraigo dada su empatía popular que nadie discute. Este cambio, implica una recomposición automática de las cadenas de mandos en ese partido. Por ello, desde que se anunció el gabinete del nuevo gobierno cada quien hizo su lectura sobre cómo quedó cada grupo directivo con relación a los puestos de primera línea en el gobierno. Es decir, se debía redefinir la cadena de mando en el Estado. Es lo que ha ocurrido en la escogencia de la JCE.
En ciencia política, se afirma que los líderes no nacen, se hacen. Luis Abinader ha dado un paso importante al definir la cadena de mando con la selección de la JCE, pues aquellos que cifraron sus esperanzas en las consultas de otros altares han resultado perdedores no solo en la JCE sino en la Cámara de Diputados con relación a los diputados pendientes de sustitución. En pocas palabras, dudamos que en lo adelante, un aspirante a cualquier posición, incurrirá en el error de buscar como padrino a otro líder diferente a Luis Abinader. El hecho de que la cúpula del PRM haya respaldado la postura del Presidente de la República,informa a la nación de que el liderazgo de esa agrupación está integrado de manera monolítica. Aquel que no lo entienda correrá la misma suerte de los que no salieron como integrantes de la nueva junta.
La definición de quién manda y quien obedece, es la primera regla gerencial de todos los grupos animales y humanos. Por tanto, nada debe temer a ello la democracia. Obsérvese que la crítica que se hace al presidente de la república es que ha sido más democrático que prudente. Esto ocurre porque el caudillismo y el maquiavelismo imperantes, ven en la democracia, un instrumento para afianzar liderazgos antidemocráticos. Pero resulta, que la nación votó contra los líderes antidemocráticos y contra el clientelismo y favor de más democracia. Eso es lo que ha hecho el presidente: cumplir su palabra. O, lo que es lo mismo, afianzar el proceso democrático, por tanto, ha afianzado su liderazgo al interior de su partido y frente a la nación.
Por otra parte, resulta que el partido otrora hegemónico, el partido que fue desplazado del poder, tampoco estaba convencido de que ya no es más el partido hegemónico; por tanto, la nueva JCE viene a recordarle el cambio operado en el rumbo del país, a partir de las elecciones del 5 de julio pasado. Este dato, los obliga a centrarse en su reorganización interna y olvidarse de pretensiones que ya no obedecen a la realidad presente. Esto hará que el presidente centre su tiempo en gobernar y la oposición en recomponerse. Dicho con otras palabras, la escogencia del presidente fue políticamente correcta. A partir de ahora los líderes de su partido, disciplinariamente, deberán cerrar filas con su presidente. La contribución de Hipólito Mejía a ello es loable, pues su lenguaje político, su discurso político, apuesta por la institucionalidad. Esto es: está respaldando la decisión del presidente de la república. Al tiempo que renueva su liderazgo y se prepara para el futuro.
La probable ventaja o deferencia otorgada al ex presidente Leonel Fernández nada tiene que ver con las prioridades del presidente de la república, es simplemente, la muletilla que le ha permitido salirse con la suya. Es decir, ponerse a la altura de las circunstancias. De paso, ha consolidado la división de la oposición, pues la situación obliga a que esta se centre en recomponerse. Y, el doctor Fernández, no escapa a esa realidad. El hecho de que pase a ser el líder hegemónico en la oposición no debe atemorizar a ningún demócrata, pues entre Leonel y Danilo es obvio que el primero representa más la institucionalidad que el segundo y, de lo que se trata, es de consolidar el proceso democrático nacional.
Un presidente democrático jamás debe coincidir con líderes antidemocráticos. Si bien es cierto que el PLD se cocinará en su propia salsa, no menos cierto es que la disminución del PLD hasta su mínima expresión, al grupito sectario que eraantes de arribar al poder en 1996, es un paso de avance para la democracia criolla. El pueblo no perdonaría a Abinader el que al término de su mandato deje al país en manos de la pesadilla morada.
En cuanto a Leonel, este no es ahora ni el líder que dirige el país, ni el líder de la oposición. La política se nutre de realidades, la realidad es que quien dirige es el PRM, y el pueblo espera que lo haga bien y ha sido un gran acierto convencer al PLD, por medio de la escogencia de la nueva JCE, de que ya no es más un partido hegemónico.
El hecho político es que Luis es hoy en día el líder del país. El futuro de Danilo está signado por una barrera constitucional que el Parlacen no podrá derribar; que Leonel habrá de ocupar su tiempo en construir un nuevo proyecto político y que el futuro del PLD luce incierto. En este escenario, el único error del PRM, ha sido en centrar en un gobierno de derecha cuando todo mundo sabe que ese modelo no da más de cuatro años, pero encarar este problema es de la exclusiva competencia del partido de gobierno. Si Luis más allá de febrero de 2021 insiste en su proyecto y no cambia su gabinete, la suerte quedará echada de manera irreversible para su parcela política, la cual, difícilmente lo sobreviva. DLH-8-13-2020