Por Mario Osava.- RÍO DE JANEIRO, 16 Dic 2020 (IPS) – La crisis climática y la democracia, además de las disputas con China, son los ejes de la política del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, que por sus efectos en América Latina podrán reordenar el sistema hemisférico.
Brasil aparece como el más afectado por el cambio, por lo menos mientras esté bajo la presidencia del ultraderechista Jair Bolsonaro, seguidor del derrotado Donald Trump en sus actitudes antidemocráticas y antiambientales.
Biden condenó la deforestación amazónica, en una crítica directa al gobierno de Bolsonaro, y prometió aportar 20 000 millones de dólares para la conservación del ecosistema forestal sudamericano, durante su campaña electoral.
Otra iniciativa molesta para el presidente brasileño es la Cumbre por la Democracia que pretende promover su futuro homólogo estadounidense, como forma de restaurar un liderazgo internacional de su país, degradado por su antecesor.
Es evidente que la propuesta apunta a los gobiernos de extrema derecha, o populistas de derecha como los denominan muchos analistas, que se diseminaron por el mundo y de que son ejemplos Trump y Bolsonaro.
Pero afectaría también a gobiernos autoritarios o dictatoriales dichos de izquierda, como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y buscaría también reorganizar el “mundo democrático” ante lo que para Washington es el desafío chino.
“Brasil sería invitado a esa cumbre, Hungría seguramente no. Es distinto, porque Brasil sigue siendo una democracia, pese al presidente que intenta minarla, como hizo Trump. Se trata de una democracia liberal de baja calidad”, definió Eduardo Viola, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia.
Además, Estados Unidos, no importa cuál sea su gobierno, tiene interés en “mantener a Brasil en su campo de gravitación, como aliado”, en el juego geopolítico en que el gran rival es China, acotó.
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Leer másBolsonaro reveló “alguna capacidad de adaptación” al felicitar finalmente a Biden por su triunfo, el 15 de diciembre, después que el colegio electoral formalizó el resultado de los comicios del 3 de noviembre, siete semanas antes.
Su mensaje dice que él está “listo para trabajar” con el nuevo gobierno estadounidense para “continuar la construcción de una alianza Brasil-Estados Unidos, en defensa de la soberanía, la democracia y la libertad de todo el mundo, así también en la integración económico-comercial en beneficio de nuestros pueblos”.
“Fue sorprendente”, admitió Viola a IPS, por teléfono desde Brasilia, porque antes Bolsonaro indicaba reconocer a Trump como líder insustituible del país.
Pero las tensiones bilaterales serán inevitables, si el gobierno brasileño no altera sus políticas hacia el cambio climático y la Amazonia, “sin llegar a la confrontación”, matizó el profesor que hace mucho incorporó las cuestiones ambientales como tema clave en las relaciones internacionales.
Bolsonaro y su gobierno son hoy considerados “parias internacionales”, a causa especialmente del aumento de la deforestación en la Amazonia, estimulado por discursos antiambientalistas y el desmonte de las instituciones de control e combate a delitos ambientales.
La credibilidad también se pierde por las puerilidades con que se intenta eludir responsabilidades. El presidente niega el desastre ambiental en sus casi dos años de gestión, los atribuye a la prensa, a gobernantes extranjeros interesados en quitarle la Amazonia de la soberanía brasileña, a “mentiras” de los ambientalistas.
La deforestación es la mayor fuente, en Brasil, de gases responsables del recalentamiento del planeta. No se limita a la Amazonia, afecta otros biomas, como el Cerrado (sabana) central. Y este año el Pantanal, mayor humedal del mundo, que el país comparte con Bolivia y Paraguay, sufrió incendios devastadores.
Pero la Amazonia, que se extiende por ocho países sudamericanos, despierta más atención, por contener la mayor área forestal tropical del mundo, vital para el equilibrio climático de la Tierra y para las lluvias en el centro-sur de Brasil, un granero mundial.
Los investigadores estiman que, si prosigue su deforestación, en pocos años se alcanzará el “punto de no retorno”, condenando a la región amazónica a perder sus bosques exuberantes y convertirse en un área de sabana.
Bolivia también deberá sufrir presiones internacionales, por permitir una acelerada destrucción de sus bosques amazónicos en las últimas décadas, una de las más extensas en proporción a la población.
La vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París sobre cambio climático, adoptado en 2015, con el protagonismo prometido por Biden, tiende a intensificar de forma notable las acciones y las demandas por metas más ambiciosas para contener el recalentamiento de la Tierra.
Trump en general se ocupó poco de América Latina con acciones negativas, como la amenaza de un muro con México y las presiones que alcanzaron el chantaje al gobierno de ese país para contener la migración centroamericana, las sanciones contra Cuba, Nicaragua y Venezuela y medidas proteccionistas que alcanzaron incluso a su amigo brasileño.
Con la influencia de una administración demócrata en Washington, deberían soplar para la región nuevos vientos, más exigentes en temas democráticos y también ambientales, especialmente para los países de la Amazonia, una ecorregión con gran resonancia internacional.
Biden es el primer presidente de Estados Unidos que pone el clima como cuestión central de su gobierno. Entre sus secretarios y autoridades de segundo rango que está nombrando, todos tienen que conocer el cambio climático y ser ambiciosos en soluciones”, advirtió Viola.
Además, creó un cargo inédito, el de un enviado especial para el Clima, para el designó al exsecretario de Estado John Kerry.
Volver a la prédica de la democracia, en la contramano de Trump, corresponde al “rescate del alma de Estados Unidos”, anunciado por Biden el 7 de noviembre, tras quedar claro su triunfo electoral.
Internacionalmente se trata de “reconstruir una alianza de las democracias de todo el Occidente más Japón, Corea del Sur, Australia, Taiwán, incluso India”, cuyo gobierno actual avanza en la senda autoritaria, “fundamentalista”, pero sería un importante aliado por sus conflictos con China, evaluó Viola.
América Latina es parte de ese gran bloque, pese a algunas excepciones como Cuba y Venezuela.
En relación a Cuba el profesor de la Universidad de Brasilia cree que Biden reanudará la orientación que adoptó el expresidente Barack Obama, de reacercamiento y flexibilización del embargo comercial.
Para Venezuela, Viola no identifica soluciones, ante el país “hundido”, con la economía destruida y el éxodo de millones de personas, entre las cuales “los emprendedores y los políticos de oposición”.
En su evaluación, solo el apoyo incluso militar de países como Cuba y Rusia, además de China e Irán con menor presencia, evitan el colapso total de Venezuela.
Es en América Central, donde Guatemala, Honduras y El Salvador viven “una tragedia humanitaria”, que quizás se sentirá un cambio más concreto de la política externa de Estados Unidos con Biden en la presidencia, de “promoción pacífica de la democracia”, destacó.
Ayuda humanitaria e inversiones en desarrollo local pueden ofrecer “buenos réditos” allá. Se trataría de sustituir la política de muros de Trump para impedir la inmigración ilegal de las multitudes de pobres centroamericanos, por una cooperación que reduzca la pobreza local.
México se beneficiará de una respuesta menos agresiva y más cooperativa a la inmigración ilegal a Estados Unidos, sin el muro que empezó a construir Trump y sin forzar a su gobierno a hacer de dique de contención de ese flujo, incluso con la creación de una policía militarizada especial.
Ello aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador se resistió a la derrota de Trump y tardó, como Bolsonaro, siete semanas en felicitar a Biden, raro para un líder considerado de izquierda, aunque también esté adscrito al populismo.
En países en crisis financiera, como Argentina, el gobierno de Biden debe usar su influencia para favorecer mejores negociaciones con acreedores y el Fondo Monetario Internacional, estima Viola.
En los países sudamericanos con costas al Pacífico, como Chile, Colombia y Perú, no ocurrirán muchos cambios, hay relaciones consolidadas, incluso militares, y deben disfrutar mejor atención de Estados Unidos, para contrarrestar el océano que comparten y las especiales relaciones comerciales con China.