El mundo vive una situación nunca antes vista, y esto ha influido de forma directa en toda nuestra vida cotidiana, incluida la forma de celebrar la navidad. La mayor parte de las naciones del mundo, por los efectos del coronavirus, han tenido que poner muchas limitaciones para que las familias puedan reunirse en esta época navideña, la cual tradicionalmente es un lindo momento para compartir en familia y reflexionar sobre lo que nos ha acontecido..
Fruto de las consecuencias del coronavirus, tanto en la República Dominicana como en la mayoría del planeta, las navidades estarán limitadas en cuanto a cantidad de personas, tipos de celebración o forma de transportarse. Pero lo que no puede ser limitado ni aquí ni en ningún lugar del mundo es la verdadera esencia de la navidad, que tiene un solo nombre: Jesús.
Siempre, con virus o sin virus, la navidad es Jesús. Es celebrar con alegría y emoción que El vino al mundo para entregar su vida por nosotros y garantizarnos la vida eterna. Es un hermoso momento para reunir nuestras familias teniendo a Jesús en el centro, dando gracias por el milagro de la vida que Él nos ha regalado.
Este tiempo de tantas limitaciones para la diversión colectiva, pero de tanto acercamiento familiar, debe ser de profunda reflexión. El apóstol Pablo dice en Romanos 8:28 que para los que aman al Señor y están en su propósito, “todo obra para bien”. Y tal vez esta nueva realidad es un reto para que todos podamos retomar la verdadera esencia de la navidad.
No es un secreto que la época de Navidad se había convertido en un momento donde todo se medía por el nivel de movimiento económico, de fiestas a todos los niveles, de reparto de dinero y de comida, en fin, en una época donde lo material se imponía a lo espiritual. Y de esa manera se actuaba totalmente contrario al verdadero sentido de la Navidad.
Debemos estar conscientes que la Navidad es una fecha escogida por los seguidores de Jesús para celebrar el nacimiento del hijo de Dios que vino a la tierra para pagar por nuestros pecados y garantizarnos la vida eterna. Aunque ciertamente no existen pruebas irrefutables de que Jesús naciera un 25 de diciembre, esa fecha fue escogida por el emperador Constantino en los momentos de consolidación de la doctrina cristiana y se ha mantenido a lo largo de la historia como la fecha donde, en un humilde pesebre de Belén, vino al mundo el mesías enviado por Dios para redimir a la raza humana.
Partiendo de ese hecho, y más aún con la nueva realidad que vivimos, debemos convertir la Navidad en un motivo de profunda alegría y celebración del nacimiento de Jesús, un momento para nosotros pensar en su vida, en sus hechos, en sus parábolas, en sus acciones para difundir la verdad de Dios y hacer que nosotros cada día seamos más como Él.
Y no es que dejemos de celebrar las fiestas con moderación y con las medidas de seguridad, lo que no debemos es perder la noción real de las cosas y creer que el sentido de la Navidad es la fiesta pagana y no la reflexión cristiana y humana.
Hoy más que nunca, si quieres sentir y vivir a plenitud el verdadero sentido de la Navidad te exhorto a que cuando te sientes con tu familia en la cena de Nochebuena y de Año Nuevo, des las gracias a Jesús por permitirte vivir a plenitud y por hacer posible que tu familia esté a tu lado celebrando en esta fecha. Y si estás pasando por un momento difícil de pérdida de algún familiar o alguien en tu alrededor está sufriendo por algo igual, levanta tus oraciones a Dios y ten en cuenta que Él es siempre tu mejor compañía y quien te consuela con mayor efectividad en esos momentos difíciles.
La Navidad debe ser un momento para acercarnos a Jesús, el hijo de Dios que entregó su vida para salvarnos. La Navidad debe ser una época para hablar con nuestros familiares y dar gracias eternas a Dios por darnos la vida, los talentos y valores que nos permiten crecer cada vez más. La Navidad debe ser un momento para saber que el modelo de vida que debemos imitar es el de Jesús, basado en un profundo amor, en un gran sentido de justicia y solidaridad y, sobre todo, en una gran capacidad para perdonar.
Euri Cabral
Economista y Comunicador