Intento imaginar al recién nacido, ya adulto, con sotana de lujo y un mohín de superioridad sobre los demás humanos; con severa mirada escrutadora, un gran capelo y un anillo de oro en la diestra, para el constante besamanos. Trato de imaginarlo ampuloso, directo, sin parábolas de agujas y camellos y sin mansas bienaventuranzas. Busco imaginarlo intocable, cargado de misterios, y les juro que sólo viene a mi mente la breve y luminosa imagen de un pescador de túnica y sandalias sencillas para recorrer caminos y ser así el único Dios humanizado…(Porque sólo así ha podido ser espíritu y materia y ser eterno).